Es difícil hacerse cargo de lo que pasó, advertir las consecuencias y repartir responsabilidades. Pero, si hay esperanza de cambiar algo, no queda otra.
La gestión de Sergio Urribarri atacó de frente en dos sentidos bien definidos para garantizar el desarrollo, sin sobresaltos, de los planes que tenía en mente. Urribarri se cargó a la Justicia y al periodismo. Los organismos de control ya los tenía resueltos.
Ahora se investiga a la titular del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Claudia Mizawak, por mal desempeño y, también, por sus vínculos con el exgobernador. El vocal Emilio Castrillón -sostuvo su colega Carlos Chiara Díaz en la comisión de juicio político de la Cámara de Diputados que lo estaba acusando- alguna vez le gritó a la presidenta del STJ en la cara “socia de Urribarri”.
El exgobernador ahora es investigado en tres causas judiciales, su armador en el ámbito de los medios de comunicación, Pedro Báez, también tiene que explicar, entre otras cosas, su buen pasar económico y las contrataciones realizadas desde el Ministerio de Cultura y Comunicación a su cargo.
Hace poco más de un año era impensado que la Justicia tomara una determinación que fuera en contra de la voluntad del hombre que se proyectaba a nivel nacional con un nivel de gastos muy difícil de explicar de modos lícito. Ahora sí se puede, veremos hasta dónde.
Con los medios de comunicación el planteo fue violento.

En la segunda gestión, Urribarri dejó en manos de Báez el manejo de lo que se podía publicar, lo que no se podía y lo que se debía hacer indefectiblemente. Ellos mismos compraron algunos medios a través de testaferros y con el resto echaron mano a la extorsión de la pauta.
El concepto fue claro: la información se generaba desde el aparato propio y se difundía cómo y cuándo Báez quería. El concepto partía del desprecio a la independencia de criterio, al ejercicio de informar y no tenía inconvenientes de recurrir a la censura en los casos que fuera necesario, como sucedió en LT 14 o durante la visita de Ignacio Montoya Carlotto.
La situación ya cambió. Sin embargo es verdad que muchos funcionarios, brazos ejecutores de Báez o aplaudidores pagos, siguen como si nada y hablan de pluralismo o hacen berrinche por cómo luce de fea la paja en el ojo ajeno.
La situación que atraviesan hoy los trabajadores de “El Diario” de Paraná tiene varios responsables, pero especialmente se funda en las prácticas feudales de Urribarri y en el desprecio de Báez por el periodismo.
Todos hicieron su parte: la familia Etchevehere en primer lugar y los amigos de Urribarri, que le hicieron el favor de comprar una parte de “El Diario” para seguir los designios de Báez. No fue gratis: el prestamista Walter Grenón y el socio del fútbol Ramiro Nieto no son cruzados del peronismo sensible.
Destruyeron una herramienta de información de 100 años. La pusieron al servicio de Urribarri- Báez como un boletín bochornoso. Hundieron la empresa. Lo hicieron con saña y en plena conciencia.
Los trabajadores tuvieron que soportar cuatro años de censura y cuando Urribarri dejó su lugar, empezó la parte severa de la crisis, los retrasos en el pago de haberes de modo sistemático, la falta de cumplimiento en aportes sociales, la última fase del vaciamiento.
El estancamiento productivo de la provincia, la falta de un plan visible en ocho años de gobierno más allá de sus ambiciones personales, la zozobra económica, la profundización de las carencias en educación y salud, tantas cosas tristes dejó el Gobierno de Urribarri. Pero además de eso, dejó marcadas las consecuencias de la impunidad: una Justicia en crisis y un escenario de medios que intenta reconstruirse después del pisoteo.
La actualidad de “El Diario” es una consecuencia más en ese sentido: hay 120 familias en ascuas antes de Nochebuena. Por eso también deberían dar explicaciones Urribarri y Báez. Y por eso, además, deberíamos de preguntarnos qué hicimos en esos ocho años mientras se llevaban la provincia por encima, procurando en el camino del saqueo borrar las huellas que debían advertir, especialmente, la justicia y, también, el periodismo.

Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.