El abogado Ariel Villanueva, factotum de la ONG Equal, dice que el surgimiento de esa entidad que ahora batalla por la inclusión se dio en un momento peculiar:
«Equal aparece por una movilización personal de varias de las personas que la integramos. Nos encontró a varios en una edad madura, con una trayectoria de suela gastada, y habiendo convivido con la diversidad. Hoy la realidad nos pone en un lugar de tensión. En mi caso, el haber transitado como una persona de 45 años una infancia y una adolescencia en otra época, siendo gay en Paraná, con una identidad oculta para mí. capaz el resto ya lo sabía, y a otros quizá no les importaba. El tema es que a las personas nos atraviesa porque es nuestra vida no vivida. Ese ha sido el punto de unión. En algún momento pensamos en hacer algo para la sociedad».

Ariel Villanueva
El momento actual es lo que ocurrió a principios de mes en Barracas, con un crimen de odio: tres mujeres que mueren de un modo atroz mientras dormían.
El domingo 5 de mayo Justo Fernando Barrientos ejecutó un crimen de odio. Prendió fuego a cuatro mujeres, tres ellas murieron. Las quemó por lesbianas. Pamela Cobbas murió horas después del ataque; Roxana Figueroa murió el miércoles luego de haber ingresado al Instituto del Quemado con su cuerpo comprometido en un 90%; Andrea Amarante murió el domingo, cuando se cumplió una semana del ataque. La otra mujer, Sofía Castro Riglos está a salvo, pero continúa internada. Sus nombres el lunes 13 de mayo quedaron plasmados en las paredes del barrio y del hotel en donde vivían.
Estas situaciones, dirá Ariel Villanueva, «son alarmas graves. Y me llama la atención el silencio de muchos sectores. Se quiere negar que fue un crimen. Fueron tres crímenes. Y desde el odio. El motivo, lo que motivó la muerte de estas tres personas fue el odio a su identidad».

Alejandra Silvestre.
Alejandra Silvestre, 35 años, presidente de la Asociación Argentina de Mujeres Trans, referente en educación sexual integral (ESI) a nivel país, docente en Gualeguay, su ciudad, plantea: «Todo esto que sucede lo veo con mucho pavor, con mucho temor. Las que tenemos algunos años y el cuero más duro, el lomo más golpeado. lo vivimos desde otro lugar, pero con pavor por los que vienen atrás. Son los que defendemos, las infancias y adolescentes, que están creciendo desde 2012 con un marco de derechos que los protege. Cuando crecen estos discursos de odio, eso se replica en la sociedad, en la calle, en los ámbitos educativos, en los espacios sociales en los que convivimos. Hemos vuelto a ver escenas de violencia que hacía un tiempo que no veíamos. Nos da miedo, impotencia, y nos da ganas de salir a militar. Ahora volvemos a militar para que no nos maten».
Alejandra Silvestre ha vivido una adolescencia de espanto. Después, se empoderó, así lo dice, se inscribió en el profesorado docente, fue docente, y desde hace ocho años transita el mundo educativo desde un lugar que apropió: la educación sexual integral. «Fue difícil la secundaria para mí. Volver después como docente quizá no me fue tan difícil porque yo ya estaba empoderada y con un marco normativo que me protegía. Eso es importante. Ahora, los jóvenes y adolescentes viven otra vida, distinta a la que vivimos nosotros», cuenta.
La docente dirá que el odio que ahora se muestra en la sociedad siempre estuvo, agazapado. «No es que dejaron de pensar que a lesbianas y a travestis había que matarlos. Estaban resguardados porque había un Estado que promocionaba los derechos de todos. Tener derechos y haber laburado todos estos años en políticas públicas ha hecho que quienes son jóvenes e infancias estén parados en otro lugar. Lo que hay que hacer es recapacitar sobre estos hechos y poner un freno».
Carla Cusimano ha desarrollado una intensa tarea al frente de la Asociación de Familiares de Víctimas de Delitos Aberrantes (Vidaer).
Pero la temática de la inclusión y los mensajes de odio la interpelan como madre. «Desde lo personal, yo tengo dos miradas. Una, como familiar de víctima, y como titular de una organización que trabaja por las víctimas de homicidio. Y como mamá de una persona gay. Para los familiares es muy duro cuando suceden estas cuestiones. Nos matan a un ser querido. Lo que pasó en Barracas lo entendemos como algo impensado que ocurra en una sociedad civilizada. Como mamá de un niño gay, que hoy es un hombre feliz, realizado, pero que ha tenido que sufrir -y hemos sufrido como familia- el bullying en la escuela, ser golpeado, ser discriminado, sufrido el acoso callejero. Las mujeres tenemos una ley que nos protege del acoso; los gays no lo tienen. Nos ha tocado pasar junto a él los gritos, las burlas, todo eso que las personas, muy entre comillas, diferentes tienen que sufrir en esta sociedad, por cualquier motivo, no solo por la identidad de género. El que sale del cuadradito social, es un diferente, y merece que se le burlen», sostiene.
Cuando Carla Cusimano entendió lo que ocurría con su hijo, tuvo una sola preocupación: «Lo único que me preocupaba era la sociedad. Los demás padres tendrán experiencias distintas. En mi caso como, madre, no me preocupaba su definición en el aspecto sexual. Si una madre o un padre solo mira en su hijo este aspecto, es paupérrimo. Un hijo, una persona, es una integralidad. El aspecto sexual es solo una parte. Yo no puedo ver a mi hijo solo desde ese lugar. Mi preocupación era esa, que no le hicieran daño», relata.
El bullying que soportó su hijo ocurrió hace 25 años, pero no se borra. «Hoy toca pasar todavía que en la calle haya un grito, una burla, un piropo simulado. Hoy, por suerte, mi hijo es una persona que ha podido desarrollarse, y no lo afecta pero la verdad que en esto hay que ver lo que sucede con las personas trans. Es todo un mundo que se genera a través de la falta de empatía, ni siquiera aceptación. Al otro uno lo acepta por su identidad, sino porque es buena o mala persona para uno. La aceptación sexual no existe. Es. Punto. Nadie me acepta a mí por ser heterosexual».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora
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