«Ingresé al Seminario en el año 1970 para hacer el preseminario. Del 72 al 76 hice mi secundaria como seminarista menor; después, del 76/77 hasta el 82 hice mis estudios de Filosofía y de Teología. Me ordené sacerdote en 1983 y en 1985 fui nombrado prefecto de disciplina del Seminario Menor de Paraná. Antes de comenzar las actividades propias que realicé en el mismo Seminario, quisiera decir que es importante que nosotros, los seminaristas, los sacerdotes dependemos de la obediencia de los superiores y por lo tanto yo fui enviado a trabajar desde el año 1975/1976, siendo seminarista del bachillerato en el barrio Macarone, dándome la tarea de la catequesis con niños y adolescentes. Creo que es importante comenzar diciendo que ya desde seminarista menor, los superiores me dieron tareas en relación a la formación de chicos, humana y espiritualmente. Dos años fue mi tarea, año 1975/1976 en el barrio Macarone. Luego, en el año 1979/1980 y 1981, el obispo (Estanislao Karlic, NdelR, junto con el padre (Juan Alberto) Puiggari (entonces rector del Seminario, NdelR); el obispo era monseñor (José María) Mestres, me nombran bedel de los primeros cursos, o sea primero y segundo año del Menor Menor, así que como bedel pude conocer todos los movimientos en el campo disciplinario, en el campo de la formación y también en el campo de actividades culturales y deportivas. Además antes de ser sacerdote tuve la tarea de catequesis en algunas comunidades o capillas. Una vez que me ordené sacerdote en el año 1984, recuerdo que se me encomendó la tarea de un congreso eucarístico para niños; yo tenía un año de sacerdote, y era mi obispo monseñor Karlic. Ese congreso eucarístico, tenía como condimento el trabajo de más de mil chicos, en expresiones estéticas al estilo de los mundiales, formando frases eucarísticas y también algún logo propio del congreso, como es el cáliz junto con la ostia. ¿Y por qué hablo del congreso eucarístico? Porque me tocó recorrer las parroquias a lo largo de siete u ocho meses en todas y todos los colegios donde había chicos que iban a realizar este congreso. En el año 1985 fui nombrado superior del Seminario o prefecto de disciplina, y ahí tuve que realizar la tarea de formación de los chicos de primero y segundo año. Además se me nombró para trabajar con las misiones, ejerciendo en esos años la tarea de organización en el equipo misionero. Entre otras actividades que tuve en el Seminario fue la de asesor en las obras de vocaciones sacerdotales, que consistían en recorrer todas las parroquias de la diócesis para organizar aquellos candidatos que se preparaban para entrar al Seminario y darle solución a las distintas dificultades que podían presentar su familia y su parroquia. En el Seminario he vivido nueve años muy felices como prefecto de los chicos. Quiero contar cómo era mi relación con cada uno de los chicos. Era una relación normal de prefecto o superior o de profesor interesado en el crecimiento espiritual y humano de cada una de estas personas. La tarea era acompañar las distintas actividades organizándolos a ellos en los trabajos y cuidando la disciplina. Nunca tuve problemas de falta de respeto por parte de ellos y siempre pregoné para que ellos me vean como sacerdote que estaba a cargo de su formación».
Parece un extenso y monótono soliloquio. Pero en realidad es la declaración indagatoria del cura Justo José Ilaraz el 24 de junio de 2015 ante la jueza Susana María Paola Firpo. Tres años después de la apertura de la causa penal en su contra por abusos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, de Paraná, el sacerdote llegaba a la ciudad para ejercer su defensa. Un mes después, Firpo lo procesó, y en agosto de 2016, el tercer juez de la causa -el primero fue Alejandro Grippo-, Pablo Zoff, elevó la causa a juicio. Los debates se iniciaron recién el 16 de abril de 2018, y se cerraron el jueves 10 de mayo, con los alegatos del Ministerio Público Fiscal y de los querellantes particulares con el pedido de una condena durísima: 25 años de prisión por los delitos de corrupción de menores agravada. En su primera testimonial, Ilarraz se ocupó de comprometer a la jerarquía de la Iglesia en su trayectoria dentro del Seminario: a Karlic, que lo ordenó cura y después lo nombró a cargo de los menores en el Seminario; a Puiggari, que fue su superior como rector.
Juan Alberto Puiggari, ahora arzobispo; antes, rector del Seminario, superior de Ilarraz.
Ilarraz nació el 9 de julio de 1958, en Paraná, y en 1983 se ordenó sacerdote. El primer año de ordenado vivió en la residencia episcopal de la Costanera Alta, junto a Karlic, y fungió de su secretario y chofer. Estuvo en el Seminario hasta marzo de 1993, cuando fue autorizado por Karlic a viajar a Roma. Allá se quedó hasta 1997.
Cuando declaró en 2015 estuvo ante la jueza entre las 10 y las 17, y dijo que su relación con los chicos «era natural, era buena, solía encontrarme con sus familias los domingos cuando venían a visitar, conversar como iban en la escuela, preocuparme de alguna cosa necesaria como ser la salud y transmitirla a los padres alguna dificultad. Ya terminando en el año 1990 en este período que yo estuve en el Seminario, fue tan fuerte la inquietud misionera que con el padre (Eduardo) Armándola veíamos la necesidad de crear un instituto de acción misionera o animación misionera. Comenzamos a hablarlo con monseñor Karlic que lo vio de muy buena manera. Vimos la necesidad de organizarlo pidiendo ayuda a un sacerdote, el padre Diego Armelín, un sacerdote ermitaño, que no sé si vive; vivía a 20 kilómetros de Villaguay y nos ayudó en los 1990/1991 a organizar este instituto de animación misionera que soñábamos».
En 1993 Ilarraz dejó el Seminario y se trasladó a Roma, a la Universidad Urbaniana, a cursar la Licenciatura en Misionología. Lo autorizó Karlic. Allá estuvo hasta 1997, mientras aquí el ahora cardenal le iniciaba un proceso canónico con cuatro denuncias por abuso (oficialmente, la Iglesia dice que son tres). Eso ocurrió en 1995. Al año siguiente, 1996, dio por probados los abusos en el Seminario y le aplicó la pena del destierro.
Ilarraz dijo que el viaje a Roma lo proyectó en 1992. Y contó que «a pesar de que monseñor me había renombrado por otro trienio en mis funciones que desempeñaba, me autorizó a solicitar la beca que la debía hacer él para ir en el año 1993 a Roma. Esto lo digo porque algunos algún testigo dice que en el año 1992 me fui del día a la noche o de un día para otro y esto no es cierto porque monseñor Karlic me pide que me quede hasta casi fines del 1993 a vivir en el Seminario, después de haber dejado de ser prefecto de disciplina o sea ningún contacto con el Seminario Menor, vivir ahí y atender una capilla de San Cayetano que la iban a hacer parroquia a fin del 1993. Creo que también es importante decir que alguien había dicho de que se había originado algún problema con respecto a la parte económica y quiero dejar bien claro que jamás hubo algún tipo de problema económico ya que recibí dos auditorías, una por el Seminario y otra por la librería (San Francisco Javier) que yo administraba y la hizo el contador Molaro, dando como resultado una excelente economía según sus palabras, que se había llevado durante esos años, por eso monseñor Karlic, quería que yo siguiera hasta que partiera a Roma. Yo lo acepté. Pero en el año 1993, marzo o abril, marzo creo que fue, no recuerdo, le presenté la renuncia porque me di cuenta que era incompatible ser administrador del Seminario y querer ser competente y no estar viviendo las dificultades propias en materia edilicia, etc. de la misma institución. Además porque mi cabeza estaba puesta en la preparación al curso de Misionología que se realizaría en ese año en Roma. El padre Puiggari me dice en marzo o abril no más de mayo, por ese tiempo, que le sorprendía la actitud que había tomado, refiriéndose a la renuncia de la parte económica y me dice porque él le había pedido a monseñor Karlic que sería bueno que yo siguiera en la parte económica hasta antes de mi partida, además me dice que es merecido o es bueno, no me acuerdo bien, que se me hasta una despedida como una especie de reconocimiento por los años vividos, recuerdo que me decía lo difícil que es trabajar en el Seminario Menor entre chicos, y por lo tanto el valoraba lo que yo había realizado y me proponía realizar una despedida, ya sea con los sacerdotes, con el Seminario Menor o con todo el Seminario es decir Filosofía y Teología también ya que eran muchos los chicos que estaban terminando su carrera en el Seminario. No me pareció bueno aceptarlo por los gastos que se iba a ocasionar, tratándose que éramos más de doscientos cincuenta comensales entre sacerdotes y seminaristas pero eso habla a las claras que él ya siendo rector. Ese era su primer año como rector (de Puiggari), quería de alguna manera, valorarme mi actividad en el Seminario. En agosto, fines de agosto de 1993 parto para Roma y voy a la Universidad Urbaniana y vivo en la Iglesia Argentina en Roma. Por el año 1995 me comunican que habían hecho dos denuncias, refiriéndose a la de Hernán Rausch y DC y me comentaron el tenor de esas denuncias de modo verbal. Porque el motivo era que se necesitaba, al existir esas denuncias, se necesitaba hacer los estudios o pericias pertinentes. Lo que quiero dejar bien en claro de que jamás, jamás se me informó de que se estaba haciendo una instrucción diocesana, jamás. Dieciséis años después me entero por la prensa de que fueron llamados testigos sacerdotes y seminaristas para realizar esta instrucción».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.