El sacerdote Leandro Bonnin concedió una entrevista a la Agencia Católica de Informaciones (ACI), un portal cuya sede central se encuentra en Lima, Perú, en la que defendió con ahínco el celibato en el clero, por cuanto, dijo, tiene un «valor profético», que «significa que la misma existencia de un varón sacerdote célibe es una palabra de Dios dicha al mundo actual, una palabra que –ciertamente– molesta y genera incomodidad, y por ello suele ser atacada”.

Bonnin, que el último año estuvo destinado en la parroquia Santa Elena, y a partir de 2020 ejercerá en Cristo Peregrino, de Paraná, es un férreo opositor al protocolo de aborto no punible y a la educación sexual integral con perspectiva de género. Llegó a escribir un libro que fija su postura inequívoca respecto a estos temas: «La familia ante el desafío de la ideología de género». Ahora, elaboró una especie de decálogo para explicar, y defender, el celibato dentro del clero.

Bonnin ha dicho que para que un sacerdote sea fiel al celibato “la primera clave es no confiar en nuestras propias fuerzas”, sino “en la fuerza de la Gracia de Dios”.

El abecé sería así:

  1. Una “necesaria prudencia en las relaciones interpersonales”.
  2. Ser “humildes y no exponernos a situaciones donde el corazón y la sensibilidad pueden desordenarse”.
  3. Dar importancia a la “fraternidad sacerdotal y la humildad para saber detectar si el fervor se va enfriando y en el horizonte pueden aparecer otras opciones diversas a las que uno hizo al ordenarse”.
  4. Considera Bonnin que  “la sana amistad con laicos y familias –la propia y las de la comunidad– otorgan un soporte afectivo valiosísimo”.
  5. Es muy importante, agrega, “el cultivo de la intimidad con María Santísima, quien le regala al sacerdote una experiencia hermosa no solo de maternidad sino también del descubrimiento y la valoración de lo femenino como fuente de vida”.

“El mundo no cree en el celibato no solo por los casos de abuso o infidelidad, no solo porque sea como una ‘provocación’ a una sociedad hedonista y pansexualista, sino porque los sacerdotes algunas veces no nos mostramos alegres en nuestra consagración”, evaluó este cura nacido en 1° de Mayo, en la costa del Uruguay.

En ese sentido, cree que si los presbíteros tienen mal trato con los demás, no sonríen, se critican unos a otros, nunca están disponibles, no atienden confesiones o enfermos, o son ambiciosos, “entonces está claro que el mundo no puede concebir el celibato como una riqueza”, sino solo queda “pensar que somos unos ‘pobres tipos’”.

“Si, por el contrario, nos ven contentos, seguros, entusiastas, serenos, orantes, apasionados con lo que hacemos… aunque no logren entender, van a valorar esta opción de vida, porque en nuestros rostros resplandecerá el gozo de la entrega”, concluye.

Bonnin considera que “es un carisma concedido a algunos miembros de la Iglesia y un llamado a consagrar completamente la propia vida a Dios –en primer lugar– y a la Iglesia, haciendo de la propia vida un don completo de sí mismo”, dijo, y añadió que “el celibato no es negación, sino afirmación de la realidad y la primacía de Dios y de la libertad humana como capacidad de la persona de donarse a sí misma”.

“En el Cielo todos estaremos ‘consagrados’ completamente a Dios, le perteneceremos a Él sin mediaciones. El célibe –al igual las mujeres que viven la virginidad consagrada– anticipan en este mundo lo que todos viviremos después de la muerte: la completa pertenencia a Dios”, afirmó el sacerdote.

Cómo surgió el celibato

El celibato clerical, o sea, el voto que obliga a los sacerdotes a permanecer castos, no es un dogma de fe, sino un reglamento de la Iglesia. No siempre los curas fueron célibes en la Iglesia Católica: el tema empezó a ser tratado con preocupación para evitar “la degradación moral” del clero a partir del siglo XI, de la mano de los Papas León IX y Gregorio VII.

Pero se constituyó en una reglamentación de la vida interna de la Iglesia en los dos concilios de Letrán –realizados en Roma, en la Iglesia de San Juan de Letrán-: el primero, en 1123; y el segundo, en 1139. Desde entonces, quedó establecido que los clérigos no podrían casarse o relacionarse con concubinas. El tercer Concilio de Letrán, en 1215, volvió a defender el celibato en el clero, y lo mismo hizo el Concilio de Trento –al norte de Italia-, entre 1545 y 1563.

En el siglo XX, el tema volvió a resurgir con el Papa Pío XII, que defendió el celibato en la encíclica Sacra Virginitas. Y en el Concilio Vaticano II, en 1965, el Papa Pablo VI también divulgó un documento, De Sacerdotio Ministeriali, abordando el asunto, según refleja un informe de la BBC.

En una carta de 1979, el papa Juan Pablo II afirmó: «Fruto del equívoco -si no de mala fe- es la opinión, con frecuencia difundida, de que el celibato sacerdotal en la Iglesia católica es sólo una institución impuesta por ley a aquellos que reciben el sacramento de la Orden. Todos sabemos que no es así».

«Todo sacerdote que reciba el sacramento de la Orden se compromete al celibato con plena conciencia y libertad, después de la preparación de varios años, profunda reflexión y asidua oración», escribió el pontífice.

«Toma esa decisión sólo después de haber llegado a la firme convicción de que Cristo le concede ese ‘don’, por el bien de la Iglesia y para el servicio de los demás. Sólo entonces se compromete a observarlo toda la vida», explicó.

Su sucesor Benedicto XVI también hizo declaraciones acerca del celibato: «Para comprender bien lo que significa la castidad debemos partir de su contenido positivo, explicando que la misión de Cristo lo llevaba a una dedicación pura y total hacia los seres humanos».

«Con el voto de castidad, los sacerdotes, religiosos y religiosas, no se consagran al individualismo o a una vida aislada, sino que prometen solemnemente poner las relaciones intensas de las cuales son capaces al servicio del Reino de Dios», dijo en una homilía.

Francisco también abordó el tema. “El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida que yo aprecio mucho y creo que es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe, siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo», reconoció el Papa. «En este momento, sin embargo, no lo tenemos pensado», especificó.

Fotos: Clarín y Arzobispado de Paraná

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.