El sacerdote Leandro Bonnin calificó como «crímenes» a los abusos sexuales que protagonizan miembros de la Iglesia Católica.
«El dolor, la vergüenza, y la impotencia que como sacerdote experimento por semejantes crímenes cometidos por hermanos en el ministerio es completamente abrumador e inexplicable», dijo, y reveló públicamente que le ha tocado acompañar a víctimas de abuso.
«Me ha tocado como sacerdote acompañar a muchas personas que han sido víctimas de abuso por familiares o extraños, y conozco por sus relatos todo el sufrimiento que -por años, e incluso por la vida entera- éste acarrea», expresó.
Bonnin es entrerriano –nació en San José, aunque se ordenó en Paraná, en 2005–pero ahora está en Colonia Berthet, Chaco. Su último destino aquí fue como vicario en la Parroquia Nuestra Señora de la Piedad. En 2010, formó parte del grupo de sacerdotes del decanato III que firmó una carta dirigida al entonces arzobispo Mario Maulión, pidiendo que se denunciaran en la Justicia los abusos a menores del cura Justo José Ilarraz.
El 15 de septiembre de 2010 un grupo de ocho sacerdotes, pertenecientes al decanato III de la diócesis de Paraná –la jurisdicción de la diócesis de Paraná, que comprende los departamentos Diamante, Feliciano, La Paz, Nogoyá, Paraná, Villaguay, y los distritos Achiras, Banderas y Sauce de Luna del departamento Federal, se divide en 9 decanatos– trató por primera vez el caso Ilarraz.

Volvieron sobre el asunto en una reunión extraordinaria, el jueves 23 de ese mes, y entonces se acordó transcribir en una carta esa preocupación y presentársela a las autoridades eclesiásticas.

Allí, pusieron de manifiesto la «creciente notoriedad» del caso Ilarraz, quien fuera formador de aspirantes al sacerdocio en el Seminario de Paraná.

Y se mostraron preocupados por el hecho de que el sacerdote siguiera ejerciendo el ministerio, aún en medio de las sospechas y las denuncias, con la posibilidad de seguir repitiendo esos abusos.

Más alarmados se mostraron al comprobar la falta de abordaje por parte de las autoridades de la Iglesia del tema, sin siquiera existir una sanción canónica ni una denuncia judicial.

Eso los llevó a plantear al arzobispo Mario Maulión la preocupación respecto del silencio, actitud que podría ser interpretada por los fieles como un acto de encubrimiento.
Uno de los que firmó la carta, fue, como se dijo, Bonnin.
Ahora, el sacerdote vuelve sobre el tema en forma pública.

«Entiendo y comparto el sufrimiento de todos los católicos ´de a pie´, que además de intentar vivir su fe -con lo difícil que esto es- deben sufrir la burla, el desprestigio y hasta la acusación de complicidad con reales o supuestos crímenes –sostiene–. El dolor es inaudito e inconmensurable. No obstante, el dolor y el reconocimiento de tanto pecado y maldad no nos debe nublar la razón. Debemos unir ese dolor con la lucidez, con la claridad mental, para que ´el árbol no tape el bosque´».
Después, en un texto que publicó en su muro de Facebook, hace un enseñayo de «preguntas y respuestas»:
–¿Es verdad que algunos sacerdotes abusaron sexualmente de menores?
–Sí, es verdad.
— ¿Es verdad que algunos miembros de la jerarquía eclesiástica no hicieron todo lo que estuvo a su alcance para evitar los abusos o, una vez constatados, castigar al abusador del modo justo?
–Sí, es verdad. Lo señalan algunos hechos y lo reconoce el Papa Benedicto en muchas de sus pronunciaciones, así como también el Papa Francisco.
–¿Esto quiere decir que la Iglesia funciona como una gran red de delito encubierto?
–No. También es verdad que muchos otros miembros de la jerarquía hicieron todo lo posible para evitar o sanar lo cometido. Muchas de estas acciones de prevención y sanación no son de carácter público, lo que no significa que no se hayan hecho. Cada caso merece un análisis particular, pero no es justo decir que la Iglesia funciona como una gran mafia de encubrimiento.
–El pecado-delito de abuso o encubrimiento, ¿es más grave al ser cometido por un sacerdote?
–Sí, es más grave, de una gravedad casi imposible de dimensionar.
–¿Por qué un sacerdote puede llegar a abusar sexualmente de un menor?
–Las causas pueden ser variadas, y no está tan claro el origen. Según estudios hechos en base a casos reales, en algunas pocas ocasiones se registra un desequilibrio mental severo. En otras, el origen puede estar ligado a experiencias traumáticas previas no superadas (…).
–¿Podría haber evitado la Iglesia que ocurrieran estos hechos?
–En algunos casos probablemente sí, si el proceso de discernimiento de la vocación se hubiera realizado con mayor rigor, teniendo en cuenta el factor humano y llegando al fondo de las historias (…).

De la Redacción de Entre Ríos Ahora