El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, no dejó bien parada a la monja Luisa Ester Toledo, expriora del convento de las carmelitas descalzas, de Nogoyá, acusada del delito de privación ilegítima de la libertad en perjuicio de dos exreligiosas, y sobre cuyo destino se expedirá el próximo 5 de julio el Tribunal de Juicio y Apelaciones de Gualeguay.

Toledo fue sometida a un proceso en el que el fiscal Gamal Taleb pidió 6 años y medio de prisión por la aplicación de tormentos a las dos excarmelitas y la violación de los derechos humanos registrados en el convento mientras la monja, que ejerció con el nombre Madre María Isabel, estuvo al mando la conducción, entre 2008 y 2016. Los alegatos de clausura fueron el viernes 28, en Gualeguay.

Puiggari fue citado como testigo, pero decidió declarar por escrito.

En su testimonio, le soltó la mano a Toledo y la dejó en una incómoda situación.

El obispo dijo que en la última elección de la priora -un trámite que realiza el capítulo, esto es el conjunto de religiosas con votos solemnes-, el 7 de diciembre de 2015, y al parecer enterado de la mala convivencia dentro del Carmelo, “hice un llamado serio a elegir con responsabilidad a quien cada una creía que era la más apta”. No hubo sorpresas: la votación recayó en Toledo, que había asumido en 2008 como priora.

De ese modo, reveló que estaba al corriente de lo que ocurría un año antes de que la Justicia interviniera.

En el cuestionario por escrito que respondió como parte de las testimoniales en el juicio oral a la monja Toledo, Puiggari dijo que tuvo una “relación normal” con la religiosa, pero con “algunas diferencias de criterios”.

En su declaración, choca con las afirmaciones hechas por familiares de carmelitas que habían tenido una relación tirante con Toledo.

Extrañamente dijo no conocer los detalles de una reunión que mantuvo María Elena Villalba de Miño, madre de la actual priora del convento carmelita de Nogoyá, Itatí Miño, en la que la mujer lo puso al corriente de los graves hechos que ocurrían en la casa religiosa.

“Ya pasó el gran dolor que vivimos”, contó Miño en declaraciones a Entre Ríos Ahora a comienzos de 2018 “Tengo, sí, un gran dolor porque la cabeza nunca nos apoyó, un apoyo que sí lo tuve del padre Jorge Bonin (se refiere al párroco de la Basílica del Carmen, de Nogoyá, NdelR)”.

-¿Nunca sintieron el apoyo del arzobispo Juan Alberto Puiggari cuando le contaban lo que pasaba con la priora anterior?

-No, nunca, para nada. Inclusive, una vez, cuando vino a mi casa, cuando fue el allanamiento al convento, dijo que todo era un show mediático. En mi propia casa me mintió el obispo. Ni siquiera me llamó él para comunicarme que mi hija había sido designada priora. No le hubiese costado nada levantar el teléfono y avisarme. Me enteré por otra persona.

-¿Cambió mucho la situación adentro del convento ahora?

-Sí, totalmente. Antes eso era una cárcel. Eso se lo había dicho a Puiggari. Esta mujer (habla de Luisa Toledo) nos tenía sometidos a todos, hasta a las familias. Una vez me enteré lo que pasaban ahí adentro. Yo siempre le llevaba cosas a mi hija, y le pedía a la hermana que me atendía en el torno que se lo diera. Un día mi hija se acercó llorando y me dijo, a través del torno: “Mami, por favor, cuando vengas, decile: `Entreguele esto a nuestra madre, para que después ella se lo entregue a mi hija´. Ahí me di cuenta de que estaban muy sometidas.

Qué respondió el obispo

“Me reuní con la señora María Elena Villalba viuda de Miño dos veces en el Arzobispado y una vez estuvo un momento en su casa. No recuerdo bien lo conversado, son muchas audiencias que tengo por día. Lo que recuerdo es que la primera vez vino a traerme sus quejas por el cambio de actitud que había tenido la Hermana Isabel con ella y lo que ella consideraba un trato inadecuado con el Párroco de ese momento. La segunda vez, el 5 de mayo de 2016, vino acompañada con el nuevo párroco, Pbro. Jorge Bonin, y manifestó su preocupación por el mal clima que ella entendía que había en el convento; no recuerdo que me haya manifestado lo de la salud de su hija. En la carta que me entregó, fechada el 5 de mayo de 2016, explicita lo que le preocupaba: el abandono de la Hna. Rosa, la actitud de la Priora hacia el Pbro. Bonin, la complicidad de la Hna. Lucía con la Priora, y que percibía que en su hija una actitud de miedo e inseguridad”.

Luego de recibir esas impresiones de parte de la madre de la actual priora del convento carmelita de Nogoyá y de haber escuchado al papá de una de las víctimas, S.A., pidió al nuncio apostólico en Argentina una “visita apostólica” al Carmelo, o sea una virtual intervención externa.

“En dos oportunidades, con motivo de Reuniones Permanentes del Episcopado, me reuní con el Sr. Nuncio por este tema y si bien él veía la conveniencia, no encontraba la persona idónea para esta visita. Me dijo que tenía alguna persona muy capaz en vista pero que debía esperar porque estaba haciendo una visita de este tipo en otro lugar”, agregó en su declaración.

Más adelante, en respuesta a la pregunta número 11, el arzobispo de Paraná respondió a la Justicia que “era evidente que había dificultades en la vida  comunitaria pero que los cambios no se realizan de un día para el otro, que la corrección lleva su tiempo”.

Aunque esa lentitud en los cambios adentro del convento se aceleraron en 2016, tras el allanamiento judicial en la casa religiosa de Nogoyá.

Puiggari indicó que, tras ese procedimiento, “pedí con urgencia que se enviara un Visitador Apostólico. Así fue, la Santa Sede eligió un Obispo Emérito, monseñor Martín de Elizalde, exAbad de un Monasterio Benedictino, con muchísima experiencia en la vida contemplativa. Él se instaló en el Monasterio durante unos cuantos días, pudo hablar largamente con cada monja; pudo conocer en el lugar la vida comunitaria. Cuando terminó la Visita Canónica, elevó un informe a la Sagrada Congregación de la Vida Consagrada, que es la encargada por el Santo Padre de velar por la vida religiosa. Ese informe es reservado, nunca tuve conocimiento del mismo”.

El 8 de noviembre de 2016, el Vaticano decide apartar a Luisa Toledo del cargo de priora del convento carmelita de Nogoyá.

“Como consecuencia el Informe, es que la Santa Sede decide que la Hna. Isabel deje de ser Priora y sea trasladada a otro Monasterio y se me pide que haga un acompañamiento más cercano hasta que pueda normalizarse la vida del Carmelo. Durante ese tiempo, visité mucho más seguido a las Hermanas, flexibilicé algunas normas transitoriamente por estado de las Hermanas, de cansancio y nerviosismo por todo lo vivido. El 4 de diciembre de 2017, por Decreto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se nombra por tres años las nuevas autoridades del Camelo”, declara Puiggari.

Puiggari después revela las relaciones tirantes que existían entre el clero y Toledo. “No fue fácil, en los últimos tiempos, la relación con los párrocos. La Hna. Isabel (el nombre religioso de Ester Toledo) no siempre comprendía las numerosas tareas que tienen los sacerdotes en una Parroquia tan grande como la de la Basílica del Carmen, y a veces pretendía cambios de horarios u otras actividades imposibles de cumplir por los sacerdotes”. Y agrega: “Esto era motivo de roces”.

“Cuando empiezo a enterarme de los problemas que estaba habiendo, me pareció prudente cambiar los confesores”, cuenta Puiggari. En realidad –agrega- esto se hizo antes de apartarse a la Hna. Isabel”.

Puiggari recuerda la salida intempestiva de una religiosa del convento carmelita –se escapó- y la búsqueda de contención en la Basílica Nuestra Señora del Carmen, donde fue recibida por el párroco Jorge Bonin. Y contó de qué modo frenó la pretensión de la monja Toledo de hacer volver al Carmelo a la religiosa.

“Sobre la hermana R –dice Puiggari en su declaración-, nunca fui consultado, me enteré de su salida por el Párroco de la Basílica Nuestra Señora del Carmen. Cuando la Hermana estaba en la Parroquia, me llamó la Madre para que intentara hacerla volver, lo cual no hice y apoyé el proceder del Párroco; al ser mayor de edad (preferí) que ella decidiera lo que quería hacer”.

La actitud de Bonin

“Nunca se pueden mirar a un espejo porque es símbolo de `vanidad´ y si alguna de ellas intenta ver su reflejo en el vidrio de alguna ventana, habrá un inmediato castigo. Hubo veces que solamente se podían bañar una vez cada siete días. Todas las semanas, como práctica habitual, hay que autoflagelarse desnuda, pegándose en las nalgas con lo más parecido a un látigo, pero con varias puntas y durante 30 minutos. El escarmiento comprende también vivir a `pan y agua´ durante una semana; el uso del cilicio en las piernas, por varias jornadas, como sacrificio o bien la colocación de una mordaza en la boca, durante las 24 horas y por espacio de siete días. En cada visita de un familiar, siempre hay una monja `de testigo´ para escuchar lo que se habla y no se permite conversar de `cuestiones mundanas´”, se lee en la nota que publicó la revista Análisis en 2016 y que dio pie al inicio de la investigación judicial que derivó en el juicio por privación ilegítima de la libertad y la imputación de la monja Toledo..

R.P., es la monja que escapó del convento, y buscó refugio en la Basílica de Nogoyá. El cura Jorge Bonin contó en la Justicia la situación vivida por una de las excarmelitas que, luego de haberse escapado del convento, corrió a buscar su ayuda. En ese momento, el cura se puso en contacto con el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, y coordinaron entre ambos el viaje de la exmonja a su casa.

La exreligiosa detalló en la Justicia cómo hizo para poder salir del convento: estudió los movimientos, averiguó el destino de las llaves y decidió irse el lunes 28 de marzo de 2016. Lo hizo con ayuda del jardinero, que accedió a abrirle una de las puertas.

“Escapa al patio primero, y después se va a la calle con ayuda del jardinero. Al jardinero le pide si le puede destrabar la puerta. Y el jardinero accedió. De ahí, llega a la Basílica y pide ayuda a Bonin. En Tribunales, Bonin confirmó esa situación. Y las llamadas que hizo a Puiggari y el modo cómo se le facilitó que pudiera viajar con su familia. Bonin describe a la madre superiora como una persona con dificultad para el diálogo, y que en ese momento fue difícil tratar con ella. Dijo que es una persona que siempre quiere tener la razón en todo, y que si las cosas no se hacen de la forma que ella piensa, no se hacen”, contó entonces el fiscal que comenzó la investigación judicial, Federico Uriburu.

Claro que luego de la intervención judicial y del allanamiento al convento, Puiggari hizo una defensa cerrada de lo que ocurría puertas adentro del Carmelo.

“Nunca quise cuestionar a la Justicia –dijo Puiggari, durante una rueda de prensa, el viernes 26 de agosto de 2016–. Pero me llama la atención que sale un artículo, y automáticamente de oficio, casi simultáneamente, se decide el allanamiento de una manera espectacular, con 50 policías, rompiendo puertas, con casco, armas. Nogoyá estaba convulsionada. La ley dice que el fiscal debe actuar con la mínima fuerza necesaria. ¿Era necesario tanto despliegue? Yo no he visto algo así en Paraná”.

«No es cierto -respondió Uriburu entonces-. El procedimiento fue proporcional a  la circunstancia. No hubo 50 policías armados. Hubo diez policías y dos fiscales. No dice la verdad Puiggari. No fue así”.

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.