-¿Quién te enseñó a atajar?

-La vida. La intuición. Las características propias. Eso me enseñó a atajar. El fútbol me fue enseñando porque yo no tuve entrenador hasta los 32 años.

A un personaje se lo conoce por un retrato propio o ajeno.  A Sebastián Bértoli se lo puede conocer a través de la biografía que escribió el periodista Washington Varisco, que combina los dos caminos: una mirada del autor junto a la voz del propio  Bértoli, que cuenta lo que quiere contar, muestra lo que quiere mostrar.

La biografía de un personaje contemporáneo en una ciudad chica como Paraná es todo un desafío. Y Bértoli adquiere la categoría de personaje: se empeñó en convertirse en futbolista profesional, en destacarse en las grandes ligas y después, cuando por fin consiguió lo que se había propuesto, dio el salto: en 2015 se convirtió en concejal de la ciudad por el justicialismo.  

Ahora, es presidente del Instituto Autárquico Becario Provincial (Inaubepro) pero entre manos Bértoli tiene la aspiración de llegar a la presidencia de Patronato, el club al que llegó en 2003 y en el que no encontró reconocimiento masivo sino hasta casi una década después y con el que alcanzó el sueño del pibe.

“Bértoli. Las manos del Grella” es un libro que busca contar quién es Sebastián Bértoli más allá del arco, de qué madera está hecho, quién es el último hombre, como cuenta Juan Villoro.

En “El último hombre muere primero”, Juan Villoro cuenta la historia del suicidio del arquero alemán Robert Enke, pero también lo que pasa ahí, al fondo, en el arco. “Casi siempre, los niños desean ser goleadores. Corresponde a los gordos, los muy altos, los lentos o los raros resignarse al puesto que obliga a tirarse y maltratar la ropa en el patio del colegio. El número 1 es el último en un equipo, el recurso final. Sólo en sitios que valoran mucho la resistencia se convierte en favorito”.

Roberto Enke no resistió y lo ganó la depresión.

La historia del arquero Sebastián Bértoli es otra, pero con la misma presión del último hombre: dar buenos resultados, caer bien, vencer el juicio ajeno, mantenerse en el arco.

“Bértoli. Las manos del Grella” transita ese camino, con muchos testimonios, material fotográfico, archivo y entrevistas.

El primer fracaso de Bertoli fue en Newels´s, en Rosario: llegó con 15 años y volvió al poco tiempo a Paraná, con un yeso de mentira para esconder el primer mal trago de su carrera. Tres años después lo intentaría en Racing, y otra vez la misma suerte, y la vuelta al club de barrio donde se inició, Universitario. “Con ese desencanto empezó el verdadero derrotero de Sebastián por el fútbol argentino, o ´la carrera del remo´, como a él le gusta decir”, escribe Washington Varisco en “Bértoli. Las manos del Grella”, un texto que recorre la vida deportiva de quien también fuera concejal de la ciudad por el justicialismo, hoy al frente del Instituto Autárquico Becario Provincial (Inaubepro).

Se trata de una biografía autorizada de un hombre que fue clave en el plantel de Patronato, contada en un tono libre de desmesura: el esfuerzo económico de sus padres para costearle la carrera de futbolista, las primeras pruebas, los fracasos y la perseverancia. En el medio, había que trabajar, y Bértoli hizo e todo, intentó muchos caminos.

Se propuso ser tripulante de cabina de pasajeros, pero no llegó a terminar la carrera; después probó como taxista y más tarde siguió la carrera de técnico en laboratorio. “Los años pasaban, el fútbol profesional estaba lejos y había que ir pensando en el futuro laboral”, cuenta Varisco.

A Bertoli nunca le gustó estudiar, es un dato que aporta el libro, junto a otro que pinta al personaje: “Mi sueño era jugar en Primera”, dirá Bértoli.

“El Ruso lo que buscaba era un laburo que pudiera sostener su carrera, más allá de que fuera semiprofesional. Su desvelo era seguir jugando porque, como cabeza dura que siempre fue, él soñaba con ser alguien algún día en el futbol”, cuenta el libro.

Mientras tanto, mientras esperaba el día en el que el fútbol reconociera en él a “las manos del Grella”, fue chofer de taxis y de remis. Varisco cuenta la anécdota de un hincha que, al subirse a un remis, descubrió que el chofer era el arquero que veía en los partidos de Patronato.

El libro relata las buena y malas en la vida profesional de Bértoli, y cierra con un ida y vuelta que es el principio y fin de la carrera del arquero.

-Y, al final, Seba, después de tanto lío, ¿qué onda jugar en Primera?

-Es hermoso.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora