Por Mónica Ruiz Diaz (*)

No todos tienen impresora o datos en su celular.

Hay familias que viven de la changa y están encerrados, angustiados, pensando en el día a día y encima deben enseñar a dividir por dos cifras, enseñar clasificación de sustantivos y adjetivos, conjugación de verbos.

Me ha tocado ayudar a unas mamás de un barrio muy vulnerable, que, encima de estar sin poder hacer changas, se enfrentan a este problema.

¿Es oportuno?

¿Queremos demostrar que la escuela y el maestro no somos necesarios? ¿Que el vínculo áulico no es importante?

No se trata de eso.

Hoy es tiempo de otra cosa.

Los saberes curriculares pueden esperar. Si tenemos la posibilidad, mantengamos comunicación con las familias para ver cómo están, acompañemos, mandemos abrazos, mandemos sonrisas, hagamos saber que no están solos, recomendemos que escriban rutinas de la familia, propongamos leer algún libro.  Enseñemos algún juego para hacer en familia o que construyan algo todos juntos con lo que tengan en la casa.

Es un momento único en la historia: 189 países infectados con el coronavirus. Espero que se entiendan mis palabras: no es que estemos de vacaciones porque no lo son.

Hay cuadernillos que han enviado por whatsapp para que familias de escasísimos recursos, de trabajos informales, que están parados, deban imprimir.

¿Quién da las directivas? Quién controla? Se hará cierre y puesta en común en el aula el día que regresemos?

Parece que nos olvidamos de la esencia de nuestro rol.

Yo tengo alumnos particulares on line de escuelas particulares y ellos todos los días deben subir a una plataforma las actividades. Se las corrigen, les hacen devolución y explicación de los errores y tienen vía abierta de comunicación.

Pero, como siempre, el que puede pagar tiene otra atención.

Y esto duele.

(*) Mönica Ruiz Dia es docente.