El fiscal Federico Uriburu salió hoy del Monasterio de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmen, en Nogoyá, con 14 cilicios y algunos tantos látigos.
Esos elementos, de autoflagelación, son utilizados, de forma periódica, por las 18 religiosas que viven vida de clausura, y que hoy alcanzaron repercusión nacional luego de que la revista “Análisis” publicara que allí adentro se tortura, se priva de la libertad a las religiosas en formación y que incluso se aplica una regla del medioevo en relación a la vida conventual.
La reacción de los voceros de la Iglesia ante semejante denuncia fue, por lo menos, reprochable.
El arzobispo Juan Alberto Puiggari se quejó por el modo cómo la Justicia llegó al convento –no les permitieron la entrada, y debieron forzar la puerta— y dijo: “Estoy un poco perplejo por la noticia. Me enteré esta mañana porque me llamaron las hermanas hoy temprano con la noticia de que habían allanado el convento”.

Respecto a la manera de actuar que tuvo la justicia manifestó que “ante una denuncia de una revista ya se allana un convento como si fueran vendedores de droga. Hay instancias de diálogos que son mucho más fáciles. Podía ir el fiscal a tocar timbre y actuar de una manera más pacífica, tanto para las hermanas como la ciudad de Nogoyá”.

No consideró reprochable la autoflagelación como modo de vida religiosa, ya que, aseguró, “la vida de las carmelitas es muy exigente. Ellas van libremente y viven una vida austera y de oración. Además rezan por la Iglesia y por el mundo. Si hay que corregir algo, se corregirá. Pero no hacer eso de manera sensacionalista. No me termina de cerrar por que fue hecho esto así”.

“Nos despertamos hoy con esta noticia poco grata al ver este accionar policial sobre el monasterio cuya regla y funcionamiento está regido por la Santa Sede. El monasterio es de derecho pontificio, por lo tanto si bien tiene jurisdicción en la Diócesis de Paraná, tiene una dependencia directa de la Santa Sede, por lo que su funcionamiento depende de las reglas aprobadas por la Santa Sede”, explicó.
Patat dijo que “este monasterio se rige por la Regla de Santa Teresa, con la vieja manera de vivir de las Hermanas Carmelitas” y aunque admitió que “para el lenguaje social puede sonar a castigo, en la regla interna de los monasterios Carmelitas es la manera de la vida de la disciplina”, según declaraciones a LT14.
El cura reiteró que las penas y castigos físicos “están permitidos en la regla carmelita” y resaltó que es “de regulación pontificia, no de regulación diocesana, por lo que depende directamente de la Santa Sede”. Por ello, consideró que en este caso se habla “sin conocer ni saber cómo es el funcionamiento del monasterio”.
El monasterio carmelita de Nogoyá se inscribe en la rama de los denominados “las maravillas”, que siguen los postulados preconciliares impuestos por la monja española Madre Marvillas de Jesús, convertida en santa por Juan Pablo II en 2003.
En 1991, el papa polaco impuso la actualización de las constituciones de los carmelitas, pero un grupo de monasterios se opuso a los cambios y escogió mantener prácticas anacrónicas, que agudizan la clausura de sus conventos.
Por ejemplo, se exija la presencia de la tercera hermana (escucha) en las visitas, se mantienen las reverencias, inclinaciones, postraciones y no se expongan a las miradas de extraños. Las monjas no pueden salir de clausura ni para visitar a sus padres enfermos o moribundos. Y, fundamentalmente, aceptan los actos de humillación de las religiosas a modo de castigo.
La negativa repercusión que tuvo la postura de la Iglesia ante los hechos denunciados motivó a Puiggari a convocar a una conferencia de prensa hoy, a las 10, en la sede de la curia.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.