Oyen misa pero no van a misa. Reciben bendiciones pero no las piden. Escuchan a otros golpearse el pecho, y decir por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, pero ellos están atentos a otra cosa. Piden limosna, esa limosna que alguno prefieren dejar en las canastitas que pasan en misa, feligrés por feligrés. Están sentados en la puerta de ingreso a la Catedral. Parecen olvidados. Dios, en ocasiones, está en esa imagen de cerámica iluminada por una luz lechosa, en los altares. Sólo ahí. Acá, no.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.