Este sábado la ciudad experimentaba una vibración inusual y extrema: entre el fútbol y los disfraces, las calles de Paraná parecían, todo el tiempo, el anticipo de un acontecimiento extraordinario. O de dos. El sábado fue una previa continua.
A pocas horas de la 19° edición de la Fiesta de Disfraces más grandes de Latinoamérica, ya se observa con nitidez que la nueva versión del fenómeno estará en índices de público similares a sus antecedentes inmediatos e incluso un poco por encima.
También se afirma la tendencia en relación al crecimiento hacia afuera de la Fiesta de Disfraces: cada vez es más le público que llega desde Ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Córdoba. Pero, además, se esperan visitantes de lugares como Brasil, Colombia o Estados Unidos.
La Banda del Palo, en plena ejecución de la maquinaria que nació como un festejo de amigos y se transformó en una empresa de grandes rendimientos, habla de cortar algo más de 42 mil tikets, aunque se conoce que los organizadores son prudentes en ese sentido y habitualmente los números que ellos anticipan están 10 mil por debajo de lo que da a conocer la policía de Entre Ríos.
Un síntoma del éxito se pudo observar en el atardecer de este sábado en el camping Manija. Allí la Fiesta de Disfraces ofrece servicio de hospedaje en carpa a unas 300 personas -duplicando la concurrencia de la primera versión de la idea en 2016-, que junto a un gran número de visitantes vivieron la fiesta previa con bandas en vivo y baile hasta bien entrada la madrugada. Más de 1000 personas participaron de la fiesta. En rigor, una de las tantas previas que se viven por estas horas en Paraná.
Cada año en la Fiesta de Disfraces, se sabe, concurren personajes famosos. Algunos se dan a conocer con posterioridad y en otros casos, directamente, no se entera nadie. Alguna vez visitó la Fiesta de Disfraces buena parte del elenco del éxito televisivo Casi Ángeles, sin que nadie se diera por enterado. Así sucedió con otras personalidades y hasta cuentan que estuvo allí un jeque árabe, rodeado por tres mujeres y seguridad privada.
En ese sentido, este año se esperan varias figuras pero no se anticipan nombres y en cambio se prometen imágenes de prueba, pero ya en el campo de los disfraces.
Qué tiene.
Ya se vive por estas horas el ánimo de la fiesta: a partir de este domingo y hasta entrada la mañana del lunes, superhéroes y villanos, enfermeras y carniceros, diablos de todas las mitologías, zombis, reinas de corazones, novias solas, presidentes, animales, peluches gigantes y barras bravas van a invadir las calles.
El esquema de infraestructura de la Fiesta de Disfraces está planteado a semejanza de su versión anterior, pero con algunos cambios en la disposición de las naves centrales. Por ejemplo, el VIP que antes estaba demasiado alejado del escenario, ahora se emplaza justamente enfrente de su ubicación anterior y muy cerca del escenario y de la zona de estacionamiento.
Concretamente, los espectáculos centrales se ofrecerán desde un tablado de unos 50 metros de ancho por donde pasarán, uno tras otro los shows previstos: entre bailarines, DJ, bandas de música y una puesta en escena que tiene como tema la odisea del hombre en su camino de vida, desde los albores de los tiempos como simios hacia la actualidad como humanos, proyectándose hacia el infinito.
En el segundo escenario va retumbar la música electrónica y los que vibran en esa frecuencia no se apartarán de allí: van a bailar hasta pasadas las siete de la mañana.
Por lo demás, son tres carpas gigantes, cada una con su ritmo, dos escenarios, cinco carpas de comidas y bebidas, una de seguridad y una de enfermería que rodean el campo abierto, donde ocurre el verdadero espectáculo: los personajes arrojados al espacio amplio de la noche, el lugar en el que puede ocurrir casi todo.
La historia
Los organizadores del evento tienen hoy entre 36 y 38 años. Han pasado más de la mitad de su vida involucrados en hacer la fiesta, pero cuando comenzaron nada hacía prever lo que vendría después.
Son 23 amigos que se conocen de la escuela, de un equipo de rugby, de un club de básquetbol o por la amistad entre sus padres. En Paraná, al igual que sucede en otros pueblos, grupos de adolescentes se apropian de algunas esquinas. Ellos —la Banda del Palo—, se reunían en la heladería Massera de Mitre y Córdoba a pasar el tiempo. De allí nacería la fiesta: no de aquel presente, sino de la nostalgia por esos momentos.
Una vez que finalizaron la escuela secundaria, cuando cada uno comenzaba sus estudios en otras ciudades, resolvieron sostener la unión y organizaron un festejo compartido en agosto, el mes en el que coincidían los cumpleaños de seis de ellos. “Y a algún tarado se le ocurrió que la fiesta fuera de disfraces”, dijo Jorge Yoy Uranga en alguna oportunidad y se autoincriminaba.
Lo que empezó como una reunión de 60 amigos y conocidos disfrazados, cinco años después ya se instalaba en el predio de la Sociedad Rural de Paraná y reunía a unas ocho mil personas. Entonces el costo de la entrada era simbólico y la única obligación de los asistentes era transformarse y pasarla bien. Pero año tras año la fiesta fue duplicando su alcance y profesionalizándose, hasta llegar a reunir, de manera sostenida, más de 50.000 visitantes en cada edición desde el año 2011.
Paraná observó pasmada el boom de los disfraces que había conseguido, sin proponérselo, un grupo de 23 amigos
La mayoría de los visitantes que llegan de otras partes de la Argentina o países vecinos sabe algo del origen del fenómeno y esa historia provoca, primero, curiosidad y, luego, identificación: la fiesta de disfraces de Paraná nació de una celebración íntima entre un grupo de amigos y se fue ampliando hasta convertirse en un éxito rotundo que superó los límites de la ciudad. El combo es imbatible: amistad, fiesta y dinero.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.