Hay medios de comunicación buenos y medios de comunicación malos, muy malos.

En términos morales: el bien y el mal.

Una visión maniquea muy anticuada que parece que se empeña en prenderse con uñas y dientes en la Universidad pública. Eso al menos es lo que expresa Alejandro Ramírez, vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), que ensaya una versión muy de manual de Cómo leer al Pato Donald, de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, que en los 80 hizo furor en las escuelas de comunicación.

Eso intenta plantear en un texto muy desordenado que titula «¿Qué comunicación en qué pospandemia?»

Los medios, feos, sucios y malos -no identifica a cuáles se refiere Ramírez, no se preocupa en aclarar ese punto- actuaron y actúan de la misma forma antes y durante la pandemia de coronavirus.

Ramírez, el vicedecano, plantea esa divisoria de aguas para analizar «a los medios»: cómo actuaron «los medios» en la pandemia.

¿Cuáles medios?

«En términos comunicacionales no se advierte una marcada línea divisoria entre las formas de actuación de los medios de comunicación antes de la pandemia y ahora», dice, en un artículo que publica la revista Riberas de la UNER.

La pandemia, va de suyo, es un asunto sanitario planetario. ¿De qué realidades habla Ramírez? ¿De Entre Ríos, Kazajistán, Nicaragua, Brasil, Estados Unidos, Suecia, Mónaco?

«Así, los medios que dominan el prime time en sus diversos formatos (TV, Radio y también periódicos) al inicio operaron desconociendo o minimizando la particular letalidad de un virus del que ningún país en el mundo tenía forma de combatirlo o siquiera menguarlo; luego, alimentando la incertidumbre y generando angustia a través de sistemáticas campañas de desinformación; más tarde –en el pico de contagios–, fomentando la desobediencia a las elementales medidas de prevención (aislamiento social -ASPO- primero y distanciamiento social -DISPO- después) que, incitando al rechazo hacia cualquier medida de los gobiernos en este sentido, contribuyeron a crear un clima de desestabilización política. Y, finalmente, cuando comenzaron a llegar las vacunas, oponiéndose no sólo a reconocer los procedimientos y protocolos científicos que les dieron origen, sino también incitando a la sociedad a negarse a ser vacunada».

Ahora sabemos que habla de «los medios que dominan el prime time«. ¿Pero todos los medios actuaron así? ¿Qué estudio hizo Ramírez sobre «los medios» para llegar a un diagnóstico tan contundente? ¿Qué medios lee, escucha, ve, Ramírez?

El discurso moralizador de Ramírez no se queda en este análisis crítico de «los medios» sino que se inmiscuye en las arenas movedizas de las redes sociales, un universo en constante transformación. ¿De qué redes hablamos cuando hablamos de redes? ¿Ramírez estudia la dinámica del crecimiento del mercado de las redes, de la circulación de la información en las redes? Veamos:

«Igualmente irresponsables se observaron los comportamientos de usuarias y usuarios de las diferentes redes sociales que, apelando a las emociones, los miedos, los prejuicios y en buena medida a la ignorancia, contribuyeron con la infodemia, las campañas de desinformación y con la divulgación de fake news. Si bien no puede afirmarse que la difusión de falsedades se efectúa de manera totalmente maliciosa (dado que aun las personas bien intencionadas llegan a hacerlo sin recurrir a un elemental sentido crítico sobre contenidos dudosos), la replicación potencia el efecto de desinformar y amplifica la indefensión de una sociedad frente a temas que –como en el caso del coronavirus– requería ser respetuosos del discurso científico».

La división moral del mundo de las redes: los malintencionados y, claro, los bienintencionados.

Después, la división maniquea del mundo de los medios: desde una unidad académica que forma licenciados en Comunicación Social se tiene una mirada muy precaria sobre lo que sucede en los medios. Casi se diría que se ignora por completo qué ocurre.

Entonces, de un lado los medios buenos, de otro, los medios malos, «los medios de comunicación comerciales, o incluso los que –siendo estatales– se rigen y expresan a través de la comunicación bajo su forma mercantil».

«Estos medios de comunicación se dirigen a una ´audiencia´ que previamente han creado bajo las condiciones que sus lógicas establecen: la no política, el entretenimiento berreta, el clasismo, el sexismo, la música de baja calidad, el evitar todo pensamiento crítico y en su lugar entronizar lo chabacano, el golpe bajo y –por supuesto– la permanente operación en función de intereses político-comerciales específicos».

¿Qué medios lee, Ramírez? ¿Qué radios escucha? ¿Cómo se informa?

Esa altanería es pariente cercana de la ignorancia. En qué medios encuentra «el entretenimiento berreta, el clasismo, el sexismo, la música de baja calidad». ¿Quién tiene la vara para medir la alta o baja calidad de la música, Ramírez? ¿En qué conservatorio musical se formó para aplicar esa escala? ¿Tenemos «entretenimiento berreta» en los medios? ¿Cuál sería, en ese caso, el entretenimiento que debemos atender?

Ya no hay aislamiento obligatorio, Ramírez: salga a la calle, pise el cordón de la vereda. Pregunte a los egresados de su facultad qué pasa en los medios.

Se va a sorprender.

 

 

 

Ricardo Leguizamón

De la Redacción de Entre Ríos Ahora