La respuesta de la primera dama de Chile, Cecilia Morel, a la rebelión que se vive en las calles de ese país fue insólita pero sintomática: expresa el pensamiento de la corporación política ante el descontento social que fue brutalmente reprimido por las fuerzas militares que sacó a la calle el presidente Sebastián Piñera.
En medio de las masivas manifestaciones que se están registrando en Chile por el descontento social con la clase gobernante, un audio de WhatsApp de 51 segundos generó una gran polémica. Se trataba de una grabación en la que se oye hablar a la primera dama de Chile, Cecilia Morel, diciéndole a una amiga: «Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice».
Y agrega: «Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar las comidas y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás».
«Esta movilización en la calle, interpela al arco político, pero el arco político parece no estar escuchando», analiza el periodista chileno Eneas Espinoza. «La manera más fácil de resumir lo que pasa hoy en Chile es utilizando una frase que surgió de las mismas marchas: ´No son 30 pesos, son 30 años´. Esa frase define muy bien lo que está pasando en Chile. Todo esto estalla hace 9 días, con las primeras manifestaciones de los secundarios, que saltan molinetes en protesta por el aumento del precio del pasaje del subte. El precio sube de manera automática en Chile, no por una decisión política, sino por aplicación de una ley, que dice que a medida que el precio del petróleo sube, supone el recálculo de la tarifa. Subió a $30 chilenos. Parecía que no era alza significativa, dicho esto por las elites gobernantes, que se tomaron muy livianamente al tema», agrega.
En diálogo con el programa Puro Cuento de Radio Costa Paraná 88.1, Espinoza sostuvo: «Lo que pasó es que estallaron 30 años de aguantarse y resistir una democracia siempre amenazada, tutelada por los militares. Cuando hablamos de Chile, hablamos de una democracia que funciona con una Constitución de 1980, aprobada por Augusto Pinochet Ugarte, el dictador. Esa Constitución ha recibido parches, reformas pequeñas, modificaciones consensuadas siempre entre el partido gobernante y la o consensuada por el partido gobernante y la oposición. Hemos estado gobernado, en forma distinta, por la derecha o por la centroderecha, nunca por la centroizquierda, a pesar de que hubo partidos que se identificaron con la centroizquierda, como el de Michelle Bachelet. Esas reformas no alcanzaron a reformar las instituciones».
Las protestas en las calles por exigir la vuelta atrás con el precio del pasaje de subte, y, más profundamente, para reclamar cambios en el sistema político y económico derivaron en una respuesta a cara de piedra de parte de la administración Piñera: la militarización del país. «Hoy lo que vemos son las graves violaciones a los derechos humanos y la represión con los militares en la calle. La presencia de los militares en las calles es una decisión absolutamente constitucional. Piñera tiene facultades para hacerlo, facultades que se la dan leyes aprobadas en dictadura, que le permiten sacar militarse a la calle y reprimir», sostiene.
La furia de la represión incluye ingresar de forma violenta a los domicilios y sacar a las personas detenidas, «establecer centro de torturas, en uno de las estaciones de subte, por ejemplo, en Plaza Italia»: allí Carabineros, una policía militarizada en Chile, estableció un centro de tortura.
«El combo es completo -ilustra-. Cuando las fuerzas de represión actúan sobre el pueblo, utilizan todo lo que tienen a su alcance. Una de las formas de violencia, de las más habituales, que además no es primera vez que se denuncia en Chile, lo que pasa es que ahora es masivo, y visto por la prensa internacional y alternativa, son las vejaciones a las mujeres detenidas. Han habido denuncias muy fuertes de mujeres y de niñas adolescentes que han sufrido vejámenes de todo tipo. Desde amenazas de violación hasta que las desnudan, les colocan las armas en sus partes privadas, amenazándolas que las van a penetrar con el fusil. Esto está ocurriendo. Hay otros detenidos a quienes han encadenado y los han colgado de una antena, fingiendo una crucifixión. Este tipo de cosas están ocurriendo ahora».
¿Quiénes están hoy en las calles de Santiago y de varias ciudades de Chile? ¿Son jóvenes? ¿Son millenials, la generación que nació con las redes sociales? ¿Hay líderes? ¿Qué hacen la oposición, los partidos tradicionales, los sindicatos?
Espinoza no concuerda con la idea de una revuelta exclusivamente juvenil: ve a todos los sectores en las calles. Tampoco acuerda con la idea de que la militarización es un tema de ahora. «Si bien los militares no habían estado en las calles, y solo los vimos en los terremotos, por una ley de Piñera, los militares están controlando cada una de las elecciones. Para un chileno es normal, pero a un extranjero ver a un militar custodiando centros de votación, no, lo descoloca. En día de votación, las escuelas están custodiadas por el ejército. Hay militares de traje de combate cuidando las urnas. Ellos son los garantes del proceso electoral. Se han dado protestas sociales, lo que pasa es que son rápidamente reprimidas por Carabineros, que es una policía militarizada», apuntó.
De momento, no ve liderazgos en la protesta, porque las organizaciones sociales y sindicales han sido desarticuladas por la dictadura de Pinochet. «No son tan fuerte los sindicatos. Los sindicatos se encontraron con esto en la calle, y después se sumaron. Los partidos políticos de la oposición, en cambio, están divididos. Hay un sector de la oposición que ha votado todo a Piñera, que ha profundizado el modelo contra el cual la gente está luchando en las calles. Hoy la oposición está dividida», plantea.
Y define el estado de situación con esta frase: «Hoy día lo que está en discusión es el sistema político completo».
Ese cuestionamiento apunta de lleno al modelo económico de Chile, considerado por muchos como un «ejemplo» a seguir. «En Chile -sostiene Espinosa Gallardo- todo es privado. El agua es privada, todo tiene dueño. Por ahora, sólo el aire es gratis. Las universidades públicas son aranceladas. El único modo de estudiar es teniendo dinero o endeudándose. Las familias viven endeudadas. Un ingreso mensual no alcanza para que una persona sobreviva. La mayor parte del dinero se va en gastos elementales. La gente usa la tarjeta de crédito para pagar la comida, algo que está pasando ahora acá en Argentina. En Chile ha pasado todo el tiempo».
En resumen, apunta, si hay que explicar el Chile de hoy habría que decir que «es como si hubieran pasado 30 años de macrismo». Aunque de momento no hay impacto en el sector de las clases dominante. «Esta movilización en la calle interpela al arco político, pero el arco político parece no estar escuchando».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.