Gustavo Amílcar Vales, abogado defensor del cura Marcelino Ricardo Moya, no está seguro de que su defendido se presente este miércoles a prestar declaración indagatoria en los Tribunales de Villaguay, en la causa por abuso de menores que lo tiene como principal imputado.
“Ya está notificado. Pero no sé si se presenta. Eso lo decide el padre. Yo puedo aconsejarlo. Pero no sé”, dijo, ante la consulta.
–¿Y en ese caso?
–Si no va, fijarán otra fecha, o lo llevarán por la fuerza pública. Yo lo asesoro, pero él decide.
–¿En qué etapa está la causa, a su criterio?
— La causa tiene confeccionado un sumario muy grande, hay muchas testimoniales, muchas a favor, y algunos que dan indicio, pero de oídas, de hechos de abuso. Son testigos de oídas. Eso es todo lo que le puedo decir. Pero hay pruebas pendientes. Hay pruebas por resolver
De acuerdo a lo que indicó este lunes por la noche el sitio Análisis Digital, Moya fue citado a indagatoria por la Justicia para este miércoles, a las 10, por “corrupción de menores agravada, en forma reiterada”.
La decisión la adoptó este lunes a mediodía la fiscal de Villaguay, Nadia Benedetti.
Moya fue apartado de todas sus funciones luego de que el 30 de junio de 2015 la Justicia comenzara a tramitar dos denuncias en su contra por abusos. La denuncia apuntó, en principio, a hechos ocurridos mientras Moya fue vicario en la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay, entre 1992 y 1997, donde además ejerció como docente en el Instituto La Inmaculada, aunque también fue capellán de la unidad del Ejército.
Las dos víctimas que lo denunciaron fueron alumnos en La Inmaculada y además integraban el grupo de jóvenes que Moya conformó no bien llegó a Villaguay. Algunos de ellos, incluso solían quedarse a dormir en la casa parroquial, una situación considerada “normal” por sus familias en función de la personalidad del cura: extrovertido y extremadamente seductor.
Una de las víctimas, Pablo Huck, terminó la secundaria en La Inmaculada, y en 1997 se instaló en Rosario, y en Rosario se recibió de médico. Entre 1999 y 2014 tuvo tres terapeutas con las que trató la situación de abuso por la que atravesó de chico, y solamente a finales del año pasado pudo contárselo a sus padres. Cuando se lo contó a su hermana María del Huerto, ésta se conectó con el actual párroco de Santa Rosa de Lima, José Dumoulin, y éste lo impulsó a hacer la denuncia judicial.
–¿A qué edad ocurrieron los abusos?
–No puedo definirlo con precisión. Ocurrieron entre los 14 y los 16 años. Pero en el relato que hice en la Justicia no pude precisar bien en qué año ocurrieron. Sé que dormía en la parroquia, sé que el cura me masturbaba, sé que me practicaba sexo oral. Eso no me olvidé, y no lo olvidé incluso a pesar del trabajo que hice por no recordar. Yo pensé incluso que iba a poder olvidar todo. Pero no pude. Siento como si me pasó una aplanadora espiritual. Incluso, tuve que alejarme de mi profesión, porque caí en el desinterés, en no poder ver al otro como alguien que necesitaba ayuda, sino que sentía desprecio por todo. Estoy como en una pausa.
–Pudiste superar la situación, hacer la denuncia, ¿y ahora?
–Hoy siento que me subí a una moto de 600 centímetros cúbicos y no me quiero bajar. Estoy jugado, quiero seguir con esto en la Justicia, y que no le pase a otro pibe lo mismo que me pasó a mí. Lo que me pasó a mí fue un robo de la inocencia, me quebraron la metáfora de la vida. Sentí que, de golpe, me dijeron en la cara que los reyes magos no existían. Yo siempre hice todo lo que debía hacer, como el chico bueno que era. Pero me pasó esto, y sentí que el mundo no tenía escrúpulos.
–Debió ser un proceso duro llegar a la denuncia en la Justicia.
–A mí me mueve un principio simbólico: primero, asumirme como víctima y después poder dejar de serlo. No quiero quedar atrapado en el lugar de víctima. Para dejar de ser víctima, tengo que llamar al orden a mi psiquis. Para dejar de ser ese chico abusado, tengo que pasar a ser un adulto denunciante, sin ser hipócrita.
Moya está recluido en la casa de sus padres, en María Grande, y está, desde el 30 de junio de 2015, suspendido en el ejercicio del sacerdocio.
El cura, de 47 años, fue ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 1992 por el exarzobispo de Paraná, Estanislao Esteban Karlic, y tuvo entre uno de sus primeros destinos la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay. Allí, precisamente, habría sido el lugar donde ocurrieron los abusos. Aunque según reveló la revista “Análisis” cabe la posibilidad de que también haya abusado de jóvenes que cumplían funciones de voluntarios en el Regimiento de Infantería Mecanizado 5 General Félix De Olazábal, con sede en Villaguay.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.