Alejandro Patteron, que hasta 2014 fue párroco de la Iglesia San Miguel de Paraná, celebra este domingo 4 de julio su medio siglo como sacerdote. Y para celebrarlo habrá una misa, a las 11.

Patterson fue ordenado junto a otros tres religiosos – John O’Malley,  Peter O’Connor y Michael Hubbart- el 4 de julio de 1971 en la capilla del Seminario de Dublín, Irlanda, pero a título de la Arquidiócesis de Paraná. Llegaron a la Argentina en julio de 1972, y al año siguiente se hicieron cargo de la Parroquia San Miguel.

Es el único sobreviviente de aquel cuarteto cuya historia es bastante peculiar. ¿Por qué este grupo de religiosos sudafricanos e irlandeses deciden afincarse en este punto lejano del mundo?

Hay una historia.

En 1808, con la dispensa de la Iglesia Católica, el irlandés Edmund Rice y un grupo de seguidores crea una orden religiosa con la profesión de votos según el esbozo de la primera regla de la congregación.

Nacían así los Hermanos Cristianos, orden que obtendría su reconocimiento pontificio doce años después, por parte de Pío VII.

Entonces, Rice es elegido como su primer superior general, cargo que desempeñó hasta su muerte, en 1844.

Exactamente 152 años después de la muerte de Rice, el 6 de octubre de 1996, el papa Juan Pablo II lo declaró beato, y lo puso en el camino de la santidad.

Pero la estrella de Rice y su congregación más temprano que tarde empezaría a opacarse y pronto empezarían a aparecer piedras en el camino.

Los Hermanos Cristianos fundaron su trabajo en la educación, y así llegaron a contar sólo en su país de origen, Irlanda, con una red de 50 centros de educación primaria y otros 80 de secundaria.

Pero en 1999, exactamente tres años después de que el fundador fuera declarado beato por el Vaticano, empezaron a llover las primeras denuncias por abusos cometidos por sacerdotes, religiosas y laicos que trabajaban en esas instituciones educativas, que además eran sostenidas económicamente por el Estado irlandés.

En 2009 se conoció el denominado Informe Ryan, un compendio de innumerables denuncias contra 46 sacerdotes de la Arquidiócesis de Dublín, que abarcó el período comprendido entre 1975 y 2004, y que permitió conocer no sólo las atrocidades cometidas contra menores, sino también el sistemático ocultamiento de denuncias promovido por las autoridades civiles, y del clero irlandés.

Una de las congregaciones más señaladas por casos de abuso fue, precisamente, la de los Hermanos Cristianos.

La Escuela Industrial de Artane, en Dublín, fue escenario de la mayor cantidad de hechos de abusos contra menores. Esa escuela estaba a cargo de los Hermanos Cristianos.

Cuando el papa Benedicto XVI supo de esos casos –sacados a la luz por el denominado Informe Ryan, un trabajo encargado por el Gobierno irlandés en 2000 a una comisión independiente coordinada por el juez Sean Ryan, que recogió el testimonio de 2.500 víctimas—dijo sentir “rabia” y “vergüenza” y los calificó de “crímenes odiosos”.

El asunto, después, avanzó como podía avanzar: la Iglesia irlandesa, con el apoyo del Estado, indemnizó a las víctimas, y tres obispos debieron dar un paso al costado.

John Francis O´Malley era también irlandés, era también católico: nació el 8 de octubre de 1921 en Westport, y también él se incorporó a la congregación de los Hermanos Cristianos, y a los 15 años se marchó a trabajar a una escuela en Sudáfrica, durante el apartheit. Pero a poco de estar allá supo que lo suyo no era la educación sino el sacerdocio.

Claro que el cambio de planes no le resultó sencillo. Cuando les comunicó a sus superiores su decisión de marcharse ya había hecho los votos perpetuos en los Hermanos Cristianos, y no iba a irse sólo: también había convencido a otros tres de seguirle los pasos. Peter O’Connor, Michael Hubbart y Alexander Patterson estaban dispuestos a marcharse de la congregación irlandesa. Los superiores resisten la decisión, y alegaron que todo había sido organizado por  O´Malley, así que tratan de convencerlos.

Pero aun cuando el 11 de mayo de 1966 consiguen la dispensa de los votos perpetuos, y recibieron el permiso para marcharse, tendrían por delante un largo camino que recorrer.

No pudieron encontrar un seminario que los acogiera. “Se van a Londres, para poder ingresar a la Universidad, ya que no podían ingresar a los seminarios, por haber salido de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Van como enviados de la Legión de María de Sudáfrica –cuenta Celia Godoy, responsable del Archivo del Arzobispado de Paraná, al trazar un itinerario de la vida del padre John O´Malley, más conocido como el padre Juan, el irlandés que estuvo durante casi cuatro décadas en la Parroquia San Miguel– . Tenían problemas de dinero y debían buscar trabajo para poder estudiar. Alejandro y Juan se van a Liverpool para tratar de ganar ese dinero. No podían comprar o alquilar un departamento, pero se enteraron de un lugar donde las familias jóvenes vivían en casas rodantes, allí van y encuentran una que está desocupada. Contactan a su dueño que después de consultar con su señora, decide prestarles la casa a cambio del pago del estacionamiento. Se instalan y viven en ella durante un año”.

Los cuatro logran que los dominicos los acojan, y comenzaron su formación sacerdotal en la denominada Orden de los Predicadores. José Morán, un dominico que  a finales de los 60 se hallaba misionando en Entre Ríos, lo pone al tanto al por entonces arzobispo Adolfo Tortolo de la situación de esos cuatro seminaristas.

El 6 de julio de 1970, Tortolo le escribe al cardenal Ildebrando Antoniutti, prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, y le comenta de su interés de incardinar a los cuatro seminaristas, una vez ordenados, en la diócesis de Paraná. Por fin, los cuatro, John O´Malley, Peter O’Connor, Michael Hubbart y Alexander Patterson se encaminan hacia la ordenación sacerdotal.

El 4 de julio de 1971 son ordenados los cuatro en la capilla del Seminario de Dublín, pero a título de la Arquidiócesis de Paraná. Lo que les quedaba por delante era pensar en su nuevo y muy lejano destino.

Llegaron a la Argentina en julio de 1972, y al año siguiente se hicieron cargo de la Parroquia San Miguel, en Paraná.

Pero no se quedaron los cuatro: aquí se asentaron John O´Malley, irlandés, Alex  Patterson, sudafricano, y Peter O’Connor, irlandés. El cuarto que formó parte de aquel contingente, Michael Hubbart , pronto regresó a Kimberly, Sudáfrica, su lugar de origen, adonde falleció.

Y aunque recibieron formación de los dominicos, se convirtieron, para siempre, en sacerdotes diocesanos de Paraná, y desde que llegaron no volvieron a partir.

Desde que había conseguido la dispensa de los Hermanos Cristianos para salir de la congregación, en 1966, pasaron casi cuatro décadas hasta que logró una explicación de los superiores de la orden a los porqué de las trabas que tuvo cuando decidió seguir su vocación sacerdotal, lejos de ese movimiento, ya con los dominicos.

Aquí, en San Miguel, el padre Juan, donde llegó a ser el más renombrado de los curas exorcistas, fue párroco desde 1973 a 1988, y luego vicario, hasta que se retiró al hogar sacerdotal de las Hermanas Siervas del Espíritu Santo, adonde murió, en 2010.

Recién  en 2000, el padre John recibió una carta de disculpas del superior general de los Hermanos Cristianos. En esa misiva, le pedían disculpas a los cuatro religiosos que abandonaron la congregación “por los malos entendidos o dificultades que habían surgido cuando dejaron la orden –cuenta Celia Godoy, dato que revela en un informe que hizo público el boletín del Arzobispado de Paraná–, y el padre Juan les contestó que sólo guardaban afectos hacia ellos, que seguían manteniendo fuerte lazos de amistad con muchos de esos hermanos y que no había nada que perdonar, ya que sólo no quisieron perder a sus religiosos”.

Claro, aquel pedido de disculpas llegó en un momento en el que los Hermanos Cristianos ya estaban en el ojo de la tormenta.

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora