El sábado anochecía y la casa ubicada en calle Urquiza no nos recibió con las excentricidades a las que nos tiene acostumbrados. Por el contrario, se tiñó de sobriedad y cambió los instrumentos del escenario por una mesa y un micrófono. En vez de pies bailando, había sillas enumeradas y el clima íntimo se hacía notar con una diversidad de edades que no suelen notarse en una fiesta típica de Tierra Bomba.
Todo fue distinto porque ocurrió algo inusual: Hernán Casciari, escritor reconocido, leyendo cuentos en aquel lugar donde los sonidos suelen explotar. Junto a la invitación al espectáculo, podía leerse la advertencia de que «estaba permitido abuchearlo, pero se prohibía tirarle cosas de vidrio a la cara», con la característica ironía que envuelve al autor de “Messi es un perro”. Era de esperarse que a la hora de retomar sus ciclos de lectura, lo hiciera de una manera poco ortodoxa en la que sus fieles lo aplaudan y los detractores critiquen por poco profesionalismo.
A las 21,50, casi una hora más tarde de lo pautado, salió a escena vestido con una remera negra que hacía juego con el mantel de la mesa. No sabemos si era para bajar unos kilos en apariencia o porque se convirtió en un dramaturgo experimentado que no quiere distraer al espectador de las narraciones. Luego de saludar, el personaje simpático que todos recordamos comenzó a quejarse por las luces de colores del lugar y exigió que sólo lo iluminaran con blanco, para después pedir también que no pusieran tan a oscuras al público. La situación tardó unos minutos en resolverse y en el ambiente se creó una tensión que no resulta agradable a la hora de ver una función.
Con algunas risas nerviosas por lo sucedido, arrancó la presentación donde el escritor relató seis cuentos pertenecientes a cada una de sus obras, con adaptaciones que facilitan la lectura en voz alta. Las temáticas son tan variadas como las etapas de su vida que aquellas historias marcan. La marihuana, la compra de un terreno en la luna, un tataranieto que lo visitó del futuro y la importancia del mate, fueron algunos de los tópicos protagonistas con anécdotas de por medio. Por supuesto que no faltaron las referencias a su mejor amigo Chiri, su hija Nina o a su novia Julieta. Al nombrarlos asentimos como si los conociéramos, porque si hay algo que nos regaló con su característica manera de escribir, es a sentirnos parte del mundo que él ve con sus ojos.
Con el correr del repertorio, la incomodidad del inicio pareció quedar en el olvido y las carcajadas tomaron forma. La selección de cuentos fue a lo seguro y apuntó a hacer reír, lo cual causó decepción en algunos al tener en cuenta la cantidad de emociones restantes que pueden encontrarse en un texto suyo. Se trató de un recorrido por sus textos más conocidos, sus hits, sus grandes éxitos. Más allá de eso, la sensibilidad y la expresión que acompaña la voz de Casciari, dejó a un lado esas opiniones y restó importancia a que tanto conociéramos o no sobre las oraciones que salían de su boca, porque toda la escena podía sentirse como si fuera la primera vez.
Para dar cierre a la charla, el autor decidió hablar del infarto que le cambió la vida y lo obligó a volver a radicarse en Argentina. Finalmente el momento reflexivo llegó, pero aún así faltó un poco más. Resulta imposible etiquetarlo a esta altura de su carrera, pero podríamos decir que Casciari es una máquina de contar historias. Y que al hacerlo hipnotiza, inspira, provoca risas y a veces hasta lágrimas. A pesar de cuánto haya cambiado desde sus inicios independientes hasta la actualidad, el sábado Tierra Bomba quedó en silencio para escucharlo hablar y eso lo logró con una silla y una mente que no para de pensar en historias.
Florencia Duré
Foto: Carolina Atencio.
Especial para Entre Ríos Ahora.