La Justicia de Nogoyá resolvió archivar las dos denuncias que pesaban sobre el cura Carlos Alberto Benavidez, quien hasta el 10 de junio último ejerció como párroco en San Ramón Nonato, cargo del que fue apartado por decisión de la Iglesia tras viralizarse una serie de esdándalos sexuales que lo tuvieron como protagonista.
«No hubo delito, y por eso las dos denuncias se archivaron», explicaron a Entre Ríos Ahora desde los Tribunales de Nogoyá ante la consulta respecto de la suerte que habían corrido las dos presentaciones contra el cura Benavidez. El apartamiento del sacerdote por disposición de la curia fue de un modo sigiloso, aunque el hecho no tardó en hacerse público a pesar del esfuerzo de la Iglesia por mantener el caso silenciado.
Benavidez, apodado Potoco, fue hasta el 10 de junio responsable del Instituto San Francisco de Asís, aunque los escándalos sexuales de los que fue protagonista se produjeron a partir de sus ofrecimientos de dinero o de trabajo a cambio de «favores». Uno de los primeros chats que se hicieron virales en Nogoyá dio cuenta del pedido de Benavidez a un hombre para que le hiciera masajes.
La primera denuncia judicial contra el sacerdote Benavidez provino de José Sánchez, el changarín que se hizo conocido con la fábula del hallazgo de un maletín con 500 mil dólares que devolvió a su dueño sin pedir nada a cambio. En esa denuncia, el changarín aportó un dato: dijo que en febrero fue a pedirle ayuda para encontrar un trabajo. Se encontraron en la pasa parroquial. En la habitación del sacerdote, éste le pregunta si sabía hacer masajes. Sánchez dijo que no, pero la charla siguió y derivó en un acuerdo: le haría masajes al sacerdote a cambio de $1.000. Eso hizo. Aunque también contó haber tenido sexo con el cura.
La segunda presentación en la Justicia fue hecha por D.M -su identidad se mantiene en reserva porque rehusó la exposición-., un hombre que también dice haber soportado el acoso del sacerdote que, bajo el pretexto de hacerle un “test psicológico”, lo llevó a su habitación. D.M. entendió que toda la situación que vivió con Benavidez iba contra lo que él pensaba que debía ser el accionar de un sacerdote y no dudó en poner al corriente de todo al Arzobispado de Paraná. Hizo una presentación por escrito.
D.M. contó que el episodio tuvo un comienzo en abril pasado. Hombre separado y con una hija en la escuela parroquial San Francisco, empezó a asistir a misa los domingos a San Ramón Nonato como parte de la preparación de la niña para recibir su Confirmación. En esas mismas de domingo, Benavidez invitaba a todos a acercarse a la casa parroquial por las tardes “para confesarse o para charlar sobre cualquier tema o problema que puedan tener, y así brindarle una contención espiritual”. D.M. siguió la recomendación del cura: fue a charlar con él a la casa parroquial. El encuentro fue un día de semana, a la mañana. Pero no siguieron, aunque el papá continuó asistiendo a misa de domingo con su hija.
El 28 de mayo último fue un día clave. D.M. se lo encuentra al cura a la salida de una panadería, y en ese momento Benavidez “me pregunta por qué no fui más a visitarlo” para pedirle “un consejo espiritual”. Intentó zafar diciéndole que en cualquier momento iría, aunque el sacerdote lo urgió: que fuera ese mismo día, y así hizo D.M. El compromiso del cura fue hacerle un “test psicológico”. Fue a la casa parroquial cerca de las 20. “Me hace ingresar por la puerta principal que desemboca a un tipo salón, luego me hizo pasar para el fondo de la casa, que es un lugar donde hay una mesa y tiene su televisor”, describió en su exposición en los Tribunales de Nogoyá. La primera parte del “test” fue una indagación sobre la vida familiar, el divorcio, la relación con sus padres. Después de 50 minutos, D.M. pensó que la charla, y el “test”, habían llegado a su fin y decide levantarse y empezar a salir.
“En ese momento, Benavidez me dice: ´Pará, no te vayas. Si querés, hacemos el test psicológico´. Acto seguido, el cura se levanta y se dirige a su habitación, y le pide a D. M. que lo acompañe. Lo acompaña. El sacerdote le señala la cama y le recomienda: ´Acostate, ponete cómodo´. El sacerdote se sienta junto a la cama e intenta calmarlo. “Me dice que me relajara. En ese momento yo estaba acostado. Me dice que pusiera mis brazos al costado de mi cuerpo. Me pide que cierre los ojos. Yo me ponía más nervioso. Me dice, textualmente: ´Comenzá a tocarte con tus manos todo tu cuerpo, y que las manos vayan donde quieran llegar´”, la frase del cura fue la última. D. M. montó en cólera y se retiró del lugar.
Antes, D.M. había puesto al corriente de esa situación al Arzobispado de Paraná, que el 10 de junio apartó a Benavidez de su función de párroco en Nogoyá.
Y aún cuando la Justicia haya resuelto archivar las dos denuncias, sigue abierto el proceso canónico a Benavidez, tal cual lo indicaron desde la curia. La Iglesia comenzó a intervenir ante “las versiones periodísticas” respecto a “supuestas conductas impropias del sacerdote Carlos Benavídez de la Parroquia San Ramón de Nogoyá, no relacionadas con menores de edad” ni con las instituciones educativas, “se ha iniciado la investigación canónica correspondiente ni bien el arzobispo tuvo contacto con la misiva”, según informó el vocero de la curia, el sacerdote Ignacio Patat.
Patat señaló que “hasta el momento, ésta ha sido la única comunicación formal que este Arzobispado ha recibido, y al momento se ignora si consta alguna en foros judiciales provinciales”. Respecto de Benavidez, expresó que “a fin de facilitar la investigación iniciada por el Arzobispado, se ha solicitado al sacerdote que se mantenga por un tiempo apartado de hecho de la vida parroquial de San Ramón hasta tanto se esclarezca lo sucedido”.
Benavidez es el segundo sacerdote que la curia envía a cuarteles de invierno tras ventilarse aspectos de su vida personal. Antes, la misma disposición adoptó la Iglesia con el cura Alfredo Nicola, quien no puede oficiar misas en público. Y desde hace un año está sin destino: no le han asignado ninguna parroquia. No vive en ninguna casa parroquia. Está alojado en casa de un familiar. También ha perdido el contrato con el Estado: fue, hasta finales de 2017, capellán en el Hospital Fidanza, de Colonia Ensayo, con empleo formal en el Ministerio de Salud.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.