Rápido de reflejos, el jefe de la Iglesia de Paraná, Juan Alberto Puiggari, salió en las últimas horas a mover piezas dentro de su rebaño, y tras la sorpresiva renuncia del cura párroco de San Cipriano, en Diamante, Miguel Guarascio, corrió a quien hasta el último día de 2018 se desempeñaba en San Benito, José María Zanuttini, y lo mandó de reemplazante del que se fue.

A San Benito Puiggari envió al cura Mario José Taborda.

Guarascio colgó la sotana a menos de cumplir tres años como párroco de  Diamante. Lo anunció a sus fieles durante la misa durante la misma del 9 de diciembre último.

Guarascio había asumido como párroco en Diamante el domingo 14 de febrero de 2016, después de haberse desempeñado en San Cayetano, en Paraná. Lo puso en funciones el arzobispo Juan Alberto Puiggari. En San Cayetano había estado desde 2008, luego de cumplir funciones de vicario en La Paz.

Guarascio, de 45 años, nació en Hasenkamp, y fue ordenado sacerdote por el ahora cardenal Estanislao Esteban Karlic, en 2000.

El propio Puiggari fue el encargado de anunciar la ida de Guarascio mediante un mensaje en cadena por whastapp. “Quiero comunicarles que a partir de hoy Miguel Guaracio deja de ser Párroco de San Cipriano y se va a vivir con su madre, sin poder ejercer el ministerio”, señala el texto que difundió el jefe de la Iglesia de Paraná.

“Para evitar confusiones en el caso de Miguel no hay delito penal sino la convicción conversaba con él que no puede seguir en el ministerio. Creo conveniente que dejemos que la noticia corra por su vía natural sin ser los primeros en comentar con los laicos”, recomendó Puiggari.

La última renuncia había ocurrido en marzo de 2017, cuando el párroco de Hasenkamp, Alfonso Dittler, anunció su ida. Cuando se fue, dijo que lo hacía para “tomarme un tiempo de oxígeno”. Y además para cuidar a su madre que está enferma en su pueblo, Aldea Santa María, a 60 kilómetros de Paraná.

Nunca volvió.

Ni siquiera se presentó en Tribunales cuando la Justicia lo citó, en mayo de 2018, como testigo en el juicio al cura Justo José Ilaraz, finalmente condenado a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores.

Ahora, fue el turno de Guarascio, quien ya hace vida de hombre de mundo.

No han sido los únicos cambios que ha dispuesto Puiggari por la emergencia.

Con el traslado de Taborda, designó como vicario en Santa Lucía a Carlos Cepeda.

Y un cura polémico, José María Pincemin -el mismo que realizó un exorcismo en las escalinatas de la Catedral, en 2010, cuando el Encuentro Nacional de Mujeres en Paraná- fue enviado como «residente» a la parroquia de Don Bosco.

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.