• Por Silvia Albarenque (*)

Cuando llegan estas fechas casi instintivamente hacemos dos cosas, por un lado, recordar las navidades y los fines de año de nuestras vidas, y por otro lado, hacer un balance del que termina.

Si hago eso, recuerdo mis primeras dieciocho fiestas de fin de año junto a mi familia, es decir, mis padres, hermanos, abuelos, tíos y primos; las siguientes catorce, en un  convento de clausura. Y desde el año 2013, en un contexto de nueva libertad recuperada.

 Acá se unen el recuerdo y el balance; llega el momento de preguntarme si me hubiera sido posible pasar esas catorce fiestas de fin de año en un convento de clausura, lejos de quienes de verdad me querían, estando ahí forzadamente durante la mitad de esos años, soportando reiterados abusos de poder de parte de la superiora y muchas veces hostilidad e indiferencia de parte de algunas de las otras internas. Decía que llega el momento de preguntarme si me hubiera sido posible sobrevivir a esa realidad sin las primeras dieciocho fiestas junto a mi familia.

No necesito mucho esfuerzo para saber la respuesta. Claro que no. Y claro que tampoco me hubiera sido posible reintegrarme al mundo y a la sociedad al salir de allí sin esas mismas personas queridas, y sin las demás que se fueron sumando a lo largo de estos años con su apoyo y empatía.

Este 2020 tan confuso, crítico y cambiante, felizmente termina con sabor a justicia. El martes 29, el Tribunal de Casación de la ciudad de Paraná confirmó la sentencia condenatoria a quien fue mi superiora durante esos duros años, Luisa Toledo, quien me privó de la libertad de irme de ese lugar infernal durante muchos años.

Llega esta confirmación a la sentencia dictada en el año 2019 en el tribunal de Gualeguay como un remedio sanador. Dos tribunales, es decir seis jueces,  me están diciendo al dictar y confirmar la sentencia: “Reconocemos lo que te pasó y condenamos que te haya pasado”.

Para mí eso es justicia y liberación, como lo fue el proceso judicial en su totalidad, desde que fui a declarar a Tribunales en el año 2016 ante el fiscal Federico Uriburu y hablé de tales vivencias,  sintiéndome escuchada y tomada en serio. Eso fue en marcado contraste con la vez que en el año 2013  le conté lo mismo a monseñor Juan Alberto Puiggari, quien sin variar su expresión durante las tres horas en las que me explayé solamente respondió con silencio e inoperancia. El mismo reconocimiento que al fiscal Federico Uriburu les debo a los fiscales Rodrigo Molina y Jorge Gamal Taleb, quienes se destacaron por su desempeño profesional durante el juicio llevado a cabo en Gualeguay y, en el caso del fiscal Taleb, también en la audiencia de Casación.

Todo esto me hace ver tres cosas.

Por un lado, si el obispo hubiera escuchado y obrado en consecuencia cuando le narré lo ocurrido, se habrían evitado tres años de infierno para las monjas que quedaron adentro. La hermanita que se vio obligada a escapar de ese suplicio, no hubiera necesitado hacerlo y tal vez, ni siquiera hubiera sido necesario llegar a la instancia judicial.

Por otro lado, me hace ver la importancia de hablar cuando se viven situaciones de abuso y violencia, de buscar ayuda.

Y  por último, me hace reflexionar sobre lo importante que es escuchar con empatía a quienes nos piden ayuda.

Para finalizar, me gustaría reiterar el agradecimiento a mi familia, amistades y a todos quienes confían en mí y me sostienen, así como también a la prensa que siempre se interesó en este caso con respeto y seriedad. Deseando que el año 2021 nos encuentre predispuestos a escuchar al que sufre cualquier tipo de violencia y hacer lo necesario para revertir la realidad de esas personas. 

(*) Silvia Albarenque fue monja de clausura en el convento carmelita de Nogoyá. Junto a Roxana Peña, otra religiosa, denunciaron a la priora Luisa Toledo por privación ilegítima de la libertad y por los tormentos a las que fueron sometidas en el monasterio. En 2019 el Tribunal de Juicios y Apelaciones condenó a Toledo a 3 años de cárcel, y este 29 de diciembre la Cámara de Casación Penal de Paraná confirmó el fallo.