Falleció este lunes por la noche el cura Julio Alberto Puga Ramírez. Había nacido en Mendoza, tenía 75 años y estaba retirado del servicio activo de la Iglesia: en los últimos años vivía alojado en la Residencia Sacerdotal Jesús Buen Pastor.

Los restos del sacerdote serán  inhumados este martes por la tarde en el Cementerio del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, en la zona del Brete.

Fue una figura clave en la Iglesia.

Los que tienen varios años seguramente lo recuerdan: era ese sacerdote visceral que tomó las riendas de la preparación de la juventud católica de Paraná para la organización de la histórica visita de Juan Pablo II a la ciudad, en abril de 1987.

Si la cuenta no es exagerada, unos 3.000 muchachos y chicas fueron adiestrados como servidores, coordinados todos ellos y otros tantos también por el padre Julio Puga.

El primer encuentro con el padre Puga fue azaroso: en un retiro espiritual en una abadía benedictina, al calor de un sol del último invierno, mate de por medio, una mañana azul. Había llegado hasta ese lugar para dar clases de latín, pero aquella primera entrevista no fue para hablar de asuntos académicas ni de Teología.

Una memoria prodigiosa la de este sacerdote nacido en Mendoza el 12 de octubre de 1949, una verba abundante, una personalidad atrapante. Esa primera vez contó de su vida sacerdotal en Paraná, habló de sus enojos y enemistades, de sus amores y desamores, de su fervoroso trabajo pastoral, pero hizo prometer silencio.

Sólo hizo una concesión: dejó su dirección de correo electrónico.

Un día el padre Julio se fue de Paraná. Y un mediodía de noviembre de 2007 volvió, pero al rato otra vez partió. Dice que ahora está bien donde está, en una Mariápolisis del Movimiento de los Focolares, esa corriente católica creada por la italiana Chiara Lubich. Está en O`Higgins, en la provincia de Buenos Aires, donde los Focolares levantaron casi una ciudadela que se autoabastece. Allí, dice el padre Puga, se afana en tareas bien manuales: carpintería y jardinería.

Llegó para reencontrarse con sus compañeros de ordenación, y para dar cuenta de un festejo entrañable: los 25 años de vida sacerdotal, que los celebrará en O´Higgins con una asistencia, augura, de exageración: unas 300 personas espera. Será el 8 de diciembre. “Te espero”, invita.

El padre Julio se ordenó el 8 de diciembre de 1982 en Paraná, y tuvo como ordenante a quien por entonces suplía al metropolitano Adolfo Tortolo, ya enfermo, y que luego sería obispo auxiliar, monseñor José María Mestres, ese hombre contundente, de pesados anteojos de carey. Su primer destino, como vicario parroquial, fue la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, junto al padre Julio Metz, y allí sería nombrado luego como párroco.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora