El tejado aparece, tímido, por encima, en lo alto de esa fachada que resiste el paso del tiempo. A su alrededor, se levantan, como si nada, los edificios en torre, pero esa casona sigue ahí, estoica, inmune a los cambios urbanísticos, a la espera de recubrirse de alguna caparazón que le permita sortear los humores arquitectónicos de la ciudad. El árbol, esquelético, desnudo de invierno, busca proteger la construcción. No mucho, pero lo intenta.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.