Silvia Muñoz lo contó en el juicio oral que se desarrolló en el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay, entre el 22 y el 28 de agosto últimos, cuando se juzgó al cura Juan Diego Escobar Gaviria, luego condenado a 25 años de cárcel, el 6 de septiembre, al hallárselo culpable y penalmente responsable por los delitos de abuso y corrupción de menores.

En Lucas González –4.600 habitantes, a 133 kilómetros de Paraná, en el departamento Nogoyá—el cura Escobar Gaviria estuvo entre 2005 y 2016, cuando fue echado por la Iglesia al presentarse la primera denuncia por abusos en su contra. Esa primera presentación la hicieron las monjas que dirigen el Colegio Castro Barros San José. En ese tiempo, mientras fue el párroco de Lucas González, digitó la moral ajena con el empeño de los abusadores: escondiendo la basura propia bajo la alfombra.

El cura, colombiano, numerario de la Asociación Clerical Cruzada del Espíritu Santo, buscó de todos los modos posibles conquistar a las familias, y ganar el favor de sus hijos. Llegó a tener 60 monaguillos a su alrededor –Escobar Gaviria dixit—, claro que los adocenaba del modo más ramplón: pagándoles, trayéndoles regalos desde Colombia. El señor cura traía en su maleta rosarios, denarios y también bóxer.

En su declaración en la Justicia, Silvia Muñoz, mamá de R, el nene ahora de 12 años cuya denuncia abrió la investigación penal sobre Escobar Gaviria, reveló: “Que él (el cura) ofrecía 50 centavos a cada chico por misa, para que fueran monaguillos. A su hijo le dio en una Navidad $50, y para su viaje de egresados, otros $50. Cuando viajaba a Colombia, le traía denarios y pulseras. Pero a los otros chicos, les traía boxers o remeras. Le regaló una bicicleta cromada a su primer monaguillo, hoy su mano derecha, Daian Larrosa. Les hacía regalos caros a ellos, a ese chico le regaló el equipo de audio con el que hoy pasa música en los eventos”.

El cura solía dejar la sotana colgada del perchero, y se ponía, entonces su peor traje: en ocasiones, la mayoría de las veces, avanzaba sobre los monaguillos, quebraba su voluntad, los abusaba. Otras veces, montaba en cólera y hasta podía amenazar de muerte. Renato Bella, exintendente de Lucas González, y su mujer, Araceli Tesaro, conocieron el costado irascible y violento del pastor del pueblo.

Fue el día aquel cuando Escobar Gaviria llegó a lo de Bella, que era técnico en repación de computadoras, para que le compusiera su ordenador. “En una oportunidad –contó en la Justicia– llega una persona que él no conoce, pidiéndole que le repare la PC y se la deja. (Bella) Le comenta a su señora que quién le deja era una persona con acento centroamericano y ella le dice que es el padre nuevo. La máquina tenía unos problemas en los registro y en ese caso hay que limpiar los temporales, las páginas que se habían visitado últimamente. Empieza a limpiarlo y encuentra unas páginas pornográficas. Es bastante normal que ocurra esto pero llamo la atención porque no era una pornografía común, era una pornografía con homosexuales. Cuando viene el cliente le dice que trate de no visitar ese tipo de sitios porque le traía problemas y él le dice que serían los chicos que iban a la parroquia porque él no era. Le ofreció mecanismos para filtrarlos, que es con un control parental y (Escobar Gaviria) le dijo (a Bella) que no hacía falta, que iba a retar a los chicos”.

La conversación no quedó allí. El asunto, el cura mirando páginas porno desde la computadora de la parroquia, se conoció en todo Lucas González. A los dos días, Escobar Gaviria llama a la casa de los Bella, y en muy malos términos amenaza a la mujer del exintendente. “Que el problema que tuvo con Escobar Gaviria –contó Araceli Tesaro– fue cuando su esposo le arregla la computadora. Ella estaba dando clases. Llegan dos alumnas, y les pidió que no toquen la computadora porque el cura andaba en lugares indebidos y estaba con el antivirus. Una de las chicas lo cuenta a una persona allegada al padre y a los pocos días, la llama el cura y le dice de todo, le grita, que iba a ir presa, que sus hijos iban a quedar sin madre. Ella le pidió ir a hablar personalmente pero él no quiso. Que es esposa de Renato Bella. Que la Conversación duró entre 20 o 30 minutos. La amenazaba y le decía mentirosa, que su figura era intachable y no lo podía acusar de esas cosas. Tuvo mucho miedo. Sus hijos iban al colegio y fueron señalados”.

Alexis Endrizzi, víctima y denunciante del cura Escobar Gaviria, ahora tiene 18 años. Ingresó como monaguillo a la parroquia San Lucas Evangelista a los 11 años, y, ya entonces, siendo un nene comenzó a ser abusado por el sacerdote del pueblo.  Alexis Endrizzi también reveló que el cura pagaba para que los monaguillos se quedaran en misa.

“En ese tiempo –contó en Tribunales–, (Escobar Gaviria) le daba plata por ir: $2; le daba $10 si iba toda la semana; y si ibas sólo los domingos, 25 o 50 centavos”.

Frente a los jueces del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay, le preguntaron a Alexis Endrizzi los defensores del cura qué era eso del dinero que recibían los monaguillos. Contestó que no sabía por qué –a los 11 años ningún chico se hace esas preguntas–, pero que les daba a los monaguillos $0,25. “Tenía una lista con todos los monaguillos –recordó– y ponía asistencia y controlaba y decía cuánto le correspondía a cada uno”.
WMC, un testigo de la causa, reveló de qué modo el cura avanzaba sobre sus víctimas: buscaba quebrar su voluntad trayéndoles “regalos” a su vuelta de los viajes a Colombia. “Cuando volvía, traía denarios, rosarios y uno o dos bóxer. La primera vez que viajó desde que lo conoció, le mandó mensaje, que se los iba a dar cuando fuera a la parroquia. Un domingo se los quiso hacer probar y él (WMC) le dijo que no; entonces no se lo dio, y después no se habló más de ese tema. La segunda vez que viajó (a Colombia) le trajo dos (bóxer) y se los entregó sin pedirle que se los probara. Un día estaba de vacaciones él y le pregunto cómo le quedaba el boxer y le dijo que quería que le muestre y le dijo que se saque una foto. No recuerda si le mando o no la foto pero le estuvo insistiendo un rato y le pidió que borrara la conversación”.

Así trascurría el pastoreo del señor cura en Lucas González. De ese modo se relacionaba con los menores que tenía a cargo. Y por eso la Justicia lo condenó por corruptor y abusador a 25 años de cárcel.

 

 
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.