José circulaba en bicicleta por la vereda de calle Cervantes, en sentido contrario al tránsito. Pedaleaba con la tranquilidad de quien sale de paseo por la Costanera. Cada tanto, miraba hacia atrás. Macarena lo vio, segundos después de los primeros pedaleos. Miraba su celular, parada frente al local de Movistar. Pablo, su novio, estaba en la misma distracción.
La imagen de su bicicleta con otro conductor disparó a Macarena en una ráfaga de desesperación. Persiguió a José a voz en cuello, pidiendo que alguien lo detenga. Pablo montó su bicicleta y salió proyectado.
Para los testigos, la escena tenía algo de extrañeza: no había nadie alrededor que levantara sospechas. José aceleró el paso –más bien, el pedaleo-, zigzagueó a los transeúntes que ya lo miraban como a un sospechoso, como el hombre que había que detener pero que nadie tenía el valor de hacerlo. Macarena redujo la distancia a grandes zancadas; Pablo la superó en su mountain bike.
En la carrera, José empezó a mostrarse nervioso.
En un acto de reflejo, se subió la capucha del pulóver y aumentó la marcha. Pero ya era tarde. Como si fuera un proyectil, Pablo lo impactó. En menos de 10 segundos, Macarena se abalanzó y recuperó su bicicleta. José ya estaba rendido. Un agente de turno en la peatonal hizo el resto. Lo esposó y esperó el móvil policial. Eran las 10,40 de la mañana del martes.
Para entonces, la escena reunía a un grupo de personas que comentaban el hecho, con la indignación de quien ve un crimen a plena luz del día. El remolino de curiosos llamó la atención a otros, que se fueron acercando desde la Peatonal y las puertas de los comercios. Los celulares capturaron el rostro de José, apoyado en las baldosas blancas. “Bien hecho”, dijo una joven. “Qué ganas de pegarle”, comentó, enfurecida, una mujer mayor, que contó con la aprobación de su compañera. La joven volvió a intervenir, esta vez para bajarle el tono a la conversación: “No, porque ustedes no son así”. Minutos después, José fue trasladado a la fiscalía de Tribunales, donde incrementará su foja de antecedentes, o tal vez sea registrado por primera vez.
Ya con la calma recuperada, y la bicicleta a su lado, Macarena Olguín contó a Entre Ríos Ahora lo sucedido: “Estábamos viendo mi celular en la esquina. Cuando miro para atrás para ver la bici, veo que alguien la manoteó y salió andando. Ahí solté la mochila, la tiré y empecé a correrlo. Venía por la vereda super tranquilo, como si fuera de él. Una vergüenza”, afirmó. Luego le dio el crédito a Pablo, quien se llevó algunos golpes producto del choque: “Mi novio vino con la bici y lo llevó por encima”, dijo Macarena, mientras pensaba en voz alta la edad del frustrado ladrón. “Tendrá 23 o 24 años”, calculó y marchó en busca de su mochila.
Silvio, que compraba en una tienda mientras se desarrollaba la acción, aseguró que lo ocurrido sucede más a menudo de lo que parece: “Acá pasa seguido. A esta hora, circula más gente y es ideal porque después del robo se pueden perder entre la multitud”, explicó.
“Es ley, a la mañana se ven más arrebatadores, pungas y mecheras que aprovechan que hay mucha gente. La noche es de los boqueteros, por cuestiones obvias. ¿No?”, amplió sin que se lo preguntase.
El comentario recordó una escena de la película ‘Nueva Reinas’, de 1999, donde Ricardo Darín, en la piel de Marcos, le imparte una cátedra a Juan, su colega estafador personificado por Gastón Pauls: » Están ahí, pero no los ves. De eso se trata. Están pero no están. Así que cuidá el maletín, la valija, la puerta, la ventana, el auto. Cuidá los ahorros, cuidá el culo. Porque están ahí, van a estar siempre ahí. Chorros. No, eso es para la gilada. Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros, filos…».
Gonzalo Núñez
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.