“Muchos saben y conocen de mis limitaciones físicas en estos últimos meses a causa de una afección de salud… habiendo comenzado en algo pequeño, culminando en algo mayor. En conciencia y en honor a la verdad, y en retribución a sus oraciones y sacrificios realizados para acompañarme y sostenerme en este tiempo, he sido elegido, no por bueno sino por frágil, a cargar y abrazar un cáncer de pulmón”.
El cura José Vicente Reynaldo Falcón escogió su muro de Facebook para contar que padece cáncer. Lo hizo el 22 de diciembre último, desde su último destino pastoral, la parroquia Nuestra Señora de la Merced, de Cerrito, aunque el arzobispo Juan Alberto Puiggari, en los tradicionales traslados de fin de año, ya dispuso un nuevo lugar: estará a cargo de la parroquia de San Agustín, en Paraná. A Cerrito irá José María Bustamente, que deja la parroquia San José, de Hasenkamp, templo que quedará a cargo de Daniel Ponce, ahora párroco de Santa Lucía.
Falcón, de 57 años, escogió una fecha clave para hacer el anuncio: el 22 de diciembre de 1991 fue ordenado sacerdote en su ciudad, Villaguay, por el arzobispo emérito Estanislao Esteban Karlic.
El texto público, dirigido a familiares, amigos y fieles, dice: “En el día de la fecha, 22/12/22, en el marco celebrativo de mis 31 aniversario sacerdotal, en horas de la mañana el Señor Jesús me ha llamado de una manera particular, para invitarme a abrazar más estrechamente su Cruz, a la que con dolor pero con mucha Esperanza, le he dicho titubeante: ´Heme aquí´, pues soy conciente de mi pobreza y fragilidad en el camino de la fe”.
Falcón fue vicecanciller de la curia en tiempos del gobierno de Estanislao Karlic, que dirigió la Iglesia de Paraná entre 1983 y 2003. En 2018, durante el juicio oral al cura Justo José Ilarraz, luego condenado a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores, fue evasivo cuando la prensa lo consultó a la salida de la audiencia en la que declaró como testigo.
Cuando declaró, en la etapa de instrucción, dijo que conoció a Ilarraz durante el tiempo en el que fue seminarista, de 1980 a 1991. “Nunca advirtió nada extraño. Ilarraz siempre le pareció respetable, generoso con los bedeles y los chicos. Lo apreciaba. Recuerdo algún par de veces haberlo encontrado por las noches haciendo recorrida por el pabellón antes de apagar las luces, controlando que todos los chicos hayan cumplido con los deberes que se le encomendaban, como ser higiene, lecturas espirituales recomendadas y luego mantener el orden porque lo que recuerdo es que eran muchos, más de 40 en el pabellón. Nunca sospechó nada, no tuvo trato personal con los denunciantes para decir cómo eran”, dijo entonces.
Ahora, Falcón, de 57 años, atraviesa un momento de zozobra con su salud.
Así lo contó: “No dudé en mirar nuevamente y con lágrimas en los ojos, el rostro de Mamá María, sintiendo de una manera nueva, Aquellas palabras de Jesús: ´He ahí a tu Madre´ sintiendo en su regazo y abrazo tan profundo, la fragancia del Amor, la paz, la serenidad, la confianza y la certeza de que Ella, será el Camino seguro a Jesús, asintiendo con timidez pero lleno de Confianza para responderle: ´Todo tuyo, llévame Jesús´”.
“Muchas son las preguntas y respuestas; tal vez mucha incertidumbre, pero los sacerdotes también somos humanos y la enfermedad es parte de nuestras vidas. No tenemos privilegios particulares”, contó. “Los invito a rezar, estoy en manos de muy buenos médicos, pero también existe el milagro”, subrayó.
El texto dice: “Quiero que me vean sonreír y amar como Jesús hasta el fin. Mantenerme de pie en la Fe y Esperanza, aunque me vean caído y fragmentado físicamente. Quiero permanecer con un corazón grande y generoso aunque se sienta traspasado por miles de incertidumbre. Quiero ser y vivir fiel y feliz este tiempo de gracias como sacerdote del Señor en su Iglesia, así sea en el último de los rincones de este mundo. No soy Santo ni Mártir, solo deseo alcanzar la Gloria del Cielo, con la ayuda y Gracia de Dios, la intercesión de la Santísima Virgen Maria, los Santos Ángeles y Santos en general, cómo así también en particular San José, San Francisco, Santo Cura Brochero y Beato Carlo Acuttis”.
Al final, aclaró: “No es esta una carta de despedida, es un pequeño escrito que nos ayude a replantear lo breve y bello de la vida, y que muchas veces desgastamos y gastamos tan mal, sin la presencia de Dios”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora