Era la hora de la siesta, ese momento del día cuando el mundo se detiene de a ratos. Era el miércoles 18 de abril de 2018. Ese día fue el día en el que Hernán Rausch decidió contar su historia en primera persona: la historia de los abusos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, la corrupción cometida por uno de quienes su familia le había confirmado su formación, el cura Justo José Ilarraz. Ese día Hernán Rausch declaró durante tres horas frente a los jueces que juzgaron, primero, y condenaron, después, al cura Ilarraz.

En un momento de su declaración, mostró una foto. Era la foto de su primera comunión. En esa foto, se vio a un chico rubio, adolescente, sonriente, laxo. “Este soy yo. Así llegué al Seminario. Mis padres confiaron al dejarme en ese lugar, y ahí me abusaron”, relató.

La foto que mostró le sirvió para dar cuenta de su devastación después de su paso por el Seminario. Llegó, dijo, siendo alguien, y salió siendo una persona muy otra. “Yo era un chico bien, de campo, que iba a caballo a la escuela. Vengo de una familia alemana, a los que les cuesta abrirse en la confianza hacia los demás. Y confiaron, confiaron mi educación al Seminario”, recordó. Su familia depositó toda su confianza en el Seminario, y allí llevaron a su hijo, para que estudiara la secundaria como pupilo, y saliera siendo cura. “Yo vengo de una familia en la que las madres rezan para que les salga un hijo sacerdote”, recordó. Su hermano, Diego, sí pudo serlo; Hernán Rausch, no.

Pasó más de un año de aquella siesta, tres décadas del día en el que ingresó, con 11 años, al Seminario, casi veinte años del lunes aquel en el que se sentó a la mesa de su casa en Aldea Santa María y le contó a su mamá lo que hasta entonces se guardaba en el archivo secreto del arzobispado: que había sido abusado en el Seminario por el cura Ilarraz.

Ilarraz fue condenado a 25 años de cárcel.

El viernes 20 de septiembre de 2019, Hernán Rausch volvió a Tribunales. Se cruzó con el salón en el que declaró. Ingresó a una sala más chica, se sentó delante de un juez y declaró ahora como testigo. Era el juicio al cura Mario Gervasoni, secretario privado del arzobispo Juan Alberto Puiggari. Gervasoni fue condenado a 1 año de prisión condicional por el delito de falso testimonio por no haber contado todo lo que sabía cuando declaró en la instrucción de la causa Ilarraz.

Rausch contó un incidente que tuvo en su trabajo -es preceptor del Colegio Nuestra Señora del Huerto-, el día que Gervasoni va en su busca y le reprocha todo lo que hacía con la causa Ilarraz. Nadie sabía entonces que Rausch era una de las víctimas denunciantes. Pero Gervasoni llegó con la certeza de pocos. «Me manda a llamar por una religiosa. Yo intuía por qué venía. Bajo, porque estaba en planta alta. Enseguida, sin antes preguntare, me reprocha: ´Yo no quiero a golpearte la espalda como amigo. Pero tengo que decirte que lo que estás haciendo con el Seminario, que los estás destruyendo, y con Puiggari, que le estas haciendo daño, no puede ser. A mí Ilarraz no me importa, por mí que lo condenen. Pero  no destruyas el Seminario ni dañes a Puiggari´. Yo, en ese momento, quedé perplejo. Helado. No supe qué responder y volví a mio trabajo. Pero no demoré ni medio segundo. Bajé de vuelta, y le dije: -Mario, no tenes derecho a venir a decirme esas cosas. Vos sabes que en este caso hay mucha gente involucrada».

-¿Lo viviste como un apriete?

-El hecho de que el secretario privado del arzobispo de Paraná  vaya a amedrentar así, a decirme esas cosas, no es un hecho menor. Desde un principio, el clero tuvo la oportunidad de su vida de limpiar su imagen, y se han puesto en una postura de negar, de ser reticentes. Es más fácil  ponerse en un lugar cómodo, decir «no lo sé, no me acuerdo», que involucrarse. Pero Gervasoni no puede negarlo, porque ese hecho existió.

El vicario Eduardo Tanger negó que Gervasoni haya conocido alguna vez el caso Ilarraz por sus diálogos con Puiggari porque no tenía despacho en el arzobispado. Eso lo dijo en el juicio.

-Gervasoni es el secretario de Puiggari, convive con él en la residencia del Parque. En una reunión que tuvo con Puiggari estuvo Gervasoni. También Tanger fue al Colegio del Huerto a llevarme una documentación sobre Ilarraz, a pedirme que firmara algo.

El cura Leonardo Tovar declaró que Gervasoni buscó encubrir a Puiggari. ¿Pensas lo mismo?

-Yo no tengo nada contra el arzobispo. Solamente cuestiono el hecho de taparse uno a otro para no quedar al descubierto. Hay un encubrimiento. Yo vengo gestionando de antes que salga a los medios este caso. En 2010 fui con (el arzobispo Mario) Maulión. Nunca han dado respuesta. Siempre han querido manipular. Han hecho manipulación de ocnciencias y han intentado sembrar el temor. Pedían que no se ensucie al Seminario, a la Iglesia, que hiciéramos el mal. Y si hablabas, te señalaban como traidor. Hubo que romper todas esas barreras. Yo lo hice por mí y por mi familia. Detrás mío hay una lucha de padres, de hermanos, de muchos.

-¿Cómo te sentis después de este proceso? 

-Muy tranquilo, porque nunca agrandé ni achiqué nada. Yo conté lo que viví y lo que sufrí. Lo vivo con mucha paz. Puedo caminar tranquilo. No he hecho nada que no debía hacer. Yo sigo siendo católico. Uno ve este modus operandi de esta gente, y pienso: no quiero para mi religión esto.

-¿Alguna vez te pidieron perdón? 

-Directamente, no me han pedido perdón. Siempre te han querido convencer de que no hables, que no salga a la luz este caso. Se ocuparon de que este caso no saliera a la luz. Si salía a la luz, automáticamente quedaban pegados ellos. Nunca hubo pedido perdón. No sé si ya es tarde. Lo que me sirve es el reconocimiento de la Justicia.

Habla de su familia, del dolor que atravesaron, de cómo atravesaron todo el proceso, aunque prefiere guardar silencio sobre es testimonio que brindó su hermano sacerdote, Diego Rausch, en el juicio a Ilarraz. Que eso, pide, quede en la intimidad de ellos dos.

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.