Una secuencia de nombres se distribuyen en los meses del año por venir. La cita es los segundos sábados en cada hoja del calendario. Y empezó por la letra A. El ciclo se llama Compositoras y tuvo este sábado el encuentro de apertura.

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Estaban, en la sala, las ocho mujeres que pondrán a consideración del público las canciones que vienen gestando, en soledad o en solidaridad con otros autores y autoras. La intención es echar luz de frente a la fecunda inspiración de creadoras que, por lo general, impulsan proyectos de lo más diversos, pero que no suelen subir al escenario con el anuncio en nombre propio. Hay en esto, por supuesto, una idea de perspectiva de género: visibilizar el talento singular de estas compositoras.

La sala mayor de la Casa de la Cultura lució al máximo de su capacidad (unas 120 personas sentadas), en rededor de un escenario menudo, apenas sobre elevado del piso y recargado con instrumentos bañados de luz cenital.

Mientras se esperaba la apertura de sala, minutos antes, el público pudo recorrer la muestra de la reconocida fotógrafa Nora Lezano, que está colgada en el espacio que se amplía en la ochava de Carbó y 9 de julio. “Fan” se llama la puesta y resulta un viaje instantáneo a las emociones del observador, a medida que se impregna de las imágenes increíbles –algunas muy reconocidas- que el virtuosismo de Lezano les arrancó a los ídolos del rock de entre casa, algunos cantantes que se cruzan al folclore o la canción y estrellas internacionales como Iggy Pop o David Bowie.  El resultado es una agitación de recital en vivo, aunque en la sala no se escuche nada más que los autos que pasan haciendo estruendo por Carbó.

Hay que decir, pensando en Compositoras, que la hermosa muestra de Lezano –y no se trata de un dedo señalando a la artista, sino a lo sumo a un reflejo de lo que ha sido la escena musical-, no da con el cupo femenino: la gran mayoría de los retratos son de varones.

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La A del comienzo es de abril y Analía Bosque. Altísima, entre castaña y pelirroja, la artista entró a escena vestida de blanco y empuñó la guitarra, apenas uno de los instrumentos que utilizaría durante el concierto de casi una hora y media. Antes de eso, se vio un video producido por el Instituto Audiovisual de Entre Ríos que funcionó como un prólogo ajustado, compuesto de una canción de Analía y algunas palabras introductorias sobre el asunto del ciclo y su lugar como creadora. Ella utilizó una metáfora muy clara para expresar el enfoque de la propuesta: alguna vez una mujer talentosísima en sociedad con su esposo, anduvo escondida en un seudónimo de varón –Pablo del Cerro- para firmar canciones que había compuesto con él o para él, que no era cualquier marido, sino Atahualpa Yupanqui.

Analía Bosque integra y ha integrado distintas formaciones, dos de ellas –las actuales- tuvieron protagonismo en su presentación: El río las trae y Rumor litoral. Pero sus canciones han tenido otros intérpretes y han funcionado, también, con independencia. Lo que sucede, en efecto, cuando la creación remonta vuelo propio.

El concierto –y el concepto del ciclo- encuentra en lo siguiente, quizá, su mejor costado: en este caso escuchar a Bosque toda junta, reunida en su canción y en su obra, en el devenir de las diferentes instancias que fueron organizando una mirada y que se pueden descubrir, en este caso, de una sola vez. Esa es la aventura mayor de Compositoras:  el descubrimiento de una cantautora por mes que ha gestado en su camino una voz propia, a veces dispersa en los distintos rumbos y reunida aquí para un encuentro cabal con un público que debería asomarse al valioso universo de estas creadoras.

Con la bellísima “Pueblo Bandera”, junto a Celina Federik y Silvia Salomone, Analía abrió un concierto de generoso despliegue de sonidos y estilos, que fueron transitando la chacarera, la cueca, el huayno, la vidala, el tango, la tonada. Su ductilidad instrumental y vocal, le permitieron a Bosque ir delineando un universo de amplias tonalidades y cielos diferentes, hilvanados en torno a una mirada sensible del paisaje, con una vocación por integrar esa vibración de la naturaleza y salir, también, a la calle para jugar el romance de “Te equino en la espera”o una decepción sin olvido como “No hay caso”.

La artista encontró compañía, además, en sus socias de Rumor Litoral, Maru Figueroa y Chela Martínez; compartió una canción de la compositora que vendrá en mayo, Miriam Gutiérrez; ofreció un “Anhelo de zamba” junto a Andrés Meyer en viola y también hizo “Huella sigilosa” con Paola Nuñez en teclado.

Ya cerca del cierre, otra vez con Federik y Salomone, Bosque fue a buscar al público más allá de la orilla del escenario, con una canción hecha a capela. Allí encontraron la cercanía especial para entrelazar, con matices de río, el paso final y dejar plantada la primera huella de este descubrimiento, tan necesario entre el público que quiere oír y las canciones de las compositoras de aquí.

 

Julián Stoppello de la Redacción de Entre Ríos Ahora

Fotos: gentileza de Maxi Elberg.