Un lodazal corta al medio el horizonte: el vehículo avanza sobre ese camino que lleva a destino.
El destino es la Escuela N° 25 «11 de Septiembre». Todos la conocen como la Escuela de El Tropezón.
Es una escuela mínima, de personal único: tiene 9 alumnos. De esa matrícula, 6 están en el nivel inicial, en salas de 3 a 5 años; 3, en el nivel primario.
Una maestra que llega todos los días -todos los días que lo permiten los caminos- atiende a los de primaria; y una docente intinerante se encarga de los alumnos de nivel inicial.
La escuela es una construcción moderna en medio de la nada. Un camino de tierra, monte chato, un puñado de peones rurales repartidos en esa inmensidad de caminos de tierra.
La Escuela 11 de Septiembre está a 17 kilómetros de Gobernador Mansilla, en el departamento Tala.
A veces, está muy lejos de todo.
Ana Kloster, la maestra que hace un año empezó una suplencia en la Escuela de El Tropezón, dice: «Ahora tengo 6 alumnos, pero la matrícula varía de manera constante, continua. Las familias son conocidas como familias golondrina. En este último tiempo hay muchas familias de Corrientes».
La escuela, cuenta la maestra, fue inaugurada en 1960. Pero alrededor del año 1987 fue cerrada en dos oportunidades por falta de matrícula.
Se reabrió en 1999, más de una década después. Desde entonces mantiene su actividad, con una matrícula en constante movimiento.
La mayoría de las familias de los alumnos que asisten a la Escuela 11 de Septiembre realizan trabajos en tambos de la zona.
Los caminos de tierra, que son corriente en esta zona de Entre Ríos, deriva en que la lluvia sea un dato clave a tener en cuenta para el dictado de clases.
Si llueve, el camino de acceso a la escuela se torna intransitable y la docente no puede viajar. “En esos días, ingresar es imposible por lo que días de lluvia cumplimos horario en la oficina pagadora de nuestra localidad, Mansilla, donde junto a otros docentes de escuelas rurales aprovechamos para organizar encuentros, rifas, contarnos acerca de lo que cada una vive y buscar estrategias para el aprendizaje. En esos días de encuentro salen tantas cosas positivas”, ilustra la docente.
Se hablan cuestiones pedagógicas y se organizan actividades para recaudar fondos. “Por ejemplo –enseña la maestra-, y sólo para nombrar algunas, los chicos del último año del secundario organizaron una movida solidaria. Se unieron otras escuelas rurales y vivimos una jornada de solidaridad hermosa. También se organizan rifas para comprar cortinas. Ahora estamos organizando un bingo y después vamos a trabajar en un festival de jineteada vendiendo tortas fritas. Se trabaja mucho en la escuela rural”, dice. Ana Kloster.
La escuela, cuando está lejos de todo, busca apoyo de donde sea.
Así, este año, “con ayuda de la Departamental de Escuelas Tala y la Municipalidad de Mansilla pintamos el exterior de la escuela. Además, junto a los centros de formación de Mansilla, y los capacitadores del curso de chapa y pintura y el de soldador básico, están armando unos caballitos para el patio porque nos hacen faltan juegos de patio. Pero también presenté un proyecto junto a las familias de la escuela al Programa de Desarrollo Social para conseguir juegos de patio”.
La maestra enseña, reúne recursos, organiza rifas, consigue ayuda para pintar las paredes, para armar juegos para que los alumnos jueguen, y organiza junto al director del Hospital Nuestra Señora del Carmen, de Mansilla, controles médicos a las familias de la zona y el cumplimiento del calendario de vacunas.
“Nos organizamos con el Municipio, la Comisaría y demás organizaciones y garantizamos que ese chico que está ahora en la escuela no reciba sólo educación, sino que la escuela sea también el nexo para otras muchas cosas”, apunta la maestra.
De eso, dirá, se trata enseñar en zona rural.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora