
- Por César Pibernus (*)
Elsa Ramírez vive en San Jaime de la Frontera y enseña en una Escuela Nina de Chajarí donde es titular, tiene 10 años de antigüedad. Ir y venir hoy en colectivo le costaría diariamente$ 650 pesos, mientras que Bordet sólo le paga $4000 en concepto de traslado (el famoso código 029 en el recibo de haberes de un docente).
Entre una ciudad y otra hay una distancia de más de 80 kilómetros.
Si Elsa Ramírez quiere viajar, el cole sale a las 5,45. Es decir, durante el período de restricción de circulación nocturna hoy vigente ante el escenario de pandemia.
Elsa ha hecho dedo muchísimas veces, ha armado vaquitas junto a otras compañeras para trasladarse, más de una vez debió conseguir alojamiento de urgencia en Chajarí y organizar su casa en San Jaime por algún imprevisto de su inigualable vida de maestra. En pandemia, debemos sumar, además, el riesgo del contagio, de padecer los síntomas o las complicaciones, de contagiar a sus alumnos, a sus compañeras, a su familia o entorno, a esas manos solidarias que trasladan docentes por los caminos entrerrianos.
Elsa es una de miles de historias docentes en Entre Ríos. La ya crudísima realidad de los docentes que viajan a dedo es potenciada por el Gobierno, que empuja una presencialidad escolar sin haber resuelto ninguno de los problemas prexistentes. En realidad, ni siquiera los trató, aunque sea un poquito.
La pandemia expuso y profundizó desigualdades estructurales de nuestra sociedad y -por lo tanto- también de la Escuela Pública. La virtualidad mostró tanto la importancia de los trabajadores de escuela como la astucia del Estado para sacarse el lazo.
Pareciera que oficialismo y oposición (el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta con su gira y Cambiemos convocando al banderazo del martes) quieren probar el carácter indestructible de la salud docente. Ya no nos expone sólo a salarios de miseria, a paredes electrificadas, a violencia institucional y/o callejera, a madrugones en las banquinas heladas, sino que redobla la apuesta y pretende exponernos a un virus excepcionalmente destructivo, a una pandemia histórica.
Lanzar la presencialidad sin saldar la deuda histórica del Estado con la Educación Pública es peligrosísimo para todos, además de cínico. Es aquello del “siga, siga” que adjudicábamos a un referí de los noventa, pero en un partido con lluvia, de noche y con las luces a medio prender.
Elsa sabe que el camino es la lucha, a pesar de los ataques, de los consensos partidarios, del jetoneo influencer, del trolleo distópico. Sabe porque nuestra historia así lo dice.
(*) Docente, integrante de la conducción de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer), editor del blog La Lucha en la Calle