“Yo no me arrepiento de nada”.
Carlos Alberto Chiara Díaz se para en el lugar de siempre y busca correr el eje de la discusión pública en la que ahora se ve involucrado. No quiere ser el investigado: le sienta mejor levantar el dedo y señalar lo que los otros hacen mal.
“Me tratan como si hubiera cometido un delito. Yo no cometí ninguna infracción, estoy al día, cumplo con todos los requisitos, serán malas o buenas mis sentencias, pero cumplo. Yo soy el vocal decano, y en función de eso me invitan a las reuniones de Juntas de Cortes de otras provincias, y del mundo. Yo estaba preparándome para recibir la medalla por los 50 años en el Poder Judicial de Entre Ríos y de golpe aparecieron unos señores, y no sé qué moral tienen. Esto parece una película. De pronto aparecieron como los ninjas y no sé de dónde salieron”, dice, con ese lenguaje de barricada que tan bien le sienta.
La voz de Chiara Díaz suena como siempre: aplomada, segura, incisiva, hiriente hasta donde cree necesario. Mordaz. Por momentos, la voz se le quiebra: es cuando advierte que lo quieren acorralar, que lo empujan a salir del Poder Judicial no como hubiese querido, sino de un modo voraz: por la puerta de atrás, enjuiciado.
El proceso de juicio político en su contra avanza sobre rieles. La Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados votó en forma unánime iniciar el proceso; la Cámara Baja, también en pleno, elevó la acusación al Senado, que ahora se prepara para convertirse en tribunal que lo juzgue.
Ya está separado de su cargo de presidente de la Sala Penal y de Procedimientos Constitucionales del Superior Tribunal de Justicia (STJ), y le han reducido el sueldo a la mitad.
Chiara Díaz dice que detrás de su suerte echada a la buena de Dios están la presidenta del STJ, Claudia Mizawak, hacia quien no ahorra cuestionamientos furibundos, y el exgobernador Sergio Urribarri, aunque no ahorra críticas hacia el presidente de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, el exintendente de María Grande, Diego Lara. Entre otras cosas, le reprocha que, como intendente de su ciudad, en 2006, quemara libros de la biblioteca pública.
“No sé la trayectoria de Urribarri, qué ha hecho él y los otros en su dilatada actividad política. Le aseguro que yo me he roto entero por llegar adonde estoy. Estoy orgulloso de mi trayectoria, no me arrepiento de nada, y lo que estoy haciendo ahora, estoy tratando de mantenerme firme en mi posición, y de defenderme”, dice.
Dice que es un ejemplo para el resto de los jueces, y que no piensa en retirarse, o renunciar para evitar el juicio político. “Si yo me fuera así, sería considerada mi actitud por todos los colegas como una claudicación, y seguramente, en algún sector, alguien diría: ´No ve que no conviene la postura de Chiara Díaz, de trabajar tanto, de estar al día con su despacho, porque al final termina así´. No quiero eso”, señala.
Aunque le llama la atención el silencio. En particular, de la Asociación de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial. “Nadie dice nada de esto. Si esto hubiera sucedido cuando yo era presidente, hubiera ido en audiencia ante el mismo gobernador de la provincia, ante los legisladores, hubiera convocado al presidente de la Junta de Cortes. Yo no hubiera dejado pasar esto, ni me hubiera llamado a silencio”, dispara.
Después, entiende que el forcejeo por su sillón en el STJ tiene que ver con su postura que, afirma, no ha sido dócil al poder. En cambio, se diferencia, otros vocales del máximo tribunal han tomado una postura como de devolución de favores a quien los han llevado al cargo. “Pareciera que hay obligación de ser fiel a quien lo nombró. Yo sostengo lo contrario. Un poco defiendo la postura de Alfonsín con Fayt. A Fayt lo nombró Alfonsín, pero entre ellos se vieron una sola vez en la vida. No puedo decir lo mismo de la doctora Mizawak, que en estos días se reunió con Urribarri, un día, después de las 9 de la noche, y no en el edificio que ocupamos ahora los vocales, en La Paz y San Martín, sino en el viejo despacho de Tribunales. ¿Qué tenía que hablar la doctora Mizawak con el señor Urribarri?”, se pregunta, en un tono que no parece candoroso.
“Yo no lo haría por una cuestión de decoro”, distingue Chiara Díaz.
La Comisión de Juicio Político de Diputados ahora se va a abocar al pedido de juicio político a Mizawak, aunque Chiara Díaz ya advierte que a la jueza le van a dar un tratamiento más condescendiente. “A mí me dieron un plazo de días corridos para presentar mi defensa. A la doctora, como alguna vez hicieron con Castrillón, días hábiles. Es raro. La doctora, cuando la comisión investigadora le pidió información sobre mis viajes, respondió en tiempo récord: en tres días. No me dieron tiempo a defenderme. Yo hubiera podido pedir que hagamos un estudio comparativo con los viajes del resto de los vocales. A mí me dicen que tuve 957 días ausente con viáticos. Y que yo soy un rara avis en la Justicia. Eso me sorprendió. Y no lo puedo aceptar. Si me llega una etapa de juicio, van a tener que demostrar eso que dicen. Se larga la acusación y no se acredita. Dicen que yo mentía al Superior. Pero yo tengo la autorización. Ninguno se negó a firmar mis viajes. ¿De donde surge la mentira?”, vuelve a preguntarse.
En la maniobra, lo incluye al vicepresidente del STJ, el radical Bernardo Salduna. “Según relató (el vocal Daniel) Carubia en un mail que nos mandó, en el informe que se envió a la comisión investigadora, prefabricaron o inventaron que yo era el hombre que más viáticos hacía. Carubia calificó esa maniobra como una acción para perjudicar mi posición. Salduna contestó que no quería perjudicar a nadie. Pero yo no sé si es por la edad o por ciertos círculos a los que pertenece, donde gustan usar frases encoladas que nadie entiende, pero su posición no quedó clara”, aseguró.
A Salduna le reserva una frase final Chiara Díaz: “Esta persona tendrá que rendir cuentas el día de mañana”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.