Solo, con escasas visitas, sin mucho contacto con el resto de la población carcelaria, y con casi nada de actividad.

Así son los días del cura Juan Diego Escobar Gaviria en la Unidad Penal N° 5 de Victoria.

Sólo sale de su pabellón –uno de los cuatro de la unidad penal, que aloja a una población inmensa, 121 internos—para celebrar misa para sí mismo todos los días a las 7 de la tarde.

El capellán de la cárcel de Victoria Manuel Tornú le deja a mano todos los elementos para que se meta en la capilla y allí permanezca media hora rezando y oficiando misa para sí mismo. Y para nadie más.

Desde el 31 de octubre de 2016, cuando la Iglesia lo apartó de sus funciones pastorales, Escobar Gaviria tiene prohibido dar misas en público.

“Es uno más”, dice José Osuna, director de la Unidad Penal N° 5, aunque después admite que es la primera vez que le toca alojar a un miembro del clero.

El cura se ha vuelto ahora un reo más en una cárcel entrerriana.

Juan Diego Escobar Gaviria ya no congrega multitudes a su alrededor.

No como antes.

Antes, cuando su estrella de cura sanador estaba en alto, y recorría todos los templos de la provincia, los beatos se arremolinaban a su alrededor: le pedían el gesto sanador, la bendición personalizada, lo tocaban, le mostraban fotos, rosarios, botellitas de agua, papeles.

Escobar Gaviria es sacerdote, integra la Cruzada del Espíritu Santo, una organización religiosa que tiene sede central en Paraná, en la calle Comandante Espora, cerca del Club Don Bosco, y es una especie de pupilo del cura Ignacio Peries. En 2005 llegó a Lucas González para ponerse al frente de la Parroquia San Lucas Evangelista, y estando allí, en ese lugar, ocurrieron los hechos que ahora investiga la Justicia.

Los abusos a menores.

Escobar Gaviria tiene cuatro denuncias por abusos de menores: tres por promoción a la corrupción agrabada y una por abuso sexual, y ha sido apartado de todas sus funciones por orden de la Iglesia Católica, y además tiene prohibido oficiar misas en público.

El 22 de agosto empezará el juicio oral en el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay, y Escobar Gaviria espera esa fecha encerrado en una cárcel. El 21 de abril el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta, le dictó prisión preventiva por 20 días.

Vencido ese plazo, los fiscales Federico Uriburu y Rodrigo Molina pidieron una ampliación del plazo de la prisión. El 26 de mayo el juez de Garantías de Gualeguay, Esteban Santiago Elal, que actuó como cuarto integrante del Tribunal de Juicios y Apelaciones, decidió aplicarle prisión preventiva a Escobar Gaviria hasta que haya sentencia definitiva en la causa.

Los defensores del sacerdote, Milton Ramón Urrutia, Juan Pablo Temón y  María Alejandra Pérez fueron en Casación para lograr la libertad del sacerdote. Pero no tuvieron éxito. El viernes 7 de julio la Cámara de Casación Penal confirmó la prisión preventiva, aunque sólo hasta que el tribunal de Gualeguay dicte sentencia.

De modo que sigue en la cárcel. Desde el 21 de abril que está en prisión.

“Está en un pabellón común, junto a otros internos. Recibe visitas normalmente como los otros internos. No hay nada especial con él, ningún trato especial. Es un interno más para nosotros. Lo único es que por ser cura, el celebra misa para él mismo. Viene el párroco de la Unidad Penal, le deja todo para que el celebre misa para él, porque no puede hacerlo para otros. Acá hay una capilla, y ahí se encierra, a las 7 de la tarde, y se queda media hora, y después vuelve al pabellón. Es lo único diferente que hace”, cuenta Osuna.

Vuelta al pabellón, uno de los cuatro que tiene el penal de Victoria. De ahí, del pabellón, casi no sale Escobar Gaviria. Comparte alojamiento con reos que tienen condenas por homicidios, delitos sexuales, robo. No realiza ningún tipo de actividad: sólo lee, mira televisión, escucha radio, pero no socializa con el resto de la población del pabellón.

Ya han pasado los días tumultuosos en los que los fieles de Escobar Gaviria llegaban a diario a la cárcel de Victoria. Ya no vienen en multitud. Ahora las visitas son más esporádicas, menos numerosas, casi toda gente de Lucas González.

Ni el padre Ignacio, ni el arzobispo Juan Alberto Puiggari –que sólo lo visitó una vez, al principio de su etapa carcelaria—ni ningún otro miembro del clero.  Casi solo.

A la espera del juicio por abusos a menores.

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.