El Salón Blanco de Casa de Gobierno tiene una belleza que incomoda: es alto, luminoso, con una estética de otro siglo. Si se lo observa con detenimiento, tiene las dimensiones justas: no es ni muy grande ni muy estrecho, y aunque aquí adentro se vela a un muerto, y la gente rodea al féretro, y se arremolina alrededor de esa caja de madera que está cerrada, no hay sensación de agobio.

A las 3 de la tarde de este martes comenzó el velatorio de los restos del exgobernador Jorge Pedro Busti en un día de calor imposible: afuera hay una logística para recibir a muchos. Se pusieron vallas, se ordenó el ingreso de modo de no producir aglomeraciones y en medio de Plaza Mansilla hay  tres dispenser con agua y vasitos de plástico. Pero la presencia de gente es discreta. Ingresan de a pocos. En el primer piso de Casa de Gobierno, en el Salón Blanco, se velan los restos del exgobernador Busti.

Los periodistas están sobre uno de los pasillos que da al Patio de las Palmeras, y los separa una valla metálica. Adentro, en ese salón de una belleza singular, alrededor del féretro, sólo personas muy cercanas a la familia. Y los pocos que pueden ingresar. No muchos. Aunque el movimiento no se detiene. Es un velatorio: se llega, se está el tiempo necesario y se marcha. Es una convención que nadie discute. Llegan coronas de flores, también, en forma constante. Muchas. Ingresa uno que dice: «Cristina Kirchner y familia». Otra, del Comité Provincial de la UCR; del directorio y de los empleados del Instituto del Seguro; otro ramo tiene esta leyenda: «Pocho y Emi».

El deceso de Busti se produjo a los 74 años este lunes, en una clínica de Buenos Aires adonde había sido trasladado para que le practicaran una compleja cirugía cardíaca. La primera se le realizó el juves 9 del atual; luego, vinieron cuatro más; de la última no pudo reponerse. Antes de someterse a esa cirugía, el propio Busti -tres veces gobernador de Entre Ríos; dos veces intendente de su ciudad, Concordia- había dicho:“Estoy tranquilo, rodeado de mi familia y amigos, y dispuesto afrontar esta operación”.

Elvio Bordet, que fue funcionario de Busti en la Intendencia de Concordia, padre del actual gobernador Gustavo Bordet, recordó una frase que el extitular del Ejecutivo le dijo antes de viajar a internarse al Instituto Cardiovascular de Buenos Aires: «Me dijo: ´Nos vemos antes de las Fiestas, o cuando Dios quiera´. Bueno, será cuando Dios quiera».

Por el velatorio en el Salón Blanco de Casa de Gobierno desfilaron jueces, funcionarios, exfuncionarios, sindicalistas, miembros de organizaciones sociales, propios y extraños. El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, llegó a mediatarde, saludó de forma protocolar, y se acomodó a un costado del ingreso a la sala mortuoria. Charló un rato con la esposa del Gobernador, Mariel Ávila, y esperó al titular del Ejecutivo. Después, se fue, silencioso.

El camarista Marcelo Baridón llegó junto al extitular de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), Edgardo Massarotti. También se lo vio a Juan Pablo Aguilera, cuñado del exgobernador Sergio Urribarri, que ingresó junto a los abogados Raúl Barrandeguy y Candelario Pérez. Aguilera se quedó en el Salón Blanco, pero lejos del centro de la escena. Al rato, salió sigiloso.

También estuvieron los exvicegobernadores Héctor Alanis y Pedro Guastavino. «No podía dejar de darle el último adiós», dijo Roberto Romani. La ministra de Gobierno, Rosario Romero, llegó acompañada de su esposo, el exintendente y actual interventor del Ente Provincial Regulalador de la Energía (EPRE), José Carlos Halle, y sus dos hijos, Santiago Halle, secretario de Gobierno de la Municipalidad de Paraná, y Victoria Halle.  «Fue un padre para todos nosotros», resumió el exintendente Halle la figura de Busti.

El interventor del Ente Nacional de Obras Hídricas y Saneamiento (Enohsa), Enrique Cresto, recordó la relación entre su familia y Busti que hubo por años, y detalló de qué modo el exgobernador estaba al corriente de cada detalle, cada crítica que escuchaba sobre Concordia. «Me mandaba mails contándome eso. Le respondía que no se preocupe, que eran operaciones políticas, pero él insistía en que había que atender la gestión. Estaba en todo», contó.

«Hoy vengo a despedir a un amigo, a un compañero, con quien aprendí mucho de la gestión. Lo aprendí siendo su ministro. Entendí cómo debía atender los problemas de gobierno de esa época. Fue invalorable como consejero, hombre permanente de consulta», recordó el gobernador Bordet.

 

El actual titular del Poder Ejecutivo recordó una anécdota: el 30 de octubre de 1983, día de elecciones post dictadura, y lo vio bajar de su Fiat 600 de color azul rumbo a la sede del Partido Justiciasta. En esas elecciones, el peronismo perdió la Nación y la Provincia, pero ganó en Concordia. «Quizá no fue el primero, pero sí el más importante de los encuentros que tuve -dijo y agregó-: Desde entonces estuvimos en ruta. A veces, por motivos de la política, en espacios distintos, pero siempre en el marco de profundo respeto. Siento por Busti admiración, agradecimiento y respeto».

Después, hubo una especie de reunión cumbre en el Salón Blanco, alrededor del cajón con los restos de Busti: los gobernadores de Entre Ríos, Gustavo Bordet; de Santa Fe, Omar Perotti; y de Córdoba, Juan Schiaretti, despidieron al exprimer mandatario.

 

Al lado del féretro de Busti, su viuda, Cristina Cremer, mostraba la entereza que sigue a una pérdida. A su alrededor, un grupo de jóvenes del regimento Dragones de Entre Ríos, el escuadrón formado por Francisco Ramírez, se turna para rendir honores.

Cae la noche y el calor no amaina este martes de diciembre. El velatorio continúa, y el desfile de gente, también. No hay muchos, ni tantos. Busti, claro, ya es historia de esta patria chica.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora