Por Paola Robles Duarte (*)
Vamos por partes…
Hoy voté tres veces: desde el navegador Google Chrome, desde el usuario de incógnito del mismo navegador y desde Internet Explorer. Podría haberlo hecho seguramente también desde Mozilla, en fin… pero me pareció un exceso. Es decir: no hay impedimentos en la encuesta lanzada en el portal de la Municipalidad para que, aquellos que quieran hacerlo, puedan votar más de una vez a su “representante cultural”. Basta con que los lectores hagan el intento en este momento y comprueben esto que escribo. Recibirán su “Gracias por realizar al encuesta” todas la veces que voten a su candidato.
Aquel postulante que tenga más simpatizantes con mayor cantidad de horas con acceso a internet, tendrá mayores posibilidades de ganar y de ser “representante cultural” en una ciudad que no termina de comprender que es eso, y que mira con un poco de recelo una iniciativa que el Ejecutivo local impuso, bordeando el snobismo.
La elección con la cual el Municipio reemplazó al tradicional Desfile de la Reina del Turismo, suma por estas horas nuevos cuestionamientos. Entre ellos: ¿Para qué debatirá el Honorable Concejo Deliberante (HCD) un proyecto que el Ejecutivo está implementando hace días? ¿Quién y con qué criterios definió la lista de postulantes? ¿Cuál es la validez de la encuesta si una persona puede votar a su candidato al menos tres veces vía online?
Ahora lo importante: ¿Qué voto y -sobre todo- qué no voto cuando lo hago todas esas veces?
La propuesta irrumpió de manera extraña en el escenario mediático, provocando opiniones a favor y en contra dentro de eso que llamamos “la opinión pública”. En los medios nacionales y provinciales, la eliminación de la elección de la Reina del Turismo en una ciudad donde la imagen que busca instalar el propio Consejo Mixto Gualeguaychú Turismo es la de la joven que posa en conchero y cairel durante una noche de Carnaval, es al menos, contradictoria. Y creer que con esto se avanzó un casillero a nivel local ante el estereotipo de mujer que impuso el patriarcado, es de mínima, una ingenuidad.
Por otra parte, es llamativo que pese a que la defensa de la posición que supuestamente esgrime coherencia ante la creciente violencia de género en nuestro país es el principal argumento del cambio, no vamos a encontrar en la lista de personas postuladas al menos UNA referente local en este área. Y estamos hablando de mujeres que mucho antes que fuera creada el área de género a nivel local tenían varios lustros en su haber de un trabajo silencioso, y sin acompañamiento del Estado, contra la violencia familiar y de género. En honor a la verdad son esas mujeres las que hoy atienden casos de víctimas de violencia de género, acuden a la Justicia, piden al Estado que intervenga y reúnen con gran esfuerzo un mayor presupuesto que aquel que destina el Municipio para el abordaje de estos temas. Así que si lo que preocupa es el incremento de la violencia de género, abordemos las batallas culturales apuntando al “enemigo” y no jugando a la payanga con cifras en reportajes de prensa.
Incluso, y con intención de profundizar, hace días los periodistas nos preguntamos quién y con qué criterios se confeccionó la lista de postulantes que, merecen el mayor de los respetos aunque, en algunos casos, nos preguntemos cómo llegaron allí.
La iniciativa de la gestión del Intendente Martín Piaggio reemplazó de un plumerazo el Desfile de la Reina, pero sin dar batalla contra el estereotipo de la mujer socialmente instalado; no brindó una alternativa de género; no propuso debate; nos puso a votar un referente cultural donde la cuestión de género aparece sesgada, como un aspecto que ni siquiera cobra relevancia, en el evento. Incluso relativiza la doble opresión de la mujer -en función de lo doméstico y lo laboral- porque a aquellas mujeres de la lista las pone en un plano de igualdad con sus contrincantes varones, cuando no hay nada de igual en las posibilidades que esta sociedad le brinda a una mujer -ante las posibilidades que recibe el hombre- para destacarse en determinado ámbito, ya sea el cultural, laboral, intelectual y todos los etcéteras que quieran sumar a la lista.
Y no me vengan con que lo positivo es que se disparó el debate, porque también pudieron hacerlo llenando de contenido áreas que no sabemos bien en qué andan con este tema, sembrando en las escuelas, en las comisiones vecinales, en los clubes; no me vengan con que la superficie “también es importante”, porque esa no es la verdad, es sólo una parte…
No somos lo mismo hombres y mujeres; pretender que lo somos y que esta iniciativa tiene perspectiva de género, sólo muestra ignorancia y liviandad si en realidad lo que se pretende es promover un debate social sobre el tema. Y fundamentalmente, si queremos que las propias mujeres nos empoderemos en este tipo de debates. Imponer como un tutor o adulto mayor a un niño, en vez de generar la discusión… es también en sí misma una contradicción, negarnos como construcciones sociales complejas y ubicarnos en una caja que nos vuelve cada vez más pequeñas ante lo cotidiano.
¿No hubiese sido un paso adelante -en todo caso- evitar la pasada en traje de baño, dejar de reducir a las postulantes a reinas a objetos- cuerpos de consumo, apostando a la creatividad, a la experiencia social, al desempeño intelectual, científico, artístico, humano y -una vez más- a todos los etcéteras que se puedan agregar? ¿No hubiese sido un verdadero jaque a la reina del sistema una mujer valiente y constructora de su destino -pese a todas las adversidades que revisten su existencia de mujer- en otros ámbitos que no sea únicamente el de la belleza o el de la vendedora de un producto turístico? Creo que muchas de las reinas electas anteriormente no han sido solo eso. Creo, en todo caso, que muchas jóvenes se han reducido a eso para poder concursar. Entonces: ¿Por qué no proponerles otra perspectiva en vez de eliminar un ámbito que era femenino -en un sentido amplio y atendiendo a las múltiples feminidades- y que en todo caso merecía transformarse para desterrar al estereotipo?
En cambio, se pretendió creer que atender a la diversidad es justamente “pretender creer” que todos somos iguales. Iguales derechos, iguales posibilidades, SI; pero atendiendo a la diversidad de manera real, porque sino caemos -aunque de una manera más hippie y piola- en la trampa.
Cuáles son las novedades sobre el tema: que no sólo no sabemos de dónde salió la lista de postulantes a los que, insisto, respeto; sino que se puede votar varias veces de acuerdo a las posibilidades cibernéticas del votante, lo cual resta valor ético -al menos- al resultado. El HCD va a debatir en una sesión extraordinaria un proyecto que el oficialismo quiere aprobar porque ya está en marcha, por lo tanto el debate tendrá sus límites. Y como todo tiene que ver con todo, la mezcla parece que vende amplitud, aunque las mujeres hayamos perdido en esta ciudad la oportunidad de hacerle jaque no sólo al rey, sino también a la reina.
Posdata: Es interesante tener en cuenta cómo antes de que el proyecto de la elección del representante cultural fuera aprobado por el HCD y, obviamente antes de ser implementado, se puso especial énfasis desde la Municipalidad en comunicarlo, aunque no se sabía bien cómo y porqué, era lo que se quería publicar. Pocos días después de la operación “representante cultural” el HCD aprobó por unanimidad una resolución que insta a la Cámara de Diputados de la Nación y de la Provincia a avanzar en un proyecto de ley que declare la emergencia nacional en violencia de género, que destine mayor presupuesto y que cree una mesa de consenso local. Ese es un paso. Pero de esto nadie habló. No hubo gacetilla. Tal vez se trate de un paso breve y no tan redituable como para que un medio nacional repare en la noticia, pero tiene bastante más que ver con generar políticas públicas para erradicar la violencia doméstica y sexual, ante tanto cacareo.
(*) Periodista, integrante de la Redacción de R2820, Río Bravo y miembro del equipo periodístico de FM Beat 99UNO.