El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, aludió, sin nombrarla, a la grieta que divide a la sociedad argentina, y en la homilía por el TeDeum por el 25 de Mayo, celebrado en la Iglesia Catedral, dijo: «Urge recrear los lazos de la amistad social entre los argentinos para pacificar los corazones tan heridos y enfrentados. Es imprescindible la reconciliación para poder aspirar a una Nación que tenga pasión por la verdad y compromiso por el bien común».
La celebración religiosa, la primera después de dos años de pandemia de coronavirus a la que asisten autoridades provinciales, municipales y fieles, sirvió para que el arzobispo hiciera un repaso de lo que supuso la pandemia. «Damos gracias al Señor por la posibilidad de volver a encontrarnos en esta iglesia Catedral para orar por la Argentina. El largo período de cuarentena que hemos vivido a consecuencia de la pandemia ha calado hondo en todos nosotros. Ciertamente, no somos los mismos… Extrañamos a hermanas y hermanos que han perdido la vida en este tiempo. A muchos no los hemos podido despedir como hubiésemos querido. Pero los que estamos aquí tampoco somos los mismos de ayer. Un verdadero torbellino ha pasado (y tal vez sigue pasando) en medio nuestro. En esos momentos difíciles el Santo Padre Francisco nos advertía que nadie iba a salir igual, o saldríamos mejores o peores. Es un buen momento para que como sociedad, nos examinemos», sostuvo.
Puiggari aseguró que la emergencia sanitaria «nos ha cambiado la vida, y un primer sentimiento que nos une hoy, es hacer memoria doliente junto a quienes han sufrido durante estos últimos meses la muerte de seres queridos, la enfermedad y sus secuelas, la pérdida de fuentes laborales y la precariedad económica. Para muchas personas este tiempo ha causado un importante deterioro en su ánimo y salud mental, especialmente en los jóvenes y ancianos. Todo esto se ve incrementado cuando ha afectado a las familias más pobres».
El religioso agradeció «a quienes han servido con abnegación heroica: el personal de salud, de seguridad, los servidores públicos, los capellanes y tantos otros que han puesto lo mejor de sí para servir a sus hermanos. Varios perdieron su vida: a ellos nuestra admiración y oración. Que el Señor les recompense con creces. El recuerdo agradecido a estos hermanos nuestros nos exige, a la dirigencia de todo tipo, redoblar el esfuerzo para sacar a nuestra Patria de esta postración, que no es sólo económica, sino principalmente moral».
Al respecto, se manifestó partidario de «refundar los vínculos sociales, tan debilitados en nuestro país», para lo cual, dijo, «debemos apelar a la ética de la solidaridad, y generar una cultura del encuentro. El punto de vista ordenador de una cultura del encuentro debe centrarse en el hombre, principio, sujeto y fin de toda actividad humana».
«Urge recrear los lazos de la amistad social entre los argentinos para pacificar los corazones tan heridos y enfrentados. Es imprescindible la reconciliación para poder aspirar a una Nación que tenga pasión por la verdad y compromiso por el bien común», planteó.
Al TeDeum asistieron el gobernador Gustavo Bordet, la vicegobernadora Laura Stratta, el intendente Adán Bahl y la presidenta del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Susana Medina.
En su homilía, Puiggari sostuvo: «Queremos y necesitamos autoridades (en todos los campos) que busquen genuinamente el bien de los argentinos, que estén dispuestos a buscar acuerdos, que trabajen en forma mancomunada. El verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores propios de los auténticos líderes: la integridad moral, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida».
Luego, señaló: «No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. Tenemos que pensar la Argentina de los próximos 100 años, salir de la mirada cortoplacista; necesitamos un proyecto de país, reafirmando nuestra identidad común, estableciendo políticas públicas con consensos fundamentales que se conviertan en referencias para la vida de la Nación y puedan subsistir más allá de los cambios de gobierno, para lo cual hay que mirar el pasado de nuestra historia».
«Desde los inicios de nuestra comunidad nacional -subrayó-, aún antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia».
Después, planteó: «Hay dificultades, no las negamos. Y frente a ellas tenemos que superar la parálisis frente al mal, vencer la tentación de la queja inútil, de la protesta por la protesta. Debemos reaccionar como Jesús, amando a la Patria, como exigencia del mandamiento que nos pide honrar al padre y a la madre, porque la Patria es el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados, es un bien común de todos los ciudadanos, y como tal, también es un gran deber».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora