Por José Raúl Velázquez (*)

La situación de los presos en estos últimos días ha colmado la agenda de los medios y la de los vecinos en general. 

Inclusive, este jueves a la noche hubo una suerte de cacerolazos, gritos y demás onomatopeyas en contra de la liberación de presos por Covid-19.

Este hecho ha sido llamativo para mí, porque en la realidad entrerriana, nada de eso ha pasado. Y en lo que respecta al Covid-19 es solo una circunstancia.

Para continuar, se han generado discusiones al mejor estilo binario (0-1), cargada de frases, eslóganes y pasiones que ensanchan alguno de los extremos, como si fuese una pugna.

Yo, desde mi rol, propongo de una buena vez dejar de lado las discusiones binarias porque no nos conduce a ningún lado.

Hay una realidad no solo de Argentina sino de Sudamericana: una proporcionalidad entre el aumento de la marginalidad y la población carcelaria.

En términos generales, respecto a los hechos ilícitos, el 40% son delitos patrimoniales, otro 20% drogas (narcotráfico y narcomenudeo), 13% otros, y cerca de un 11%, delitos sexuales.

Me animo a reclamar una discusión política ética sobre el tema, no una sobre la coyuntura electoral y hasta por momentos oportunistas.

He pensado varias veces la utilidad de la cárcel, y en este contexto de auge del neoliberalismo financiero, tienen más que ver con una función de depósito de desechos.

Para mí, en este contexto, la condena es un estigma y una forma de ponerle límite a la venganza. La cárcel, un depósito transitorio de desechos, que, pese a los esfuerzos, la resocialización es la excepción.

En este sentido, si fuese por mí, las prisiones de los delitos patrimoniales y no violentos, deben ser domiciliarias.

Y cárcel efectiva para los narcotraficantes (penas superiores a los 6 años), homicidios agravados y para los que cometen delitos de ofensa sexual, femicidios, cumplimiento efectivo sin beneficios.

Pero eso no basta. Se requiere política, pero con una visión inclusiva, que pueda superar esta discusión binaria. Si uno ve los números, el 60% de los delitos son resultados de la marginalidad.

Cuando uno no tiene nada que perder, los valores se relativizan. ¿Qué sentido tiene hablar de la conveniencia de la ley, cuando ella misma excluye?

En mi opinión, una política de deportes para contener intactos los sueños de los niños y niñas, y las expectativas de los adolescentes; y desde allí, la exigibilidad de la educación.

Y trabajo para jóvenes y adultos, en el que el Estado deberá dejar de priorizar los fines recaudatorios y facilitar la generación de unidades productivas.

La verdad es que cuando uno transita la defensa de las leyes que como sociedad hemos acordado te deja un sabor amargo que sean de difícil cumplimiento.

Del mismo modo, la ley absolutamente es fría y tal ha sido la instalación de una discusión binaria que ya no se escuchan las historias de aquellos que atraviesan procesos penales.

La invisibilidad y la indiferencia no nos permiten como sociedad superarnos a nosotros mismos y pretender ser mejores.  

(*) José Raú Velázquez es abogado.