Por Camila Arbuet Osuna (*)
El viernes 16 de diciembre se dio a conocer la lista de ingresos a la Carrera de Investigador Científico de Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) para el 2017. Contrariamente al proyecto de inclusión que el propio ministro de Ciencia y Tecnogía, Lino Barañao, firmó (Argentina Innovadora 2020) y a las promesas de campaña de Mauricio Macri, el brutal recorte en los ingresos dejó afuera a 1.141 científicos este año.
Se incorporaron sólo 385 frente a los 900 que habían ingresado el año pasado y dejando sin empleo a 489 científicos, que fueron recomendados para ingresar por las comisiones y juntas del propio Conicet, y que quedaron excluidos, supuestamente, por el recorte presupuestario.
¿Por qué hablamos de despidos? Estos 489 científicos que fueron recomendados pero desestimados, han cumplido con todos los altos parámetros de producción, formación y difusión que el Conicet estipula como necesarios para poder ingresar.
La mayor parte de ellos ha invertido los últimos 7 años de su vida investigando para la institución (esto implicó dejar de lado otros trabajos, porque el Conicet no permite que sus becarios tengan más que una dedicación mínima en otro trabajo); se han desempeñado como becarios todos estos años (sin tener, por ende, acceso a aportes jubilatorios, aguinaldo, etcétera) y cuando al fin les toca pasar a ser asalariados de la institución que los formó, se les niega el acceso por «razones presupuestarias».
Esta medida, por lo tanto, además de ser políticamente una clara afrenta al desarrollo científico del país, vulnera los derechos laborales de todos estos científicos que trabajaron durante tantos años en situación de precariedad laboral, y que, cuando finalmente han cumplimentado todos los requisitos para acceder a planta, se ven despedidos del sistema por una decisión política.
¿Una cuestión de dinero? En medio de la fiebre del ajuste y de la interminable ola de despidos que ha alcanzado a miles de trabajadores este año, el recorte de Conicet aparece en los medios oficialistas, en el mejor de los casos, como una causa natural. Es importante correrse de este espejismo. El ingreso de los investigadores a carrera se resuelve con $200 millones, ninguna cifra exorbitante, y un vuelto, si se compara con los $19.000 millones condonados por el Estado a las compañías eléctricas.
Debe quedar claro entonces que el feroz recorte del 60% al Conicet es una decisión eminentemente política, que tiene que ver con el desmantelamiento del sistema de educación que este gobierno se ha propuesto llevar adelante. Tanto Barañao como el presidente del Conicet, Alejandro Ceccatto, han evidenciado que a su entender las únicas investigaciones que realmente importan son las que se pueden vender, patentar, privatizar, especialmente las vinculadas al agronegocio.
La utilidad y la inmediatez pasan a ser entonces parámetros escindentes para investigar en el país, como si se tratase de una empresa. El desprecio por el conocimiento, la formación de recursos humanos, los grandes proyectos a largo plazo y el vínculo entre investigación y docencia, se desperdiga en boca de nuestra dirigencia con una obscenidad aterradora.
La resistencia
La inmediata respuesta al recorte que llevó a la toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología en Buenos Aires produjo un efecto contagio notable. Actualmente, se encuentran tomados los CCT de Rosario, La Plata, Tucumán, Córdoba, Mendoza y acaba de tomarse el de Mar del Plata. En el Litoral, un grupo movilizado mantiene asambleas, volanteadas y reuniones, en estado de alerta y acción permanente.
El recorte en el caso de Entre Ríos (una de las áreas de todo el país donde más escasa es la investigación) ha llevado a que sólo ingresen dos investigadores este año y en el caso de Santa Fe, supuso una baja de más del 60% con respecto al año pasado. La discriminación positiva por áreas de vacancia geográfica, que intentaba alentar la investigación en distintos puntos del país, es cosa del pasado.
La solidaridad de gremios docentes, ATE (que acaba de declarar un paro nacional de 24 horas en solidaridad), diversas facultades, figuras públicas, investigadores prestigiosos y medios de comunicación no se ha hecho esperar. Tampoco se hizo esperar la campaña sucia del gobierno para desprestigiar a la investigación, especialmente a la desempeñada en el área de Humanidades, siempre blanco de ataques facilistas sobre el impacto y su efectividad. Un grupo de trolls macristas apela a lo peor del sentido común nacional para avalar el desmantelamiento de la producción científica en el país, mientras el ministro hace su parte diciendo que «no hay un país que con 30% de pobres aumente el número de investigadores», y el responsable de la institución señala que «la institución es inviable».
Asimismo, ante la creciente politización y expansión del conflicto, el ministro ha hecho llegar una propuesta que entre miserable e irrealizable ha sido monolíticamente rechazada.
Al parecer, esto recién empieza, nos estamos encontrando, nos estamos organizando y no cederemos a chicanas, aprietes y campañas sucias.
(*) Docente de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER); despedida del Conicet.