Este martes, y después de dos años cerrado, reabre el comedor de la parroquia San Miguel Arcángel. Se trata de un comedor comunitario que atiende a la población en situación de calle. La pandemia de coronavirus los obligó a cerrar en 2020.
«No sabemos cuántas personas vendrán. Antes de la pandemia, eran unos 80. La verdad que no estimamos la cantidad para este primer día. Poco a poco se irán enterando», dice Gustavo Horisberger, párroco de San Miguel Arcángel, el emplo que se levanta en Buenos Aires y Carlos Gardel, frente a Plaza Alvear.
No funcionará todos los días. De momento, martes y viernes, a las 12.
«Iremos retomando la apertura total de a poco, a medida que pasen los días. Además, la situación económica del país también afecta a este tipo de actividades ya que el recurso es la solidaridad de las personas que nos ayudan, siempre han sido generosas y la providencia nunca nos dejó faltar un plato de comida. Pero imaginate: un paquete de fideos de 500 gramos en 2019 costaba $40; hoy cuesta entre $75 y $80. El arroz, el kilo en el mismo año $40, hoy cuesta $86. Y en general las personas que nos ayudan son jubilados, que paradójico ¿no?», dice el sacerdote.
En contacto con Entre Ríos Ahora, reflexiona: «Y no pensemos en el pan, la verdura o la carne que hay que comprar. Tratamos de planificar de acuerdo a lo que tenemos, pero el buen Dios nos asiste y hace que se multiplique lo que ponemos en la olla. Sé que el comedor es algo bueno, es una parte del imperativo del amor cristiano, pero no podemos apropiarnos la obligación de resolver la pobreza o el hambre. No le corresponde a la Iglesia. No me conforma dar de comer. Es triste descubrir que hay tres generaciones que no disfrutan un plato de comida ganado con el fruto de su esfuerzo sentados al rededor de una mesa en la que se dialogue, se discuta, se enseñe, se transmitan historias, experiencias, se corrija… esas cosas que han sido parte de la vida social y de la familia de la que muchos gozamos y que tristemente hoy hemos perdido».
El comedor María Rerina -tal el nombre que le dio su fundador, el sacerdote Alejandro Patterson- había dejado de atender comensales con el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) por la pandemia de coronavirus. El 16 de marzo de 2020 fue el último día que sirvieron comida.
El último menú, un guiso de arroz, fue entregado a los 60 comensales, el lunes 16 de marzo de 2020: ese día, las voluntarias del comedor María Reina no dejaron ingresar a la gente al salón ubicado en la parte de atrás del templo. En vez de eso, entregaron viandas que sirvieron en improvisadas bandejas hechas con envases tetrabrik que reciclaron, higienizaron y utilizaron para servir la comida.
La decisión de cerrar el comedor de San Miguel se adoptó en medio de los riesgos por los contagios de Covi-19 en consideración a la edad que tienen las voluntarias que lo atienden. En general, son personas de más de 65 años.
El comedor de San Miguel tiene casi medio siglo de vida. Surgió por impulso del sacerdote Alejandro Patterson, oriundo Johannesburgo, Sudáfrica, donde nació en 1936. Se ordenó sacerdote en 1971 en Dublín, Irlanda. Formó parte de aquel contingente de curas extranjeros que a principios de la década de 1970 se asentó en Paraná, traídos por el arzobispo de entonces, Adolfo Servando Tortolo. Aquí llegó junto a John O’Malley, el padre Juan, fallecido en 2010, Peter O’Connor y Michael Hubbart. Los cuatro habían conseguido en 1966 salir de la congregación de los Hermanos Cristianos, a la que se habían incorporado como educadores. Exclaustrados de esa orden, se incorporaron a los dominicos, y se formaron en sus seminarios. Llegaron a la Argentina en julio de 1972, y al año siguiente se hicieron cargo de la Parroquia San Miguel, en Paraná.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora