“Lo vi antes por televisión y ahora lo vivo en carne propia”

Así se refiere Javier Roda al asesinato de su hija, Romina, la chica de 23 años que el domingo 26 de abril se convirtió en el primer femicidio ocurrido durante la cuarentena social, preventiva y obligatoria en Entre Ríos. 

El crimen lo cometió su expareja, Jonatan Rivero, de 20 años, en la vivienda precaria donde vivía la joven con sus tres hijos pequeños en el barrio Feria, de La Paz.

Rivero confesó el crimen a un policía y desde el martes pasado se encuentra con prisión preventiva por 120 días en la Unidad Penal N°1 de Paraná. Cuando el caso llegue a juicio, seguramente será condenado a prisión perpetua.

En el medio se conoció que en mayo de 2018 Romina denunció al joven por violencia de género, causa que se tramitó en el Juzgado de Familia de La Paz; y en octubre de ese mismo año hubo una investigación por supuesto abuso sexual simple (tocamientos) a uno de los chicos, pero el expediente fue archivado por la Fiscalía por falta de elementos probatorios.

Mientras la investigación se desarrolla, la familia de Romina busca llenar esa ausencia en los tres pequeños que lo vieron todo. Son un varón de 6 años; y dos nenas de 4 y 2 años. Esta última producto de la relación entre Romina y Jonatan. Ahora, todos se encuentran en la casa de la abuela, la madre de Romina, rodeados de sus tíos y otros afectos.

Sin embargo, para Javier Roda, padre de Romina, la situación es más compleja. La cuarentena social, preventiva y obligatoria por la pandemia del coronavirus dificulta el contacto con sus nietos, puesto que vive en San Gustavo, ciudad ubicada a 78 kilómetros de La Paz. A ello, se le suma la burocracia: que la Policía no puede otorgar un permiso, que sólo puede ir a la ciudad si lo cita la Justicia o que ya habrá respuesta.

Javier ya tuvo contacto con los chicos, con lo cual, el impedimento para verlos suena un sinsentido. Lo hizo en la semana que perdió a su hija, cuando hubo encuentro con familiares y se realizó el funeral. Al volver a San Gustavo, apeló a la ayuda del intendente César Simino, quien lo llevó nuevamente a La Paz, el miércoles 1° de mayo.

“Me trajo el intendente César Simino. Me hizo la gauchada para estar con los chicos, pero no lo puede hacer siempre sin que tenga un permiso. Me gustaría que alguien me ayude para verlos, por lo menos, una vez por semana”, afirmó en diálogo con Entre Ríos Ahora.

También contó que hizo saber de la situación a las autoridades locales del Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf), y también a la Policía. “No me dan permiso para ir a ver a mis nietos. No quiero dejar de verlos, pero la única forma que me dejen pasar es si la Justicia me cita. Si no me dan respuesta, me iré por el campo. Ya perdí un hijo y no voy a esperar perder a otro por no estar en el momento en el que me necesitaron”, dijo.

Los hijos de Romina son tres: un varón de 6 años, y dos nenas, una de 4 y otra de 2 años. Todos estuvieron el día del horror. El mayor de ellos relató a su familia lo que vio. Y lo que vio fue la secuencia del crimen.

Por eso, una de las primeras tareas de la familia fue desmantelar la habitación donde sucedió todo. “La pieza que tenía Romi fue desarmada porque no quieren ver lo que pasó ahí. La hermana, de 17 años, es la que estuvo en el último suspiro. Ella la tomó de la mano y la tapó cuando falleció”, contó Javier.

Por último, dijo que nunca pensó estar en una situación así. “Yo lo miraba antes por televisión y hoy lo vivo en carne propia. Antes del funeral, junto a la madre y un hermano, la vimos. Yo destapé el cuerpo porque quise ver con mis ojos lo que le había hecho. Es algo terrible lo que le hizo”.

Ahora, Javier espera que algún organismo expida un simple permiso para tomar contacto con los hijos de Romina. Quizás ahora sí, el Estado pueda hacer algo.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.