Paraná crece en altura. Los edificios en torre se levantan y a su paso se derrumban fachadas de otro tiempo. Sin pasión ni remordimientos, la ciudad cambia su fisonomía. El negocio inmobiliario y la renta de unos pocos importan mucho más que el cuidado del patrimonio arquitectónico. Y entonces pasa lo que pasa.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora