Por Pablo A. Álvarez Miorelli (*)
La idea basal del mundo occidental, el “hombre es un ser social”, al decir de Aristóteles, está entrando en crisis: ni tan hombre ni tan social. El mismo Aristóteles define al hombre como un Zoon politikon, un animal político.
Al igual que los animales, el hombre tiene necesidades de orden biológico, alimentarias, sexuales, pero además tiene la capacidad de asumir la razón de su existencia con los otros, “el hombre es hombre en tanto vive con otros hombres…», quien se ocupa más de las cuestiones que hacen al vínculo con los demás, con las necesidades sociales, con los intereses colectivos, con la humanidad misma es el hombre a través de la política.
El mismo Aristóteles dirá que quien participa en el Foro, en las cuestiones políticas ante la resolución de las problemáticas de la sociedad, manifiesta en ello su condición humana, y que quien se queda en el mercado, preocupado por sus intereses particulares, negando la posibilidad de la polis y su construcción colectiva, es un negador de la condición humana, de la política: un animal.
Esa trama basal de la condición humana para el mundo occidental transita varios constituyentes de los Estados Nación Modernos, que en términos generales son libertarios, y ponen esa liberalidad en la educación como categoría depositaria de constituir en el soberano la responsabilidad de sostener la condición humana. De ahí que la educación es una cuestión política y necesariamente un derecho humano fundante, definido en los enunciados fundantes del mundo occidental y moderno, reafirmado en las Declaraciones sobre los Derechos del Hombre, los Derechos Humanos Universales.
Sin embargo, en tiempos de redes sociales es increíble cómo circula un marcado discurso “nacionalista”, que niega la propia condición humana. Los límites territoriales que configuran los países no son otra cosa que inventos ficticios, propios de la representaciones de los individualismos más básicos, de fragmentación del liberalismo de mercado, como forma de dominio, basta un simple cálculo de lectura para hacer visible como las corporaciones mercantiles poseen más recursos que los Estados empobrecidos. Dicho así, la globalización capitalista que deambula rumbo a la “Aldea Global”, desde una geografía que se postula entre lo local versus lo global y sus vicisitudes, potenciando la negación de la condición humana, poniendo en tensión desde el interrogante: ¿la educación es un derecho humano fundante o es una mercancía?
¿Por qué fundante? Porque la educación tiene por fin potenciar las condiciones de la humanidad, el acceso a los recursos culturales, la alfabetización, los dispositivos de producción de conocimientos. Las herramientas cognitivas para tomar decisiones tienen que ver con la educación; sin educación, se reduce la condición humana.
Vuelvo con la pregunta, ¿la educación es un derecho o una mercancía?
Cuando circulan discursos, un tanto cargados de odio, que insisto son válidos, pero que nos posicionan en un lugar de antiderecho, de antihumanidad, ejemplo de esto, y tomo uno de los menos violentos que me llega por una red social “¡¡¡¡AHORA EXIGIMOS NOSOTROS!!! queremos censo Planero y Auditoría a Organizaciones Sociales- Basta de planes a los extranjeros- Quien haga piquete,se queda SIN plan- Estudiantes extranjeros que paguen en U.Públicas- Si estás de acuerdo dale RT” queda visible su carga de sentidos acorde a los nacionalismos que imperan en los últimos tiempos, sin embargo cabe señalar la situación negacionista de lo humano en las versiones del “extranjero”, el que no pertenece a una condición, en este caso sería la condición humana de la educación, donde, y esto es obvio, no es lo mismo saber que no saber, tener herramientas de progreso social a partir de la educación y el acceso a la escuela, que ser separado de esa posibilidad, donde por vía de la educación como derecho se accede a la educación sexual integral, a la formulación de herramientas de cuidados para pensar un proyecto de vida, a la alfabetización en ciudadanía, a salvar vidas.
Los discursos del odio nos obligan a tomar posiciones ante esas expresiones tan cerradas. Sostengo como educador que la educación es la única herramienta de sustento de la humanidad para su propia condición humana, fundante por la lógica de sostener en sus principios la integridad de la ontología humana. Sin educación no hay pasado, porque no hay historia porque no se la conoce, no hay futuro porque quien no sabe de dónde viene difícilmente pueda saber hacia dónde va, no hay presente sino el de la marginalidad propuesta por quienes hacen del derecho mercancía, y seguramente habrá quienes quieran disputar en el territorio de lo político esta tensión derecho – mercancía.
Este debate entonces, podría estar dentro de las lógicas de lo político, pero no, no cabe ahí, ya que con quienes sostienen la marginalidad, la mercantilización de las posibilidades, no tengo diferencia políticas, tengo diferencias éticas, tengo diferencias morales y sobre todo tengo diferencias profundamente humanas, “por una educación liberadora de los pueblos”, por un acceso a la escuela y a la educación que sea posibilidades de concretar sueños, de construir proyectos de vida, por una humanidad que incluya y por una educación que sostenga la condición de humana, asumo la educación como derecho humano fundante, asumo la educación como posibilidad esencialmente humana más allá de los límites imperantes, por una educación de conquistas que nos permita volver a la valía de lo humano, volver a educar para recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.
La educación es un derecho humano no una mercancía.
(*) Docente.
Foto: Gentileza La Lucha en la Calle.