Por Ramiro Pereira (*)
He recibido consultas de amigos y amigas sobre la leyenda que puebla estos días respecto al voto en blanco: «¿Es verdad que se le suma al que gana?», preguntan reiteradamente. Lo mismo he escuchado en diversos medios de comunicación (en particular, en Radio Mitre).
La respuesta que he dado es sencilla: no, el voto en blanco no se atribuye a ningún candidato, al igual que lo que ocurre con el voto calificado nulo, o el voto que deja de emitir quien no acude al comicio.
Más extraño aún fue el artículo publicado en La Nación por el doctor Felix Logroño, cuando con notoria mala fe sostuvo que el voto en blanco era inválido.
En el plano jurídico, el voto en blanco es, básicamente, inocuo, conforme el artículo 101.III del Código Electoral Nacional.
En el plano político, empero, dista de serlo. Fue la forma expresiva del peronismo durante las elecciones constituyentes de 1957, legislativas de 1960 y presidenciales de 1963, con alrededor de un quinto de los votantes expresándose de tal modo.
Válido como lo fuera en su momento la abstención electoral intransigente del radicalismo, previo a la Ley «Saenz Peña».
Para la segunda vuelta, el voto en blanco es opción para quienes se niegan a elegir entre una fórmula con rasgos antidemocráticos notables y que enuncian la destrucción del propio Estado y otra que expresa la continuidad en el poder de la maquinaria de generar población sumergida en la precariedad e incertidumbre, con su Aleph ubicado en el conurbano bonaerense.
Rodolfo Miguel Parente sugiere como posibilidad votar colocando en el sobre una boleta electoral de la UCR en 1983. Ello sería anular el voto.. aunque sospecho que calificar de nula la boleta de Alfonsín-Martínez es una pura superstición jurídica.
En épocas de liviana inmediatez, debiéramos recordar que no cabe rendirse.. y que los tiempos ya cambiarán.
Noa: Seguramente inoportuno, no puedo dejar de recordar estas estrofas de la Milonga del ‘900: «Soy del partido de todos, y con todos, me la entiendo, pero vayanlo sabiendo, soy hombre Leandro Alem.» Sobre Don Leandro, cabe recomendar la lectura de «El hombre de la multitud», del socialista Alvaro Yunque y los trabajos de Ezequiel Gallo y Paula Alonso.
Cabe señalar que nada autoriza a suponer que Alem fuera partidario de los patricios en la República Romana, gibelino o guelfo, jacobita, ultramomontano en la Francia revolucionaria, partidario de los realistas, carlista, libertario o miembro del Tonton Macoute, como tampoco que fuera hincha de Barracas Central ni del Manchester United.
(*) Expresidente del Comité Capital de la UCR