La Feria del Libro de Paraná comenzó este miércoles por la mañana, con poco ruido, apenas el de la lluvia repicando sobre las chapas de la Sala Mayo, en el Puerto Nuevo de Paraná.
Los puestos terminaban recién de conformar su oferta sobre los stands, amplios, de buen despliegue, cómodos tanto para feriantes como para lectores.
En ediciones anteriores, en Plaza 1° de Mayo, las carpas quedaban pequeñas y en ciertos horarios resultaba difícil de transitar los pasillos angostos, apretados entre los puestos.

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Ese problema quedó resuelto.
El espacio sobra y los ventanales le dan profundidad y paisaje al mercado del libro. Esa combinación, parece, funciona.
En la mañana de este miércoles, del otro lado, sobre la baranda, un pescador de piloto amarillo probaba suerte e interrumpía la escena de modo perfecto. Como un extra. Los puestos en construcción, los ventanales al río y el tipo de amarillo haciendo el movimiento con la caña. Se veía agradable, serena, la postal.
Hacia el interior, ya estaba casi lista la propuesta más relevante de la feria, que está compuesta por la propuesta de los feriantes: el material seleccionado para que el público se acerque a mirar y, en el mejor de los casos, comprar.
En comparación con las ferias anteriores, hay una oferta un poco más amplia y diversa en títulos. Además de los libreros de Paraná con los ejemplares más o menos previsibles en exhibición, de la Fundación Logosófica, el puesto de Hare Krishma, los de libros religiosos, las venta de usados. Además de otros negocios de Santa Fe y las ofertas infantiles, se suman alternativas y se consolidan otras, que cada año le dan un valor agregado al paseo. Un plus.
Entre las clásicas que se consolidan está el stand de Editorial La Hendija, con un catálogo cada vez más amplio y representativo de lo que se genera en la región, tanto en literatura de ficción o no ficción, como en textos relacionados a educación. Del lado este de la sala, se destaca la gama amable de colores y sensibilidades al tono -con una estética impecable-, en la extensa oferta de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, con autores imprescindibles.
La Universidad Nacional del Litoral también pone a consideración su trabajo, entre lo que se destaca la reedición de las obras completas de Juanale Ortiz (se consiguen a 600 pesos) y también de Carlos Mastronardi. La Cámara Argentina del Libro propone, por su parte, un stand para demorarse, en el local vecino.
Hay un puesto dedicado a la música, también hay espacio para las artes plásticas y hay dos visitantes para mirar, revisar y conocer.
La Coop es, claro, una cooperativa de por lo menos trece sellos editoriales, la mayoría de Buenos Aires, pero también de Córdoba. Tiene libros preciosos en cuanto a su definición estética y promesas de grandes historias, de varios autores jóvenes, algunos consagrados y ciertos clásicos.
Otro de los visitantes es una librería de Mar del Plata, que reúne algo más de una docena de pequeñas editoriales, entre las que se destaca Eterna Cadencia. Hay autores por descubrir, si hay ánimo de lograr un hallazgo. De otro modo, el sello porteño cuenta con algo de lo mejor de la nueva narrativa argentina: Ricardo Romero, Hernán Ronsino, Jorge Consiglio, Julián López.
Hacen falta aún más propuestas de esas características. Pero también hay librerías que funcionan a través de redes sociales, con material que no se ve en las vidrieras generalmente. En ese tren va Vaporeso y también Providencia, ambas de artistas y lectores locales, que tienen la intención de compartir sus fascinaciones.
La Feria recién empieza a ganar movimiento. El lugar se ve ideal, la incógnita, que se escucha entre puesto y puesto, es si la gente se va acercar hasta el Puerto en números parecidos a los que se contaban en la Plaza. Hay menos espectáculos que en las ediciones anteriores y más libros. O más diversidad de libros. El resultado de los cambios se podrá evaluar el fin de semana.

Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.