Por Keili González (*)
Acá en mi casa, tirada sobre mi cama, pensando en volcar unas letras sobre este teclado que el privilegio ha puesto en mis manos, revolviendo entre cajas en donde guardo anotaciones, encontré un papel que decía: “¿Por qué estudié Comunicación Social?”. De inmediato, me vino la necesidad de contestar el interrogante que me suelen hacer cada tanto.
En los tiempos en donde mi travestismo se iba forjando al andar, éramos tan pobres, como analfabetas. Los textos ni oscilaban por estas cuerpas, y si por ahí algo decían, siempre eran otras identidades hablando en nuestros nombres. Ahí vino la escritura y el activismo, no solo como un grito, sino como un primer objeto arte comunicacional. La escritura como descubrimiento de una posibilidad para expresar un discurso propio como “mi biografía”. Ésta no solo ante la necesidad de negociar con un mundo que solo me ofrecía violencia, sino como estrategia disruptiva de la escena política, en donde no había otre que pudiera refutarla.
¿Entonces? Ser una loca pobre, que intervino su cuerpo, nunca podía ser interpretado bajo lo cisgénero. La escritura pensada como lucha y sanación en tiempos donde lo travesti no era apropiado por el activismo. En la escritura descubría una forma de habitar el cuerpo y significarlo en lo público, en lo político.
(*) Keili González es una activista travesti-trans. Fue la primera trans en presentarse como candidata a diputada provincial por el Movimiento de Trabajadores Socialistas (