Por Yohana Fucks (*)

 

Querido colega:

He escrito muchas veces para que entiendan sobre nuestras luchas. Le escribí a los medios, para que multiplicaran la verdad en el relato; le escribí a las familias para que comprendieran las razones de las medidas; le escribí al gobierno como una ilusa, creyendo que algún funcionario conmovido por las realidades que describía, se hiciera eco de mis pedidos.

Pero hoy, te escribo a vos, que sos maestro como yo. Él único que entenderá cada palabra e irá dibujando en su pensamiento las escenas que manifiesto en esta carta. Y te escribo porque a veces, cuando todo parece en contra, cuando los mismos que están para defendernos nos traicionan, cuando muchos de los titulares periodísticos son hirientes a nuestra labor, cuando la Justicia parece discriminarnos y cuando gran cantidad de gente, bajo el rótulo de opinión pública, es manipulada para convertirse en soldados de las presiones y sobrecargar las tensiones… en esos momentos, es bueno que alguien nos recuerde lo valioso de nuestra fuerza en medio de una crisis de valores humanos y de ética en tantos sectores de nuestra sociedad.

«Si no te gusta, dedicate a otra cosa», nos dicen reiteradas veces. Y cómo explicar que ser docente hoy es más que un trabajo, es una misión. Y que no vamos a renunciar a esa misión, porque se necesitan de valientes como nosotros, que quieran construir una mejor Nación.

Resulta que, en este país, se naturaliza esa frase histórica del argentino y su atada con alambre…se naturaliza que el docente lleva las tizas para trabajar, que si hace frío y la instalación eléctrica lo permite, llevamos una estufa desde la casa para nuestros gurises, si los pizarrones están viejos nos quedamos una tarde después de clases a pintarlos, si uno de nuestros alumnos no tiene zapatillas buscamos de algún hermano o hijo para que no falte a la escuela por no tener calzado; se naturaliza juntar las monedas para sacar fotocopias o comprar afiches para el desarrollo de una clase, o vender rifas hasta a los kiosqueros del barrio para comprar el vidrio que nos falta en el aula, o hacer dedo al costado de la ruta, cuando el colectivo nos dejó de plantadas en la garita. Naturalizamos que el comedor de la escuela se transforma luego en aula porque el edificio escolar no está terminado, o que una mañana de trabajo hay que elegir entre usar el agua para tomar o para lavarse las manos porque como es habitual la presión es poca y el tanque nunca está en condiciones. Se naturaliza que una compañera de trabajo avise al grupo de colegas que vengamos con precaución a la escuela porque las balaceras durante la madrugada no cesaron y que los chicos falten a clases seguido por las problemáticas en el barrio. Se naturaliza que los maestros denuncien signos de abusos en sus alumnos y que pocos se involucren para ayudarnos. Se naturaliza que la escuela se limpie con lo que se pueda y que jamás haya papel higiénico en los baños para los chicos. Se naturaliza que tengamos que mandar 5 o 6 cartas y llamados al Consejo hasta que alguno cae de «pura bondad» a cortarnos el pasto. Se naturaliza que los maestros salgamos a enfrentarnos a delincuentes y narcos por defender la vida de nuestros gurises o que hagamos actos frente a la Casa Gris para pedir cosas tan básicas como tener la cantidad de personal acorde a las demandas de los niños en cada escuela o el pago de los transportes escolares para que los chicos lleguen a cada establecimiento.

Y cuando salimos a reclamar, que todo esto (y todo lo que me falta escribir) es injusto, que nos desgasta, que nos indigna,  nos tratan de «haraganes», de «chantas», y nos mandan a laburar, mientras los mismos que deben cumplir con todo lo requerido para el desarrollo del sistema educativo en la provincia, no sólo que no lo hacen y faltan a sus trabajos y funciones, sino que se llenan la boca hablando de lo poco que pensamos en los niños los maestros. Nos piden mesura y nos frenan derechos en nombre de esos alumnos a los que día a día ignoran en las escuelas de toda la provincia.

Hoy te pido, compañero, que no te rindas. Que no desistas. Y que no temas. No es casual que seamos los principales enemigos de cualquier gobierno.Nosotros enseñamos a pensar, a distinguir, a reflexionar, a ser críticos, y nada de eso les conviene a aquellos que sólo buscan comprar voluntades y tener generaciones completas de incompetentes y subordinados.

A veces me pregunto, ¿a quién creen que le ganan? ¿No se han dado cuenta aún que esta sociedad que están formando, será la misma que habiten sus propios hijos y nietos?

¿Somos acaso los únicos que nos dimos cuenta que el gobierno te manda la AFIP ante el primer incumplimiento pero paga en negro a todos sus empleados, que te dice que no hay dinero para aumentos pero gasta fortunas en propaganda política, que te habla de buenos niveles de seguridad pero se pasea con custodia privada, que nos hablan de apostar a la industria nacional pero se visten de punta a punta con marcas extranjeras, que te hablan de progresos en el transporte pero se pasean en aviones millonarios, que se abrazan a los abuelos en una foto y le pagan una jubilación miserable, que hablan de igualdad e inclusión y sólo alimentan el asistencialismo para hacer cada vez más dependientes a nosotros, los pobres, de las limosnas que dan?

Colega, si mañana salís a la calle a luchar, como lo haces todos los días en el aula, hacelo orgulloso. Orgulloso por salir a levantar la bandera contra la indiferencia, por salir con coraje a defender nuestra chaqueta blanca, por transformar en aula la calle y enseñarles no sólo a nuestros alumnos sino a toda la comunidad que los que visten trajes caros y se sientan detrás de un escritorio, no son más merecedores de una mejor calidad de vida que el pueblo. Que el poder siempre será de los ciudadanos. Que el respaldo para plantarnos en un reclamo legítimo, nos lo dan los únicos capaces de hablar sobre los maestros, que son nuestros alumnos, los que nos respetan, nos comprenden y nos demuestran admiración, por salir a pelear por el futuro de ellos. Los que conviven con nosotros y las tantas problemáticas diarias en las escuelas, y reciben mucho más que lecciones académicas sino formación para la vida.

No pretendamos que nos entiendan aquellos que no tienen idea de las angustias y las dificultades que atravesamos cada día en las escuelas. No van a entendernos aquellos que cobran 10 veces más que un maestro y se atreven aún así a decir que con el sueldo de un docente se vive dignamente todo el mes. No van a entendernos, aquellos que deben alabar al patrón para mantener un puesto o escalar a otro mejor, cuando nosotros concursamos cada cargo y lo ganamos con trabajo y formación. No van a entendernos los que hacen y obran con los recursos ajenos, mientras nosotros sostenemos la escuela pública con el más valioso recurso que ellos carecen que es el humano.

Después de todo, los que viven de huelga son los funcionarios del poder. Si ellos cumplieran con su trabajo, no habría ni paros, ni asambleas, ni protestas… que no le pidan soluciones a la gente, son ellos los que se postulan para los cargos, son ellos los que cobran fortunas de sueldo, son ellos los que deben detener la huelga contra el pueblo y comenzar a ejercer su deber.

Vos colega, no te detengas. Los docentes somos un claro ejemplo de que todavía hay personas que no se venden, que no se entregan, que tienen compromiso y fuerza para luchar por un futuro más sano y más noble, donde valga más la dignidad de los honestos que la viveza de los corruptos.

No queremos estatuas ni monumentos, pero sí respeto por ser quienes todos los días llevamos adelante una de las profesiones más maravillosas pero también más difíciles y complejas que existen, como lo es educar personas.

Somos maestros por elección.

Somos luchadores por decisión.

Somos combativos contra la corrupción.

¡Somos defensores de la educación!

(*) Docente de la Escuela Nº 194 Filiberto Reula, de Paraná.