Este jueves, a las 20 se inaugura la segunda versión de la muestra “Entrelazadas” en la Galería de Exposiciones de la Vicegobernación. La muestra reúne a ocho mujeres destacadas en el campo de las artes visuales de la provincia. Lo que sigue es un recorrido previo a la inauguración y una invitación a conocer la potencia expresiva de artistas con distintos estilos, recorridos y enfoques, reunidas para dar identidad a una mirada exquisita de la diversidad.
Son las 4 de la tarde y salvo el policía del ingreso por calle Santa Fe, Casa de Gobierno parece, se ve, deshabitada. La imagen del patio interno, acosada por las ventanas, aparatos de aire acondicionado y manchas oscuras de humedad, es una metáfora de encierro. Los pasillos, siesteros de pereza y penumbra, parecen más largos y las pisadas, un escándalo.
Hay luz al final del túnel. La galería está despierta, realza por el tono pastel de las paredes y las luces que miran hacia los cuadros, ya dispuestos para la muestra que se inaugura este jueves.
Un cartel presenta la actividad. “Entrelazadas” se llama la invitación de la Vicegobernación, que ha resuelto ganar un tramo de la Casa Gris para convertirla en otra cosa. Un brazo de este cuerpo del Estado que se extiende hacia la cultura, para que los creadores anden, transiten y muestren allí lo que le da sentido a esa maquinaria interior, expuesta ante el mundo en la interpretación sensible del arte. Como una fuerza de transformación que se expande.
Porque la aspiración del arte, ya ni siquiera del artista sino del arte en cuanto obra que mira y se deja ver, es modificar el estado de las cosas en el encuentro, transmitir una vibración directo a esa música que suena en el observador. O, en todo caso, en el aura, en esa “música en que flotamos”, como dijo el poeta.
El curador de la muestra, Carlos Asiaín, estuvo trabajando un día antes. Aquí y ahora está la luz, el arte y un silencio abismal, como para caerse adentro. Y en este adentro están las obras de ocho mujeres. Diferentes generaciones, distintos materiales, universos que se tocan, se rozan. El hilo lo llevará el espectador en el bolsillo de la camisa e irá cociendo a gusto cuando llegue a conversar con las obras, en el día de inauguración.
La experiencia es otra cosa. Detenerse ante cada una de las obras. Quedarse adentro y dejar que suceda lo que deba suceder. Mirar las niñas de Lilian Almada y leer en sus ojos los paisajes del tiempo, donde habita lo claro tanto como una incertidumbre persistente. Pasar por Jorgelina Parkinson entre imágenes de mujeres en un pasado que vuelve tan pleno y tan vivo de gris, tan seguro de su continuidad del otro lado del vidrio.
Cambian los estilos. Estalla en colores y belleza Agueda Guarnieri. Hay hombres lastimados en detalles de sus prendas, arrancadas a girones, que imaginó y ofrece Ana María Garello. Ella pregunta “¿Cuál es ese pensamiento azul, frío, duro, que le fragmenta la cabeza?”.
Hay una música visual en el aire y un mate ahora. Un buen mate. Las obras de María Gloria Daneri, las preguntas del color, la poesía de lo abstracto. Al leer lo que ellas escribieron, asiste otro sentido. Ekaterina Gelroth, por ejemplo, se propone “crear una nueva forma de existencia más allá del adentro y el afuera, del día y la noche. Burlarme de los límites y los bordes, del miedo”. Mientras tanto, el pecho de su mujer se abre a la luna, atravesada por el polvo galáctico y la desintegración de las estrellas.
Valeria Riccardi hace con témperas una costa de luces reflejadas que se inclina como la mirada de alguien que se derrumba, quizás, en una canoa oscilante. Y hay más, una nostalgia de verano en agonía. Y por aquí Valentina Bolcato y una mujer difuminada. Sus palabras a un lado declaran que está buscando “reinterpretar la idea de carga y limpieza con el fin de pensar nuevas posibilidades de transmutación del cuerpo, la materia y las emociones”.
Miro ocho mujeres, adentro del silencio que ya suena, en el clima interior de las imágenes. No busco interpretar, ni leer cosas que no podría. Dejo que el arte haga, que suene esa música por aquí y espero poder contarlo, contagiar el deseo de emprender la travesía: ocho mujeres y sus criaturas, listas para saltar y transformar la noche con una nota que arde.
Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora