Por Fabián Schunk (*)
(El 21 de mayo de 2018, la Justicia condenó al cura Justo José Ilarraz a la pena de 25 años de prisión al hallarlo responsable de los delitos de promoción a la corrupción de menores agravada por ser encargado de la educación y de abuso deshonesto. Y desde ese día le aplicó prisión preventiva bajo la modalidad de arresto domiciliaria hasta que la sentencia quede firme. La medida la cumple en un departamento de calle Corrientes al 300, en Paraná. En abril último, la Cámara de Casación Penal confirmó condena y agregó un elemento: fustigó duramente el encubrimiento de la cúpula de la Iglesia).
A un año de la grieta.
Parece un término gastado y politizado, pero para unos pocos aquel día adquirió otro significado.
Algo, aquella mañana, se quebró he hizo sentir el eco incómodo de la verdad en las fibras íntima de una iglesia entumecida por sus escándalos.
También se quebró algo en nosotros, y en las personas que esperaban justicia para un delito que descubre el rostro perverso de un sistema encubridor.
Esa mañana se condenó a un pedófilo, a un sacerdote que se valió de la inocencia, de nuestra inocencia, amparado en una estructura.
Pero prefiero recordar aquella fecha como la que corona nuestra lucha sobre el desánimo, nuestra palabra sobre su silencio, nuestro deseo honesto sobre sus calumnias.
Prefiero pensar en el camino recorrido, en la posibilidad que otros tuvieron de transitarlo y de cómo hemos marcado, a fuerza de dolor, lágrimas y esperanza, el norte de una justicia que antes miraba para otro lado.
Dijimos a micrófono abierto que no nos importaba nada ni nadie cuando hay un niño abusado, que no podíamos permitir que la hipocresía siga siendo el resguardo de unos delincuentes ataviados de justos y más que nada, dijimos, gritamos que el silencio no es buen consejero, que se debe hablar, que hay que hablar, que no se puede callar, que siempre hay alguien que está dispuesto a escuchar y lo mejor de todo, que hay alguien dispuesto a creerte.
Por una sociedad más justa, por una infancia más cuidada, por una niñez respaldada por sus derechos, por una grieta que se abrió y que separa la palabrería hipócrita del compromiso hasta las últimas consecuencias.
Para que la iglesia no abuse más de obra u omisiones y para que a la justicia no le tiemble el martillo. Por todo eso, por nosotros y fundamentalmente por los niños de hoy y los de mañana, fue ese día, fue esta lucha!
(*) Sobreviviente de los abusos del cura Justo José Ilarraz, condenado el 21 de mayo de 2018 a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores.