Por Leandro Bonnin (*)

Mi solidaridad ¿es verdadera o es una cáscara, una postura «pal feis», un slogan?

Si me entero que un vecino o el familiar cercano de un vecino tiene el virus, ¿me voy a solidarizar con él y ofrecerle ayuda? ¿O voy a suplicar que se lo lleven bien lejos y que si es posible desaparezca de la faz de la tierra? ¿Lo voy a apoyar y contener del modo posible o lo voy a escrachar por las redes a él y a toda su familia y su árbol genealógico hasta la décima generación?

Es lindo aplaudir a los profesionales de la salud por los balcones pero, si tengo un vecino médico o enfermero y me entero que en el Hospital donde trabaja hay algún caso positivo… ¿lo voy a seguir felicitando y recibiendo con orgullo? ¿O pasaré a considerarlo un «virus caminante», un «apestado» o -peor aún, como me contó un amigo hoy- un HDP, un peligro potencial?

Señor, dame un corazón verdaderamente cristiano.

Auténticamente solidario.

Sincero y generoso.

Señor, que esta pandemia me permita descubrir cuánto hay en mí de amor y cuánto de egoísmo a purificar.

Señor, que pueda mirarme con honestidad, mirar a los otros con ternura y comprensión.

Señor, que el miedo no me vuelva inhumano y cruel.

Amén.

Foto: Clarín

(*) Leandro Bonnin es sacerdote, párroco en Cristo Peregrino, de Paraná.