• Por Mauricio Castaldo (*)

A la pandemia del coronavirus, las y los trabajadores docentes -como parte de todo el pueblo trabajador- le sumamos la pandemia económica que ya lleva por lo menos cinco años -aunque si pensamos con más profundidad que viene de bastante más lejos, viene de los que pensaban que hasta el salario era subversivo- y ahora la pandemia de las opiniones ideologizadas y mediáticas que se agarran sin pensar de cualquier cosa para oponerse a todo, inclusive al sentido común y a la responsabilidad.

Todos queremos volver a la escuela presencial, pero para eso hay que garantizar las condiciones: no puede pensarse el aula como una fiesta clandestina -a la que se le agrega el trago nuevo de la lavandina- o como un feed lot, donde se encierra a las personas y se las desparasita veterinariamente.

Que haya gente que se burla de las disposiciones del cuidado no debe significar que ese descuido y esa irresponsabilidad, que pone en peligro la salud y la vida de todos, sea trasladado a la educación pública.

Al contrario, educar siempre fue tratar de mejorar y corregir lo que está mal en la sociedad. Deben separarse las diferencias partidistas de los problemas de la salud y la educación, que debemos respetar y resolver todos.

Hay que garantizar condiciones adecuadas: vacunación -separemos vacunación de partidismo porque si no, no puede avanzar el debate y además ponemos en riesgo a las y los que nos rodean-, continuidad de los cuidados, protocolos, presupuesto actualizado para higiene y condiciones económicas: aumentos salariales, becas, congelamiento cuotas viviendas y servicios, freno real a la inflación especulativa, tarjeta con seguro sin costo para traslado en colectivo de alumnos y docentes y acceso libre a internet si se va a combinar con modo virtual.

Una negociación paritaria no puede ser una mateada con funcionarios que simpáticamente te siguen jodiendo mientras hacemos como que miramos para otro lado.

Paritaria con más inflación es continuidad de la política económica del macrismo pero por otros medios. La contribución de las grandes fortunas debe transformarse en un impuesto federal permanente para financiar más salud y más educación.

Discutamos la situación con responsabilidad: las opiniones enloquecidas por el odio mediático terminan pidiendo desesperadamente respiradores a quién estuviste insultando, como los bolsonaristas de Brasil con Venezuela, o terminás como los cornudos de Trump intentando saquear la casa de gobierno mientras le hacés la venia al bochorno universal.

(*) Mauricio Castaldo es profesor de Historia y militante de la filial María Grande de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer).