Esta crónica es un homenaje a Sergio De la Fuente, responsable de un emblemático almacén que se transformó en una referencia geográfica en Entre Ríos. El hombre que durante muchos años estuvo detrás del mostrador, en ese ida y vuelta tan particular que tienen estos puntos de encuentro en el campo entrerriano, ya no está entre nosotros, pero el boliche sobrevive a una circunstancia propia de la vida. Y esta es la crónica de aquella visita en nuestro sitio.

Un tanto alejado de los centros urbanos, el viejo almacén fundado por Fernando Eliseo Iglesias sintetiza parte de la historia de cientos de familias que vivieron en esta región del departamento Nogoyá, y de muchas que continúan con su cotidiana labor en el campo. Referencia geográfica para una amplia zona, el boliche es, además de punto de encuentro de cuatro caminos, un testimonio insoslayable de la cultura rural.

Una cruz de madera pintada de blanco, con la leyenda “SALVA TU ALMA”, es la inequívoca señal frente al edificio que le presta su nombre a una parte importante del distrito Crucecitas, en el departamento Nogoyá, al sur de la Ruta 18. Bienvenidos: estamos en Almacén Iglesias.

—El nombre del almacén tiene que ver con los antiguos propietarios de estos campos, la familia Iglesias. Ellos eran dueños de mucha tierra, unas 10 mil hectáreas, y de ahí que la zona tomara el nombre —nos cuenta Sergio De la Fuente, al frente del emblemático almacén rural desde hace ya 35 años—. Mi familia lo compró hace unos 70 años, pero el boliche tiene muchos más —aclara.

Algunas referencias biográficas ubican la apertura del almacén en 1890, y los registros colocan a Fernando Eliseo Iglesias como el hombre que abrió por primera vez las puertas del boliche, un rancho de paredes de barro tipo chorizo, donde comenzó la actividad comercial. Allá lejos y hace tiempo, pero en el mismo lugar donde hoy continúa funcionando. Casado con Genoveva Zapata, tuvieron varios hijos —Hugo, Cristóbal y Fernando— que continuaron con el primer almacén hasta los años ’40.

—Hay un ripio que une Viale —que está a unos 35 kilómetros— con Maciá, en el departamento Tala. Ese es el camino principal —nos dice De la Fuente—. La zona es agrícola y ganadera. Pero lo más importante es la estancia Caraguatá, que tiene un tambo muy grande que da trabajo a unas 60 personas. Es lo más importante, es el pulmón para todos —indica, sin necesidad de subrayar que el movimiento económico depende, en gran parte, de lo que generan estos trabajadores asalariados.

Esta esquina del campo tiene, además del almacén, una capilla y la escuela Bautista Aizcorbe, donde concurren chicas y chicos del distrito Crucecitas, el nombre formal de esta jurisdicción. El establecimiento escolar cumplió, en 2020, sus primeros 100 años de actividad educativa, una fecha importante que no pudo ser celebrada por la pandemia.

 

El viejo almacén

—Si mi padre viviera, estaríamos cumpliendo 70 años al frente del almacén —recuerda Sergio, que ha pasado la mitad de ese tiempo al frente del establecimiento comercial—. Hubo una época donde comprábamos el cereal. Se canjeaba mucho: lanas, cueros, huevos traían las familias; lo que producían, y llevaban mercaderías. Hoy eso ya no existe más. La escala es otra; todo eso que menciono hoy lo compran las cooperativas —recuerda con nostalgia.

Un tiempo que ya fue. Las libretas del almacenero que se arreglaban con lo producido en la cosecha:

—Cada seis o siete meses se pagaba así, en ese trueque o canje. Las familias tenían pequeñas parcelas de tierra y les alcanzaba. Era otro tipo de vida —reseña De la Fuente.

El más que centenario almacén ha ido cambiando, con algunas góndolas típicas del autoservicio, donde se ofrecen los variados productos que compran los lugareños, pero conservando el tradicional mostrador para el despacho de bebidas. No es de madera, como otros, sino que luce un reluciente porcelanato donde se apoyan los vasos de los parroquianos que hacen la pausa social cada mediodía y cada noche, para charlar sobre cuestiones vinculadas a las labores del campo, el clima, la última campaña agrícola y el precio de la soja en Chicago.

—Nuestro almacén sigue siendo ese punto de encuentro tradicional. Hay menos población, pero igual siguen pasando. La charla y la copa están presentes, no ya como en la época de antes, donde la gente parece que tenía más tiempo. Esas trasnochadas ya no van más —se ríe el almacenero.

Es cierto. La población rural ya no es la misma de antes, el colectivo que unía Paraná con Basavilbaso hace años que dejó de andar, pero Almacén Iglesias sigue siendo el punto de referencia en esta parte del departamento Nogoyá.

—Estamos en una zona bastante central de la provincia. Cerca de la Ruta 18 —a unos 15 kilómetros—, entre Maciá y Viale, cerca de Villaguay pasando por Raíces. Estamos en las Cuatro Bocas y, como decía don Luis Landriscina, “el boliche está en una esquina, no sé para qué”.

—Después que se cortó el transporte de colectivos, que pasaba todos los días, algunos colectivos chicos tipo trafic hicieron ese servicio, pero tampoco siguió. Pocos pasajeros… —Las leyes del mercado hicieron el resto.

No hay muchos registros sobre aquel primer almacén de los Iglesias, y los relatos boca a boca son los que se imponen.

—Lo que sabemos es que primero fue un rancho con techos de chapa, donde se inició la actividad comercial —responde Sergio.

Años después, los ladrillos reemplazaron aquella construcción tipo chorizo, en el edificio que aún se conserva intacto, con sus ladrillos a la vista, ya gastados por el paso del tiempo. En lo alto, un cartel de chapa azul, con algunas cachaduras, recuerda que alguna vez allí funcionó La Entrerriana – Compañía de Seguros – Agencia. Huellas de otro tiempo.

Quedan pocas familias. A pocos kilómetros estaba el “Campo del Banco”, una propiedad dividida en parcelas pequeñas donde vivían y producían muchas familias. Pero esa experiencia no funcionó, y hoy son grandes extensiones de tierra con pocos propietarios los que terminaron reemplazando al pequeño chacarero. **Concentración en pocas manos**, que le dicen.

—El campo ha adelantado muchísimo. Hay comunicación, teléfono, televisión y mucha tranquilidad. Yo nací acá. Éramos una familia de siete hermanos, yo soy el menor. Me quedé acompañando a mi padre y no estoy arrepentido para nada. Y ya hace unos 35 años que estamos al frente del almacén. Acá estamos bien —concluye Sergio De la Fuente.

Antiguo almacén Iglesias / con tu larga trayectoria / tu mostrador sabe historias / de leyendas y grandezas / cuando en alguna cabeza / tu ginebra cantó glorias.

El verso, adjudicado a Cristóbal Iglesias, hijo de Fernando, el hombre que fundó el viejo almacén en ese cruce de caminos del departamento Nogoyá, sintetiza el espíritu de un lugar que los De la Fuente siguieron conservando. Un sitio que tiene la magia propia de los boliches del campo que van quedando, que continúan siendo refugio de cultura e identidad de la ruralidad entrerriana.

 

Texto: Guido Emilio Ruberto

Fuente: Descubrí Entre Ríos