La escena resulta imposible.

Han pasado las 8 de la noche, la ciudad está a oscuras, una luz aguachenta baja de las farolas de alumbrado público y en la esquina de 25 de Mayo y Presidente Perón un muchacho ata una cinta a un poste, cruza la calle, y del otro lado vuelve a hacer lo mismo: ata el extremo de la cinta.

La cinta, puesta de acera a acera, es una especie de barrera frente a la hilera de vehículos que han frenado ante la luz roja del semáforo. El muchacho empieza a caminar por la cinta. Bambolea su cuerpo, y se ríe. Mueve su físico en equilibrio, sostenido por la cinta, sobre el asfalto.

La puesta en escena dura segundos. El tiempo que va desde que la luz roja del semáforo se enciende, arma su cinta y comienza a caminar, haciendo un equilibrio muy suelto. Sonríe.

Unos pocos lo aplauden. La mayoría queda de una sola pieza.

Facundo Álvarez practica slackline sobre el asfalto.

La práctica deportiva -¿circense?- que otros muchos realizan en el Parque Urquiza, él decidió aplicarla en esta esquina de la ciudad: 25 de Mayo y Presidente Perón.

Otros artistas callejeros hacen piruetas, lanzan objetos al aire, se mueven en bicicletas de una sola rueda, hacen música. Facundo Álvarez hace slackline.

«Esta modalidad de slakcline que practico se llama rodeo. Faro rodeo, le digo yo», explica. «Le pongo energía y cosas nuevas, y a la gente le gusta. Más que nada a los niños y a las niñas: la curiosidad, guau, explota», se envalentona.

Entiende las distintas reacciones. Que pueden tomarlo como que está loco, enfermo. «Pero cuanto te cruzas con gente linda, esto crece», dice.

Y entonces vuelve a su rutina, una rutina breve, hecha de tiempos cortísimos, los segundos que marcan las luces del semáforo.

Una chica lo saluda sonriente desde un auto, y le da dinero. Se a pura. Se acerca otro auto, y también hace su aporte.

Fundo Álvarez sonríe, y espera la próxima vuelta, la próxima parada. Otro semáforo. Más slackline en la calle.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.