Verónica Pimentel tiene el dolor puesto en la voz. Acaba de enterrar a su hija, Rocío Cabrera, de 25 años, y no puede salir del espanto. El jueves a las 6 de la tarde la acompañó al Hospital 9 de Julio, de La Paz, donde debía dar a luz a su segundo hijo. Alumbró a su hijo, pero todo lo que siguió después es un pasaje oscuro del que a duras penas intenta salir.
Ese día, el jueves, cerca de las 10 de la noche, Rocío Cabrera se entera que no habría parto natural sino una cirugía: cesárea. Nadie la había alertado de esa situación. Le había preguntado a su médica, y nada. Verónica Pimentel dice que le había insistido varias veces. Pero Rocío le decía una y otra vez que la doctora le dijo que no, que no habría cesárea, que sería parto natural. No fue preparada para una cirugía. Tampoco para la muerte. Rocío murió sin saber por qué, ni cómo.
La llevaron dos veces al quirófano y una vez la sacaron a los apurones, la metieron en una ambulancia y la derivaron al Hospital San Martín, de Paraná. Llegó casi sin vida. Murió.
María Alejandra Gilles fue la obstetra que atendió a Rocío. Anabella Visiconte, la partera.
«No hemos tenido respuesta. Recién estamos llegando del cementario. Pudimos recuperar el cuerpo de Rocío después de que le hicieron la autopsia. El velatorio empezó a las 3 de la mañana. Recién volvimos del cementerio, con gran dolor por la pérdida de un hijo, que deja un gran vacío, con gran dolor. Todavía no tuvimos respuesta de nadie, nadie nos ha llamado, nadie nos ha explicado, no sabemos qué pasó con ella. Sí sé que a ella me la mataron, que fue una mala praxis, que a ella no la asistieron como deberían haberla asistido. Por la mala praxis de la cesárea tuvo un desangrado interno que desencadenó en un paro y convulsión. La doctora que la atendía no se hizo cargo de atenderla durante la noche. Desde las doce y media de la noche del jueves hasta las 6 de la mañana del viernes, nadie la atendió. Ni la enfermera ni la doctora que le hizo la cesárea. Hicieron abandono de persona. A mi hija nadie la atendió», cuenta Verónica Pimentel en una entrevista desagarradora que mantuvo con el programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7.
-¿Rocío venía haciéndose los controles médicos? ¿En algún momento le dijeron que el parto podía ser de riesgo o que debía someterse a una cesárea?
-En ningun momento la doctora le dijo que era de riesgo. Tenía todos los controles. Ella tenía todos los controles habidos y por haber. El embarazo de ella no era de riesgo. Yo, como mamá, me daba cuenta que la panza era grande para su cuerpo. Le dije que hablara con la partera, que preguntara si no debía ser parto por cesárea. Y me decía que la medica le dijo que no. Ese mismo día que ella va a internarese, de mañana, estuvo con la doctora, y le dijo que iba a ser parto natural. Pero a último momento, se le dio por hacer cesárea a la doctora.
Verónica Pimentel recordó que su hija Rocío se internó el jueves por la tarde en el Hospital 9 de Julio. «El parto ocurre a las diez y veinte. Ella ingresó alrededor de las seis de la tarde. Estaba bastante dolorida. A la mañana, la doctora la atendió. Le dijo que vuelva a la tarde, que iba a empezar con trabajo de parto. Le pregunté si no iba a ser por cesárea, y me dijo que la doctora le volvió a decir que no. Le dije: no sé si vas a poder parir porque el bebé es muy grande. A las 6 de la tarde, me manda mensaje, que se iba al hospita con la suegra. ´Venite en colectivo que ya voy a estar en el hospital´: eso me dijo. Así fue. Cuando llegué, estaba internada y dolorida. Venía todo bien, normal, hasta las nueve y media y diez de la noche, que le pusieron el goteo. Esperaron. Le hicieron tacto y el bebé no había bajado. La doctora le rompió la bolsa y aceleró el goteo. Le dijo que se siente en la pelota. Veo que empieza a perder liquido. Le pregunto a la doctora, y me dice que sí, que era porque le rompió la bolsa. Me hija estaba muy dolorida. Las constracciones eran seguidas. La doctora le aceleró el goteo. Ella gritaba del dolor. Me decía: ´Mami, me duele´. Le dije que tenía que esperar porque el bebé no bajaba. Viene la médica, y dijo que la preparen para cirugía. Entonces, le digo a la doctora que ella le había dicho a la mañana que no iba a ser por cesárea. Ella no daba más del dolor. Las contracciones eran más seguidas. La suben a la camillaempieza con contracciones seguidas. -La doctora se pone guante y le hace tacto y el dolor era peor. No tenía fuerza», detalla.
Entonces, la médica da el diagnóstico, inapelable: «No hay nada que hacer». Iría a quirófano. Fue a quirófano.
Verónica Pimentel quiso asistirla en el parto a su hija. Pero no se lo permitieron. Le dijeron que no había ropa esterilizada.
«Le di un beso y se la llevaron», describe.
Al rato, escucharon el llanto del bebé. Esperaron por el bebé. Se lo entregaron. Rocío llegaría un poco después, estrujada de dolor.
Dice Verónica Pimentel que nunca les advirtieron que algo había ido mal en el parto, ni que su hija estaba en riesgo de vida, ni que deberían someterla a una segunda cirugía, ni que después deberían derivarla a Paraná, custodiada por la Policía.
Ahora, Verónica Pimentel se angustia en preguntas: «¿Por qué no me dijo que estaba grave, que estaba mal, que se estaba muriendo? El hospital no tenía sangre. Llamamos al papá y al tío para que donaran. Pasó el tiempo. No salía de cirugía. Todos estábamos afuera, esperando. Veo a la doctora que pasa y le pregunto qué pasa. Me dice: ´A Rocío la llevan a Paraná. Cuando tenga tiempo hablo con vos´. ¿Esa es la respuesta de una médica a una madre desesperada? A mi hija me la mataron. y no fueron capaces de decirme lo que paba. La mandaron muerta a Paraná. Y encima la sacaron con cordón policial. Con qué necesidad. No querían que nadie se arrime, que nadie la toque. Rocío salió casi muerta de acá. Ni siquiera dejaron que el marido le diera un beso. No quisieron que nadie la toque».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora